Por Fernando Facchin B., 20/09/2015
Hemos observado que en la medida que se acerca la fecha de las
parlamentarias la histeria oficialista crece, aumentan los ataques de
histerismo, el descontrol psíquico es incalculable, la prepotencia se ha
incrementado y se manifiesta con leguajes escatológicos, gesticulaciones
grotescas, muecas desordenadas, amenazas selectivas y abominables sentencias
con alto costo para el país y donde el juez sentenciador cobra honorarios
profesionales por su obediencia sumisa; definitivamente no pueden controlar su
histeria por cuanto las tensiones en su vida interior se traducen en trastornos
de carácter psíquico, en descargas emocionales, en la concentración de hoy
sábado el “segundo de abordo” convulsionó de impotencia ante el irreversible
resultado parlamentario y lanzó todo tipo de improperios contra Leopoldo López
y amenazó con demandas civiles, igual hizo antes con personalidades e
instituciones nacionales e internacionales. Los ataques histérico-políticos de
los capitostes del régimen han llegado, por una parte, al clímax y por la otra,
al desespero ya que el tiempo se les va agotando, en consecuencia, la
impaciencia, convertida en histeria, se desborda en actos de violencia y fuerza
transgresora generados, como los estados de excepción, producto de la desesperación.
Ante la histeria política abiertamente demostrada es necesario
considerar los escenarios que se nos avecinan, particularmente considero que el
régimen histérico está preparando un plan de violencia selectiva en procura de
decretar un estado de excepción nacional o producir un autogolpe de estado,
comenzará por crear caos en las zonas marginales, alteración continua del orden
público, acciones de violencia callejera en las principales ciudades del país
buscando un efecto cascada, implementación del terrorismo selectivo
pretendiendo intimidar a los medios de comunicación, a los empresarios y a los
demás opositores al régimen, recordemos que tienen suficiente armamento y
delincuencia organizada para enfrentar al pueblo contra el pueblo y crear el
escenario propicio para el autogolpe o el estado de excepción y así tratar de
suspender las elecciones. Para el régimen el imperio de las armas es más
importante que el imperio de la justicia, de la verdad y de la soberanía
popular.
La histeria acentúa la ingobernabilidad y la viabilidad política del
propio régimen, en lo adelante todo anuncio oficial debe despertar sospecha,
por razones de carácter ético, el clima de confrontación es irreductible, la
actitud de los gañanes de Miraflores y sus adláteres nos evoca las hoy vigentes
palabras de San Agustín dichas hace más de 1.600 años: “Los imperios sin
justicia serán grandes sociedades de bandidos.”
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