Por Guillermo Cochez
Siempre hemos escuchado que
“el que siembra vientos cosecha tempestades” al igual que aquello de que “estos
polvos traerán aquellos lodos”. La tradición popular está llena de refranes
sabios que explican lo ocurrido a Colombia el lunes 31 de agosto en la OEA,
cuando su petición de convocar a una reunión urgente de cancilleres en el
organismo hemisférico para denunciar y buscar una solución al gran trauma
humano y de frontera que tiene con su vecina Venezuela no fuera aprobada.
Resultado: tempestad y lodo; y, lamentablemente, causados por los vientos
y polvos promovidos por el mismo Juan Manuel Santos.
En su afán de amarrar a
Venezuela en su cada vez más lejano plan de firmar la paz con las FARC, el
presidente Santos decidió cerrar los ojos frente a lo que pasaba en Venezuela y
le puso su cara de buenos amigos a su contraparte venezolana Nicolás Maduro en
muchos aspectos. Sabía que las FARC mantenían bases militares en territorio
vecino y que los guerrilleros colombianos se desplazaban en Venezuela como Pedro
por su casa. Esa devoción incondicional hacia su vecino, lo llevó hasta
entregar a Venezuela estudiantes venezolanos en Colombia y hoy son torturados
en cárceles de ese país. Auspició la permanente ambigüedad de Unasur durante el
papel que jugó frente a las fraudulentas elecciones de abril 2013 que ganó
Henrique Capriles. Siempre estuvo del lado de Nicolás, apoyando la absurda
tesis de que era la víctima y no el victimario. En fin, ha estado aupando a un
régimen antidemocrático y violador de derechos humanos ignorando corrientes de
opinión en su propio país tan importantes como la del ex presidente Álvaro
Uribe Vélez, que han venido advirtiendo lo grave que se tornaba a diario para
Colombia la situación política en Venezuela.
Colombia buscó el apoyo de
los que siempre se lo han dado, encontrándose Panamá en primera línea. Hubiera
sido el voto 18, el necesario para que prosperara la convocatoria ministerial
que pretendía en el Consejo Permanente de la OEA, incluso prometido por su
embajador a su contraparte colombiana. Pero resulta que Panamá también se ha
distanciado de Colombia con las acciones del presidente Santos, a quien parecía
interesarle únicamente su relación con un vecino: Venezuela. Calificó a Panamá
de paraíso fiscal, a pesar de que los bancos más grandes operando en el istmo
son de capital colombiano. Puso trabas a productos de exportación de la Zona
Libre de Colón, obligando a Panamá a denunciar a Colombia ante la OMC por
prácticas discriminatorias.
Pero todo lo anterior no
justifica de forma alguna la absurda abstención de Panamá para convocar una
reunión urgente de cancilleres para discutir el problema fronterizo entre ambas
naciones. Es harto conocido que ese conflicto se origina por la irracional
acción de Venezuela en la búsqueda de excusas para crear cortinas de humo a su
caótica situación interna de escasez, inflación, inseguridad y, muy
concretamente, a la generalizada corrupción dentro de sus estamentos militares.
Fueron esos, y no ningún contrabandista colombiano, los causantes por sus guerras
intestinas de los soldados muertos en la frontera y que Maduro ha tratado de
endilgar al paramilitarismo colombiano. En el camino ha aprovechado la crisis
para denunciar el intento No. 17 de magnicidio en los menos de 30 meses que
lleva en el poder, esta vez por envenenamiento inducido que le inocularían por
instrucciones del mismo Santos.
Como panameño que durante mi
tiempo de servicio como embajador en la OEA tanto luché por el respeto a los
derechos humanos y la democracia en la tierra de Bolívar, me siento avergonzado
de la actuación de mi presidente para impedir que la OEA conozca la tragedia de
la frontera provocada por Venezuela para desviar la opinión en un país
enteramente en crisis. De ser cierto que esa decisión fue motivada por el
interés de facilitar el pago a empresas panameñas de la deuda por más de 1.000
millones de dólares que mantiene Venezuela, sería rechazar, como lo han hecho
los panameños ante tal decisión, el espíritu libertario que Bolívar legó en
todos los pueblos que como Panamá libró del yugo español.
De parte de Santos,
simplemente ha cosechado lo que sembró en tierra tan peligrosa y poco confiable
como la bolivariana Venezuela de Chávez y Maduro.
gcochez@cableonda.net
04-09-15
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