Por José Guerra
Con los resultados de las
encuestas en la mano, en las que todas, absolutamente todas, dan como ganador a
la Mesa de Unidad Democrática, el gobierno ha activado un plan para evitar una
derrota aplastante. Primero recompuso los circuitos donde la MUD claramente ha
ganado y reubicó diputados hacia otros circuitos electorales. Luego canceló las
elecciones al Parlatino. Posteriormente se lanzó por el camino de las
inhabilitaciones para así sacar del camino a líderes fundamentales de la
unidad. Pero no se quedó allí el gobierno. Prosiguió su política tramposa
impidiendo que fuerzas disidentes del PSUV se inscribieran para los comicios
del 6 de diciembre. A ello siguió el financiamiento a ciertas organizaciones y
la compra de tarjetas de partidos, mediante juicios sumarios a cargo del TSJ.
Lo último que ha hecho el gobierno es cercar en la boleta donde la gente va a
votar, la tarjeta de la MUD con tarjetas mercenarias con el objeto de confundir
al elector. Todas estas triquiñuelas las hace quien sabe que está perdiendo, no
quien se siente ganador.
Efectivamente, tanto las
encuestas de Datanálisis como las del IVAD estiman que la intención de voto de
la MUD supera a la del PSUV en más de veinticinco (25) puntos porcentuales, con
lo cual se obtendría una mayoría sólida en la Asamblea Nacional. Para acortar
esa brecha el gobierno está procurando inhibir y dividir el voto opositor toda
vez que la gestión de Maduro no calza los puntos para hacer posible una
victoria electoral limpia por parte del PSUV. Pero falta más.
Usualmente el gobierno ha
recurrido a la compra de votos, a la movilización obligada de miembros de las
misiones y a la intimidación de los votantes mediante la colocación de toldos
rojos literalmente a las puertas de los centros electorales y también a la
activación de bandas armadas de motorizados para sembrar miedo en determinados
grupos de votantes. Eso está registrado, grabado y documentado. En sectores
populares esas pandillas de motorizados pagadas por el gobierno en muchos casos
infunden terror entre los habitantes de las barriadas. Pero ello no es todo.
Los testigos de la oposición son objeto de amenazas y chantaje y en múltiples
casos desalojados de los centros de votación.
Esta vez la situación es
distinta. Una clara mayoría de los venezolanos quiere un cambio de rumbo y está
dispuesta a hacer realidad ese cambio mediante su voto. Y las fuerzas de la
Mesa de Unidad Democrática, consientes de ese hecho, ahora están mejor
organizadas y moralizadas porque saben que el triunfo está cerca. Cuando un
pueblo se decide a cambiar y una fuerza política lo acompaña, ningún gobierno
puede torcer esa aspiración. Con un gobierno desgastado y en medio de una
crisis social profunda, la derrota del PSUV es un hecho y con ello se abre el
camino de la solución a los problemas que hoy agobian a los venezolanos.
04-09-15
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