Por Gregorio Salazar
Como en una Semana Santa
reiterada, buena parte del país bajará los breakers los miércoles y
resollará al lunes siguiente, cuando los burócratas de cualquier nivel no
recuerden en qué andaban sus quehaceres del martes anterior ni sepan en qué va
a aprovechar las escasas diez horas de labores de la semana que comienza, pues
en medio de esta parálisis habrá desaparecido cualquier sentido de continuidad,
urgencias o prioridades.
Buena parte de esas diez horas perderá el personal de esos despachos públicos contándose las peripecias de cinco días con sus noches de asueto forzado y en los que habrá, dadas las circunstancias, menos bares que avatares.
Buena parte de esas diez horas perderá el personal de esos despachos públicos contándose las peripecias de cinco días con sus noches de asueto forzado y en los que habrá, dadas las circunstancias, menos bares que avatares.
Probablemente, buena parte de ellos se dedicará al bachaqueo en cualquiera de sus dos acepciones, tanto la que denota la acción de salir a comprar para revenderespecular como la del que sale a comprarle a los revendedores.
Curiosidades de la formación del lenguaje.
Como la revolución necesita de agitación y movilización (pancadas y chapoteos, en verdad), más cuando los caudales del agua que le faltan a El Guri le están llegando a las ventanas de las narices, uno de esos dos días "laborables" (quien sabe si los dos) será dedicado a la Gran Marcha por el Primer, Segundo o Tercer Mes de Encendido de los 15 Motores de la Producción, cosa paradójica, absurda y risible pero perfectamente posible, como ha quedado suficientemente demostrado en varias oportunidades A.C y D.C (antes con el comandante y después del mismo).
Con la mayor parte del parque industrial del sector privado paralizado o en vías de estarlo contra su voluntad y la administración pública parapléjica por decisión soberana de la cúpula, más los apagones por racionamiento o por siniestros de origen cierto o inventado, el ausentismo por necesidad de encontrar qué comer y el creciente desempleo, el país se va quedando inerte, estático, en estado de acción congelada como una estatua de sal (porque de azúcar ni soñarlo).
Entre los muchos peligros que reviste este estado de inmovilidad inducida está el de la instauración, ahora sí definitiva, de la flojera como una de las grandes líneas maestras de las políticas públicas de la patria nueva. Ese es el sendero luminoso que proyecta continente abajo la revolución criolla, faro de la Patria Grande, según machacan.
Y lo peor es que nadie está inoculado contra el riesgo de contagio. Uno mismo que se bate, se resiste furiosamente a que avance tal estado de cosas, tiene que hacer un esfuerzo hercúleo para no caer bajo los efectos aletargadores de este brote viral. Ahora mismo, dos párrafos arriba, nos acometió un acceso compulsivo de pereza, un coma de apendejamiento que poco faltó para abandonar esta nota a mitad de camino y despedirme hasta dentro de dos viernes porque el próximo me dedicaría, patrióticamente, a "ahorrar energía".
Más allá de lo achacable a los eventos de la naturaleza y las graves omisiones del pasado, es evidente el deliberado empeño en llevar el país a un estado generalizado de postración que ya es de cuasi destrucción.
Que no lo lograrán, lo dejaron en claro las multitudinarias colas de ciudadanos que se volcaron a firmar desde el miércoles para iniciar el proceso revocatorio.
Esa avalancha, no lo duden, se abrirá paso.
Mientras, la chamuscada sesera de quien jefatura el Estado sigue causando estragos. Pareciera que al contrario de aquel hidalgo caballero (honor a Don Miguel en los 400 años de su partida) al que se le secó el celebro "del poco dormir y el mucho leer", el suyo colapsó del poco leer y mucho dormir, de tanto creer que "no hay apuro", que el tiempo espera. Cualquiera de estos días se presentará a uno de sus famosos contactos televisivos en pijama.
01-05-16
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