Por Armando Janssens
La pregunta es recurrente y
no tiene demasiadas variantes: ¿Cómo pienses tú que todo esto va a terminar?
Pregunta hecha por mis amistades más cercanas en el trabajo y por
organizaciones muy diversas; o por la gente de mi Vicaría en la zona del
Observatorio, arriba del “23 de Enero en Catia”. Todo apunta a un deseo de
descifrar el futuro con la gran esperanza de salir de este “rollo” que todos
percibimos. Sea con motivo del enorme problema de la falta de comida, sea
el drama de la escasez de medicamentos, sea la violencia
inagotable, sea por la falta inoportuna de electricidad y agua o
cualquier otro motivo que les parezca importante.
Hasta los periodistas que me
llaman con alguna regularidad, desde sus programas radiales de Francia u
Holanda, no dejan de solicitarme signos de los posibles cambios
institucionales: “¿Ves alguna luz segura en este panorama tan enredado?”
Esperan una repuesta institucional de mayor impacto: desde la Asamblea Nacional
la solicitud de renuncia de Maduro; la solución a través de un Referéndum
Revocatorio, hasta quizás un Golpe de Estado (¡por Dios!), o una Sublevación de
la población (¡por todos los Santos!), o un Acuerdo Mancomunado entre los
líderes más clarividentes.
A todos contesto con
mucha inseguridad en mi voz, pues no sé cómo todo esto va a cambiar. Los
intereses que están en juego son tan poderosos y complejos; la variedad de los
problemas abarcando todos los elementos de nuestra sociedad y convivencia, así
que nadie -así me parece-puede tranquilamente pontificar el camino seguro que
solucione lo planteado. Todos son tanteos, muchos de buena gana, parcialmente
argumentados, pero se quedan más bien en deseos y no tan claramente en
soluciones reales, tomando en cuenta la ceguera reinante y el deseo de sabotear
cualquier avance institucional. Y, mientras tanto, el sufrimiento real de
miles de gentes se queda detrás, inscrito en el libro de los olvidos.
Para la gente común el
problema central es la escasez de comida; para los comerciantes el
control de precios; para los industriales las importaciones, para las
familias con enfermos los medicamentos, para los promotores
sociales la división fatal creada y mantenida a lo largo de los años.
Pero nadie sabía cuándo iba
caer el muro de Berlín, hasta que un día inesperadamente, pasó.
Nadie pudo imaginar cuándo caería la Unión Soviética, y terminaría el terror de
las “gulags”. Hasta en la termodinámica se conoce el ejemplo de la mariposa
que, con su aleteo débil, define el camino de las tormentas con todas sus
consecuencias. La mayoría de los hechos sociales no se dan de manera
mecánica ni programada, sino circunstancialmente y en el momento menos esperado.
Así que estamos
obligados a la esperanza como dice el título de este escrito. La esperanza es
la seguridad de que la situación puede cambiar y cambiará en el momento
debido. Por dónde vendrá con seguridad, no lo sabemos, pero seguro que desde
las miles de iniciativas que existen y siguen surgiendo en todas las capas de
la sociedad. ¿Será de una gestión política acertada, con planillas o no? ¿De
desórdenes surgidos desde una cola que provoca reacciones profundas que obligan
al cambio? ¿De los obreros que reclaman el cumplimiento de sus contratos
colectivos y una vez más serán reprimidos? ¿De los pobladores de la Carretera
Vieja de La Guaira que brincan a la autopista? ¿De la solicitudes de las
Iglesias por la paz y convivencia que impacten y lleven a un cambio de
mentalidad?
Una vez más: ¡no lo sé! Pero
tengo la esperanza con total seguridad de que temprano o más tarde vendrá
el cambio, y se iniciará un camino de sensatez y de ciudadanía constructivas.
Es la esperanza de todos.
Esta esperanza nos obliga a
trabajar con ahínco en el campo donde estemos ubicados socialmente, por muy
limitado que luzca. Sea como político a tiempo completo, como
educador delante de alumnos alborotados, como empresario que trata de
sobrevivir con falta de insumos, como emprendedor con mil intentos
y fracasos, como estudiante que quiere lograr alta capacidad, como ama de
casa que se convierte en maga del hogar, en cualquier campo o
evento en el que cual nos comprometamos socialmente. Lo que hacemos, lo
que intentamos mejorar, lo que promovemos económicamente, o que promueva
en mi comunidad puede convertirse en la chispa, en el “pito” definitivo, en el
aleteo de la mariposa, en el comienzo de un cambio tan anhelado entre nosotros.
¡No te desesperes! La
esperanza es lo más fuerte y resultará.
01-05-16
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