Por Ismael Pérez Virgil, 29/04/2016
No cabe duda que el Gobierno actual es un régimen neo comunista o neo
totalitario, pero en el sentido clásico del término, comunista, hay muchas
cosas en las que rompen el “molde” y no siguen el “modelo”, comenzando porque
serian el primer caso exitoso de llegar al poder mediante métodos
constitucionales y electorales –luego de un fracasado y cruento golpe de
estado– si consideramos que el de Allende fue un experimento fallido.
Sin embargo, en donde sí siguen el modelo y son expertos es en
mantenerse en el poder una vez conseguido, a través del control de la
conciencia de los ciudadanos mediante la propaganda[i], el
amedrentamiento y la represión por el uso de la fuerza física.
En efecto, el actual régimen es especialista en esa forma clásica,
comunista, de mantener el poder mediante la propaganda, respaldada en la fuerza
física y utilizando la más fuerte de las armas propagandísticas, según los
expertos en la materia: la forma negativa de censura, impidiendo a la gente el
acceso a la información, sometiendo a los medios de comunicación mediante
amenazas, privándolos de papel, persiguiendo y reprimiendo a los periodistas y
comunicadores. Ejerciendo una hegemonía informativa y comunicacional sobre los
medios para su propaganda y a los que no controlan de manera directa, los
obligan a “encadenarse”, cada vez que lo consideran necesario. El efecto es un
temor generalizado y atiborramiento de engañosa propaganda oficial. Pero la
resistencia, gracias a las redes sociales, no les ha permitido el control
completo de la información, sobre todo la que procede o va al exterior.
La propaganda y atemorización se dan en un contexto de control de todos
los niveles y estamentos del Estado; primero de todos los poderes,
obviamente el Poder Ejecutivo, que les permite además controlar los recursos
económicos del país; el Poder Ciudadano (Fiscalía, Contraloría, Defensoría del
Pueblo) que se pliegan a defender el Gobierno o actuar contra sus enemigos,
inhabilitando a unos, encarcelando a otros, etc.; el Poder Judicial, a través
del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y el control de prácticamente todos los
jueces y de los cuerpos policiales del país; el Poder Electoral, a través de un
CNE sumiso y complaciente con el régimen; y además, el control de la mayoría de
las Gobernaciones y Alcaldías, el Seniat, PDVSA, el Banco Central, empresas del
estado, etc.
Solo un poder, el Legislativo, a través de la Asamblea Nacional (AN)
escapa a su control, pero mediante el TSJ lo quieren mantener maniatado y
mediatizado, desconociendo todas las leyes y decisiones de la Asamblea,
desconociendo el estado de derecho, en violación abierta a la Constitución
Nacional.
Es difícil medirse y enfrentar a una suma de poder tan poderoso como el
actual Gobierno de Venezuela. No es tarea fácil para la oposición, que además
de estar sometida a todo tipo de ataques, controles y persecuciones desde el
Gobierno, tiene sus propias ineficiencias y fisuras internas, comprensibles
algunas de ellas. Eso ha hecho que en este momento los venezolanos y
especialmente la oposición luzcan acorralados por el “cerco a la democracia” que
ha tendido el Gobierno, que desconoce y anula con decisiones del TSJ, a la
Asamblea Nacional y la eficacia del voto de los venezolanos.
Mediante un conjunto de orquestadas decisiones –una docena en total– de
las salas Electoral y Constitucional del TSJ, el Poder Judicial, socava el
estado de derecho y desafía a la AN. La última de las decisiones o
interpretaciones del “máximo” Tribunal es la más insólita y descarada de todas,
en donde desaparece todo disimulo y queda clara la intención del régimen de acabar
con uno de los poderes del Estado. En efecto, sin que nadie lo solicitara y sin
que la AN terminara de legislar en la materia, la Sala Constitucional del TSJ
se “adelantó” e “interpretó” que cualquier enmienda a la Constitución que
reduzca el periodo presidencial se aplicaría al próximo periodo constitucional
y no al que está actualmente en curso.
Cree el Gobierno que con estas acciones de sus acólitos del TSJ le
cierra el paso a los anhelos de cambio que las encuestas dicen que hay en el
país y que quedó demostrado con los resultados electorales del pasado 6D y las
inmensas colas para firmar solicitando se inicie el proceso revocatorio de
Nicolás Maduro.
Si bien luce que la oposición se encuentra en un callejón, la
resistencia continúa. El ciudadano común, con rabia e indignación enfrenta sus
necesidades en colas interminables para conseguir comida y medicinas; luce
pasivo, pero es una fuerza que está allí y puede resultar incontenible en
cualquier momento. Grupos organizados de ciudadanos, ONGs, de la sociedad
civil, los más politizados, se reagrupan y pronuncian contra el régimen (El País No Aguanta Más: http://unidadvenezuela.org/2016/04/chuo-torrealba-el-pais-no-aguanta-mas-opinion/)
y los partidos políticos opositores, obviamente presionados por el deseo de
cambio del país van resolviendo sus diferencias y comienzan nuevamente a
presentar un solo frente.
Pero el “cerco a la democracia” que intenta tender el Gobierno,
paradójicamente parece estar ayudando a despejar algunas dudas. Por
ejemplo, pocos dudan ya, tras la descarada actuación del TSJ y el CNE, que el
camino del Referendo Revocatorio es el más sólido con el que cuenta el país
para resolver esta situación política, entre otras cosas porque es el camino
que claramente implica la movilización del pueblo y está claro, como quedo
palmariamente demostrado esta semana, con miles de venezolanos haciendo cola
para firmar en cada rincón del país, que la gente quiere votar, que la gente
quiere revocar, para una salida pacífica y electoral de este oprobioso régimen.
El pueblo como el agua, cuando lo cercan, siempre busca y encuentra su salida.
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