Fernando Mires 02 de febrero de 2017
Será
difícil negarlo. La oposición venezolana vive una profunda crisis. No es una
crisis de identidad ni de ideología. Es una crisis de representación.
Entendemos
por crisis de representación una situación en la cual se pierde la conexión
entre representantes y representados, o digámoslo llanamente: cuando la
confianza de los segundos con respecto a los primeros ya no existe o es muy
precaria.
Y
bien; si hemos de estudiar la actual crisis, no podemos aunque queramos, obviar
dos palabras. Esas palabras son: revocatorio y diálogo.
Revocatorio,
porque durante la campaña del RR16 la comunicación entre la MUD y la ciudadanía
llegó a ser más fluida que nunca. Pocas veces hubo más unidad y coherencia que
durante esos días en los cuales venciendo obstáculos, incluso geográficos, el
pueblo democrático se movilizaba para recolectar firmas. Había un objetivo,
había liderazgo y por eso había unidad.
La
toma de Caracas y la toma de Venezuela, convocadas por Capriles y la MUD,
fueron las más multitudinarias habidas en periodos no electorales. Por eso
mismo la lucha por el Referendo Revocatorio (RR) después de haber sido este
robado por el gobierno, debía ser transformada en lucha por la defensa de la
constitución.
Hasta
que apareció el diálogo y con ese diálogo la lucha fue trasladada desde las
calles hacia salones con puertas cerradas.
Pero
antes de escribir sobre el diálogo conviene dejar en claro algunos puntos
ligados a la historia del pasado reciente.
Existen
al interior de la oposición venezolana dos lecturas predominantes acerca del
capítulo del RR. La primera dice más o menos así: mediante la presión popular
el régimen iba a verse obligado a ceder y dar curso al RR. En ese sentido el RR
adquiría un carácter insurreccional.
La
segunda – ha cobrado auge entre sectores que acatando el RR no se
comprometieron en su campaña- dice así: ningún gobierno, menos uno como el de
Maduro, se deja derrocar. Luego, el RR era una iniciativa absurda y por lo
mismo destinada al fracaso. Más todavía, el fracaso del RR llevó a dilapidar el
triunfo electoral obtenido el 6D.
Hay,
sin embargo, una tercera lectura que, aunque no predominante convendría
prestarle atención. Ella dice: el RR fue la respuesta unitaria de la MUD para
defender a la AN, es decir, para defender el triunfo del 6D. Por lo mismo, hay
una conexión directa entre el 6D y el RR.
En
efecto, formada a partir del 6D una dualidad de poderes al interior del Estado,
el régimen procedió a anular la soberanía de la AN asignándole un rol puramente
decorativo al lado de un poder judicial que asumió ilegalmente funciones
legislativas. Si Maduro buscaba el fin de la AN, la AN solo podía buscar el fin
del gobierno. Luego, la vía revocatoria fue elegida en estricta continuidad con
la línea de la MUD. El RR – no lo olvidemos- tenía un carácter defensivo (defensa
de la AN), era constitucional y electoral a la vez.
Así
concebido el RR no fue pensado solo para derrocar a Maduro sino, en caso de que
este lograra liquidar al RR, chocara con la constitución, es decir, tuviera que
declararse, incluso ante sus propios seguidores, como lo que es: un
dictadorzuelo (Luis Almagro).Y, efectivamente, así sucedió.
Después
del robo del RR los restos de popularidad de Maduro cayeron al suelo, la
protesta internacional emergió con más fuerza que nunca y la movilización popular
colmó las calles de todas las ciudades. Maduro y los suyos estaban, a todas
luces, desesperados. Y lo estaban hasta el punto que Maduro se atrevió a
mencionar un llamado a elecciones generales (no insertas en la constitución)
El
viaje de Maduro al Vaticano a mendigar una mediación papal que el mismo había
rechazado en circunstancias anteriores, también fue producto de la
desesperación. Maduro contaba probablemente con que la MUD no iba a aceptar
dialogar con el gobierno en momentos en que ese gobierno estaba acorralado Tal
vez ante la propia sorpresa de Maduro, la MUD aceptó el diálogo. Fue ahí cuando
Maduro descubrió al “diálogo” como medio para controlar y dividir a la
oposición.
El
diálogo, en los tiempos y formas en que tuvo lugar, fue, después de la llamada
Salida del 2014, el error más grande cometido por la oposición en toda su
historia. Las razones son varias.
La primera: no fue su iniciativa
y al no serla entregó la iniciativa al gobierno.
La segunda: desconectó a la
dirigencia política con respecto a las multitudes representadas, precisamente
en los momentos cuando estas habían alcanzado su más alto grado de
movilización. Aceptó, además, ir al diálogo no como resultado natural de una
lucha entre oposición y gobierno sino justo en el momento cuando la lucha
comenzaba.
La tercera: fue divisionista, es
decir, no fue el producto de una decisión conjunta de la MUD sino solo de
algunas de sus fracciones.
La cuarta: no puso condiciones
para la realización del diálogo, vale decir, no estableció los puntos no
negociables, entre ellos, el menos negociable de todos: la liberación de los
presos políticos.
La quinta: subordinó su política
frente a la organización menos política (y por eso, una de las más respetables)
del mundo: el papado.
La sexta: aceptó intermediarios que en
ningún caso pueden ser considerados imparciales; todo lo contrario: tanto
Samper como Rodríguez Zapatero apoyan a Maduro.
Y la séptima: con el diálogo
desconoció la potestad de la propia AN pues si hay institución destinada a
realizar diálogo esa es el Parlamento. El Parlamento es por su propia
etimología la casa del diálogo, el lugar donde se parla. Maduro, si quería
diálogo, debió haber concurrido al Parlamento o haber enviado allí a sus representantes
a dialogar. Hasta el Vaticano habría entendido esa razón. La oposición, bajo
esas condiciones, no fue capaz de unir diálogo y defensa de la AN en una sola
estrategia.
En
vista de esas siete razones (podríamos también llamarlas, siete pecados
capitales del diálogo) la MUD, y con ello, el conjunto de la oposición, no
podía sino caer en la crisis que hoy vive. Crisis que no fue obra de agentes
externos. Fue obra –hay que decirlo con todas sus letras– de la propia MUD y de
sus partidos.
Alentado
por la desmovilización de la oposición, el régimen después de haber liquidado
al RR sin gran resistencia de parte de la MUD, decidió pasar a una segunda
fase. Ella puede resumirse así: el RR era una elección, y la robamos porque
robaremos todas las elecciones que podamos perder, es decir, todas las
elecciones. En ese sentido, quienes argumentan que el RR era absurdo porque
Maduro no se iba a dejar derrocar, tienen que extender esa lógica a todas las
elecciones. El RR era una elección y fue robado porque el régimen ha decidido
no dejarse contar.
Cabía
esperarlo. Como hemos sugerido en otra ocasión, con el robo del RR tuvo lugar
una mutación del chavismo. Si Chávez había sido electoralista, Maduro pasó a
ser anti-electoral. Lo más probable, y de hecho, está ocurriendo, es que el
régimen creará simulacros electorales, construyendo una oposición a su medida,
ilegalizando a partidos y líderes de la actual MUD. Está intentando sin duda
aplicar algunas de las recetas que utiliza Daniel Ortega en Nicaragua mediante
una nueva ley electoral que le permitirá vencer en las elecciones aún no siendo
mayoría.
Desde
el robo del RR el régimen ha mutado. Ya no es una dictadura tácita sino
abiertamente declarada. Pero esa mutación, en contra de lo que pudiera creerse,
no ha sido el producto de su fuerza sino de su debilidad. Reiterando una tesis:
mientras el de Chávez era un régimen político con apoyo militar, el de Maduro
es un régimen militar con muy poco apoyo político.
Aunque
parezca paradoja, el mismo gobierno, al haber emprendido el camino hacia la
dictadura militar, está mostrando la hoja de ruta a la oposición. Pues a la
oposición en su conjunto no le queda más alternativa que luchar por el
restablecimiento de las elecciones o desaparecer.
Las
demostraciones del 23 de enero, llamadas en defensa de la vía electoral, si
bien no fueron tumultuosas como las del RR, demostraron que, pese a no sentirse
representados, grandes sectores de la población están dispuestos a dar la
batalla por la recuperación del canal electoral. Esa alternativa pasa, sin
embargo, por la superación de la crisis de representación que hoy padece la
oposición. Y eso supone a su vez, que la oposición se reconozca a sí misma como
lo que es.
Por de
pronto hay que aceptar que la MUD es un centro de coordinación electoral y
desde ese punto de vista es el más valioso instrumento que se ha dado la
oposición. Con todos sus defectos, una oposición de tal magnitud y persistencia
no existe ni en Bolivia, ni en Nicaragua, ni en Ecuador. Por eso el régimen, al
suprimir las elecciones, intenta suprimir a la MUD. Las elecciones y la MUD
están ligadas. Sin las unas no puede existir la otra.
La
existencia de la MUD no anula, sin embargo, las diferencias entre sus diversos
partidos. Y está bien que así sea. La MUD es un órgano de concertación pero no
sustituye a los partidos. Estos últimos tampoco pueden ser sometidos a una
disciplina férrea de parte de la MUD a menos que dejen de ser partidos. Es
necesario por lo tanto que entre la MUD como instrumento electoral y los
partidos que la conforman, exista una relación flexible, siempre y cuando las
partes no contradigan los objetivos centrales acordados unitariamente entre
ellos dentro de la MUD.
Aún
más allá de los partidos están los liderazgos personales. Esos líderes tampoco
pueden ser sometidos a una conducción centralizada. Pues una de las condiciones
que hacen a un líder es que su discurso no solo sea expresión de la línea de su
partido, sino de la comunicación -a veces espontánea- establecida entre ellos y
sus seguidores. Para que un líder pueda existir, y siempre es bueno que exista,
han de serle otorgados espacios donde puedan desarrollar todas sus facultades.
En
otras palabras, entre la MUD, sus partidos y sus líderes, debe ser establecida
una división del trabajo, pero en ningún caso relaciones de subordinación entre
los unos y los otros. Eso quiere decir, si un partido llama a movilizaciones, o
en contraposición, a un diálogo, es su responsabilidad como partido, pero en
ningún caso responsabilidad de la MUD.
Si
UNT, para poner un ejemplo, insiste en dialogar con el gobierno, podría
hacerlo, pero siempre bajo la condición de que ese diálogo sea realizado en
nombre de UNT y no en nombre de la MUD. Y si MCM llama a una salida
insurreccional, también puede hacerlo, pero solo en nombre de VENTE, sin
comprometer al conjunto de la MUD. Lo ideal sería que todos actuaran en
conjunto. Pero es una imposibilidad, y como tal hay que aceptarla. La MUD es la
MUD y no puede ser más que la MUD: una alianza electoral en cuyo interior los
partidos se relacionan respetando diferencias, pero también convergiendo y
estableciendo alianzas bi-laterales y multilaterales entre sí.
Flexibilidad
no significa, por supuesto, anarquía. La flexibilidad, para que exista,
requiere de la aceptación de una suerte de pacto de convivencia mutua, sea este
firmado o no. Esos pactos surgen de principios que, bajo ninguna condición
pueden ser tocados. Cualquiera violación a esos principios debería ser
sancionada, incluso con la exclusión de personas o grupos de la MUD. Dentro de
esos principios hay tres que no son propiedad de ningún partido o líder pues
pertenecen a toda la oposición. Ellos son:
1. La lucha por la libertad de TODOS los presos
políticos.
2. La defensa irrestricta de la AN y de sus
atribuciones y
3. La lucha por la restauración de las
elecciones que intenta suprimir el régimen.
Será
difícil para la MUD recuperar la confianza que gozó durante el periodo de las
luchas revocatorias. Esa confianza, después del robo del RR, podría haber sido
invertida en las jornadas a favor de las elecciones regionales que se avecinan.
El diálogo, instrumentalizado por el régimen fue, lamentablemente, la tijera
que cortó el hilo de continuidad en las luchas de la oposición venezolana.
Sin
embargo, el capital social y político acumulado por la oposición se mantiene
intacto. El régimen tiene las armas. Pero la oposición tiene a la mayoría, a la
legitimidad democrática, el apoyo inestimable de la OEA, y no por último, la
fuerza moral que otorga la Iglesia Católica en un país católico. Solo falta la
dinámica de una dirección política inteligente, dinámica que solo puede ser
dada por los partidos y los líderes, dentro o sin la MUD, pero jamás en contra
de la MUD.
Ya
escucho las voces airadas: ¿Y hasta cuando vamos a seguir esperando? La
respuesta solo puede ser la siguiente: En política no hay que ponerse fechas.
En política solo hay que ponerse objetivos. Y mientras más claros son los
objetivos, más cortas pueden ser las fechas. ¡Elecciones regionales ya!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico