Por Luis Pedro España
Una vez obstruida, secuestrada
o arrebatada la iniciativa constitucional de convocar a un referéndum
revocatorio, la unidad opositora ha comenzado a vivir días oscuros. La sombra
de la desesperanza, las dudas y el desacuerdo son los ingredientes de esta
etapa que contrasta con los días de júbilo democrático luego del triunfo
electoral en la Asamblea Nacional.
La insana búsqueda de
culpables, antes que la necesaria indagación sobre la forma de organizarse para
enfrentar con éxito esta nueva etapa de lucha política, ha sido parte de lo que
le ha tocado vivir a la oposición (partidista, social y ciudadana) ante el
cambio de escenario luego de la usurpación del referéndum.
Urge relanzar la MUD. Es
indispensable reorganizar su estructura, los objetivos y estrategias. Estas
tareas están en marcha, pero mientras tanto la larga oscuridad se extiende más
allá del horizonte sin que se divise amanecer alguno.
Por su parte, el gobierno
levanta un falso estandarte de triunfo que los desesperanzados ciudadanos son
capaces de creer. ¿Cuántos nuevos apoyos ha recibido el gobierno? ¿En cuánto ha
disminuido el porcentaje de venezolanos que desea un cambio? ¿Qué proporción
cree que el gobierno lo está haciendo bien, o que bajo esta administración se
van a resolver las cosas? Todas las encuestas y el sentido común dan cuenta de
que el gobierno no mejora sus números y, por el contrario, sigue creciendo la
proporción de quienes están convencidos de que es imposible una mejora sin que
ocurra previamente un cambio político. El gobierno solo ganó un poco más de
tiempo a costa, una vez más, del perdido por el país.
La diferencia entre esta
oscuridad demasiado larga y la proximidad de un día luminoso no está en manos
del régimen. No importa qué tanto se lo repitan, la fortuna del petróleo no
habrá de salvarnos, ni a nosotros, ni al gobierno. La suerte del país está en
manos de la oposición, en cómo se reinventa para que el cambio pueda ser una
nueva esperanza.
Las instantáneas que muestran
una preferencia abultada en un centro que prefiere no definirse con ninguno de
los bandos no es el resultado del resurgimiento de una tercera vía o un espacio
ganado por un independiente, se trata más bien de que se trancaron las vías de
resolución de conflictos, se bloqueó la vía electoral.
La tarea, por tanto, es
simple, pero no por ello fácil o sencilla. Hay que recuperar el derecho al voto
y después volver a utilizarlo como instrumento de cambio. Para el logro de
estos objetivos se requiere de algo más que una alianza electoral o de la
multiplicación de las protestas reivindicativas (todas ellas válidas y
seguramente justas); se necesita más bien de una agenda política, orientada por
los partidos, pero en sintonía con las aspiraciones, necesidades y modos de
satisfacerlas. En este retroceso a las formas predemocráticas de la Venezuela
de hoy, es fundamental el diálogo autónomo entre partidos y sociedad, de forma
tal que mejores sueldos, abastecimiento, seguridad personal, mejores servicios
sociales y públicos, así como la recuperación del progreso hasta lograr
detener, para después hacer retroceder, la pobreza, pase necesariamente por el
derecho al voto y su ejercicio limpio y competitivo.
Mientras algún sector de la
sociedad crea que es posible lograr mejoras reivindicativas o, del otro
extremo, que solo con la protesta insurreccional se logrará el cambio, la lucha
por el derecho al voto y su libre ejercicio perderá intensidad y foco, lo que
dispersará las acciones y permitirá que se tropiece con las piedras que el
gobierno pone en el camino a los incautos cortoplacistas o a los deterministas
de la crisis.
La crisis sola no cambia
gobierno, ni quienes la originaron son capaces de solucionarla. La salida del
ya largo día de oscuridad va a depender en exclusiva de la propia oposición, de
su reorganización y del reacomodo de sus objetivos y estrategias. En los
próximos días deben producirse nuevos anuncios y replanteamientos importantes,
y es posible que renazca entre nosotros la esperanza y el fin de la larga
oscuridad.
16-02-17
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