Carlos Valero 15 de febrero de 2017
@CarlosValero08
El
gobierno de Maduro tiene fecha de caducidad. Sigo manteniendo la tesis de que
será el último gobierno chavista, a menos que en el PSUV y en las corrientes
que apoyaron a Chávez se dé un proceso de renovación y reinvención.
El
PSUV de Cabello, Maduro y la élite decadente que hoy gobierna no tiene cabida
en el mundo contemporáneo. Son una reproducción de lo peor del Estalinismo
soviético, el militarismo populista de América Latina y un coletazo anacrónico
y nefasto del fracaso castrista.
El
chavismo según Maduro, que tiene como su Rasputín intelectual al español
Alfredo Serrano Mancilla, es incompatible con el mundo actual y está condenado
a salir del poder. Pero el tema que nos angustia a todos es cómo acelerar ese
final y con cuales proyectos vamos a superar la pesadilla de sobrevivir en esta
Venezuela.
La
pregunta sobre el cuándo está correlacionada directamente a la capacidad del
oficialismo para impedir, indefinidamente, la realización de elecciones. En
este tema ha aumentado la preocupación por el avance hacia un escenario a lo
Daniel Ortega, donde el gobierno concurra sin oposición e incluso sin sus
aliados en el Polo Patriótico, a los que considera un estorbo del que hay que
salir. La otra modalidad del ventajismo es convocar las elecciones sólo cuando
el gobierno considere que tiene posibilidades de conservar una parte de sus
actuales gobernaciones.
Es muy
poco probable que el PSUV pueda suspender las elecciones “ad infinitum”. A
diferencia de Ortega en Nicaragua, Maduro, Cabello y cualquier dirigente del
PSUV son altamente impopulares. Ninguno de ellos supera en intención de voto el
15%, según todas las encuestas que he revisado.
En
Nicaragua Ortega tenía suficiente popularidad para dividir, sacar del juego a
los participantes incómodos, usar propaganda y recursos económicos y ganar una
elección apoyado en el ventajismo de Estado. Además, cuenta con el apoyo de
parte importante del empresariado y la gestión sandinista no ha cometido las barbaridades
económicas de Maduro, por lo que el entorno macroeconómico de ese país está muy
lejos del desastre que se vive en el país. Por mencionar dos datos, la
inflación para el año 2016 cerró en 3,6% y la economía viene creciendo
ininterrumpidamente los últimos diez años.
La
enseñanza que debe dejarnos la experiencia nicaragüense es que ha sido gracias
a la división opositora que el sandinismo pudo recuperar el poder y después de
ahí avanzar en la instauración de un régimen autocrático.
El
escenario en Venezuela es muy diferente al de Nicaragua, la pérdida de apoyo
social anuncia una derrota electoral al régimen. Ante esa perspectiva cierta es
una ociosidad volver al viejo debate sobre si dictadura sale o no con votos. La
prueba del pastel se hace comiéndoselo.
Estoy
convencido que la ruta de la oposición venezolana debe y tiene que ser
electoral, no existe un dilema entre las acciones que se deben acometer desde
la oposición: ruta electoral con mucha presión y protesta de calle acompañando
al pueblo venezolano en sus necesidades.
La
ruta electoral es la condición para desarrollar la lucha por la vigencia de la
Constitución y el restablecimiento de la democracia. Es la garantía de un
desenlace pacífico ante el poder de una causa nacional.
Para
llevar a la práctica esa vía es indispensable desarrollar una idea plural e
incluyente de la Unidad. Para afianzar y darle sentido a la construcción de una
nueva mayoría hay que mostrarles a todos los venezolanos de que somos capaces
de dotarnos de reglas y de objetivos capaces de sortear los desafíos y los
planteamientos que están poniendo en dificultad a la unidad de la oposición.
Tenemos
la gran oportunidad de recrear, ampliar y hacer eficiente a una MUD que vuelva
a la gente y que desde sus necesidades haga visible y exitoso el cambio
político que todo el país quiere.
@CarlosValero08
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