Por Mabel Sarmiento
El Centro de Aprendizaje Comunitario,
Cecodap, presentó avances de las investigaciones realizadas por Cáritas de Venezuela y
la Fundación Luz y Vida, que trabaja en favor de la infancia y la familia, y
entre los datos destacados está que los Comités Locales de Abastecimiento y
Producción (Clap) no dan atención prioritaria a los niños menores de cinco
años, pese a que 1 de cada cinco en estos momentos presenta retrasos en el
crecimiento por la mala alimentación.
Los productos de los Clap no
tienen nutrientes y, por tanto, con este esquema —que funciona más como control
político— no se cubren las necesidades básicas de alimentación, expresó Susana
Raffalli, asesora nutricional de Cáritas.
Los resultados expuestos por
la doctora dan cuenta de severos daños en la población infantil, muchos de
ellos irreversibles, pues atacan el sistema neurológico.
Citó, por ejemplo, que 20 % de
los niños presenta problemas de crecimiento. En específico: 1 de cada 5
menores de cinco años tiene retraso en su crecimiento.
Pero las alarmas que arrojó
el estudio de campo aplicado en Zulia, Vargas, Miranda y Distrito
Capital (18 parroquias en total), van más allá: 42 % de los pequeños
presenta cuadros de anemia.
Más datos: el estudio de
Cáritas arrojó que 670 hogares (61 %) de 1099, consideran que la alimentación
no satisface el apetito.
Estos resultados, obtenidos a
través de 1099 encuestas realizadas a hogares en los estados mencionados, son
producto de los cambios alimenticios generados por la escasez y el
desabastecimiento que en el último año ha experimentado la población venezolana.
“A Cáritas no le compete decir
cuáles son las causas, pero sí nos sentimos preocupados y estamos emitiendo
esta alerta. No podemos seguir guardando silencio, pues es inadmisible que en
Venezuela la gente esté sufriendo por hambre. Esta población no eligió estar
así y por tanto tiene derecho a la protección.
“El retardo del crecimiento
del que hice referencia es porque no se alimentan bien, porque no hay comida en
sus hogares. Además, en 87 % de los hospitales del país no hay fórmulas
lácteas, tampoco funcionan los centros de atención nutricional. Eso agrava la
crisis alimentaria que se une con la de la salud y todo el brote epidémico que
ahora enfrentamos”, explicó.
En relación a los Clap,
mecanismo con el cual no está de acuerdo puesto que los considera un mecanismo
de organización política, destacó que no incluyen suplementos nutricionales
para los niños, mujeres embarazadas y ancianos, sino que, por ejemplo, traen
mayonesa y otras salsas que no aportan nada a un niño con problemas severos en
su salud.
“Además esos productos si
acaso duran 10 días. Lo otro es que no sabemos la carga nutricional, por
ejemplo, de la harina. Aquí en los años 90, para bajar los cuadros de anemia en
la población infantil, el Instituto Nacional de Nutrición (INN) creó una regulación
para fortificar todas las harinas de maíz precocido. Ahora no sabemos cuál es
el valor proteico de estos artículos importados”.
Raffalli sentenció que en
Venezuela hay una privación nutricional importante: “Aquí los niños no se
alimentan y pasan hambre”.
Ausentismo escolar
Y por si eso fuera poco ya no
son los padres y responsables del hogar los que admiten que no les alcanza la
plata para adquirir la canasta básica alimentaria. Ahora son los adolescentes
quienes manifiestan tener ansiedad precisamente porque no comen bien.
Este punto lo reforzó Gloria
Perdomo, de la Fundación Luz y Vida, la cual entre octubre y diciembre de 2016
realizó grupos focales en zonas de Antímano, Petare y El Hatillo, los cuales
evidenciaron la violación no solo del derecho a la alimentación y a la salud,
sino que también ven vulnerada su educación.
Crisis en avanzada: 345
hogares de 1099 encuestados dijeron que diariamente dejan de hacer al menos una
de las tres comidas diarias.
El estudio, que además se
reforzó con una encuesta, mostró que los más chicos comen una o dos veces
al día, que se desmayan en la escuela, que les dan raciones insuficientes y,
algo muy grave fuera de la sombra de los casos de desnutrición: hay un marcado
ausentismo escolar por la falta de alimentos en sus hogares. Perdomo dijo que
de 30 días del mes, las ausencias pueden alcanzar hasta nueve días.
“Los adolescentes dicen que si
dejan de hacer la cola y no compran, no comen durante varios días. Por tanto,
dejan de ir al colegio. Lo otro nuevo, que antes no se veía en la generación
anterior, es que saben el movimiento de los mercados, es decir, conocen dónde
hay harina, pasta, jabón y cualquier otro producto regulado”.
Pero lo que le generó angustia
es que esos niños y adolescentes que estaban en los focos grupales contaron sus
propias historias, y no la de su vecino, o la que ven en el barrio. Hablaron en
primera persona. Dijeron: ‘yo paso hambre, yo como una vez al día, yo tengo que
hacer cola, yo he dejado de comer para que lo haga mi hermana de tres años o mi
mamá coma, pues el día anterior no lo hizo’.
Estos grupos que se formaron
con chicos de 12 a 14 años, también refirieron que han visto violencia en las
colas para comprar comida: desde golpizas hasta tiroteos; y se quejaron de que
en muchos supermercados les quitan el derecho a comprar los artículos regulados
por ser menores de edad: “Nos refirieron que ellos van el día de la cédula que
les corresponde, pues a sus papás les descuentan el día de trabajo si faltan,
pero no pueden ejercer ese derecho”.
Para Perdomo, esto evidencia
una severa situación de carestía y escasez de los rubros básicos, y la no
existencia de políticas públicas para el acceso a los alimentos que aseguren la
nutrición adecuada y suficiente de los niños, niñas y adolescentes.
“Más bien la política
gubernamental ha sido imponer las colas como mecanismo para distribuir las
bolsas, estableciendo una normativa rigurosa para su realización, bajo el
control de funcionarios policiales o militares en la mayoría de los casos”.
Las dos investigadoras
concluyeron que los daños causados por este problema están avanzados y
señalaron necesario garantizar el abastecimiento, el acceso y la producción de
alimentos, pues lo que puede venir con estos índices de desnutrición es el
aumento de la mortalidad infantil.
Foto referencial: Cristian
Hernández
14-02-17
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