Por Froilán Barrios
El 16 de febrero de 2002 dejó
de existir Moisés Moleiro, uno de los más brillantes oradores del Parlamento
nacional, comparado por colegas legisladores con un líder adeco, prócer de la
democracia de los años cuarenta, como lo manifestara Teodoro Petkoff: “A Andrés
Eloy Blanco no alcancé a oírlo nunca; pero su fama como parlamentario desborda
esa circunstancia cronológica, y se me ocurre que si alguien se le parece, en
estos tiempos de ahora, como discurseador en el Congreso, es precisamente
Moleiro” (1987).
Sus adversarios políticos
adecos y copeyanos reconocían su mordacidad sulfúrica, a tal punto de que Tarre
Briceño reconocía que, siendo la Cámara de Diputados una permanente gallera,
donde nadie era escuchado, cuando el presidente del Congreso anunciaba la
palabra al diputado Moleiro, la algarabía cesaba, se convertía en suave y
democrático murmullo para transformarse en atento silencio; manejaba
abiertamente o sutilmente la ironía, y sabía provocar la risa sin herir y solo
como corolario o adorno de una contundente argumentación.
En el mismo tono Canache Mata
se refería a las intervenciones de Moisés, manifestando: “Yo oí de viva voz lo
que queda ahora escrito en estas páginas, en su mayor parte para cañonear a mi
partido Acción Democrática… He tenido que leer lo que antes había oído, pequeño
suplicio en el que se compensan los golpes recibidos con la gracia de que hace
gala quien los propina”.
Sus cualidades de orador
trascendieron las fronteras venezolanas, como se refiere Petkoff, a decir de
los italianos “un uomo de cultura”, en sus peripecias de noches parisinas
recitaba en discursos capítulos del Quijote, como poemas de Malraux, o de
Neruda. En fin, utilizó la pasión cervantina para interpretar lo complejo de la
naturaleza humana, la política y caricaturizarla cuando se aleja de la ética y
sus nobles fines.
Las raspaduras de piel
generadas por su discurso frente al puntofijismo no le desenfocaron de su lucha
por un sistema de libertades, cuando manifestara: “Un gobierno democrático es
mejor que una dictadura, aun tratándose de una democracia más o menos ‘mapleta’
como la que tenemos en Venezuela; pero eso no puede ser argumento para aprobar
la gestión administrativa de un gobierno” (1987).
Hoy, a quince años de su
desaparición física pero de presencia permanente, es oportuno recordarle; su
pasión de lucha con su irredento Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR,
fragua de una militancia noble que recorrió los caminos de Venezuela por lograr
una nación independiente, autónoma y soberana.
Moisés vería con suma tristeza
en lo que fue su escenario predilecto de tantas batallas y debates, el Congreso
Nacional, cómo lo ha amordazado y mutilado el chavismo gobernante. Aquel Poder
Legislativo que destituyó a un presidente, que debatía y aprobaba las memorias
y cuentas de ministros y presidentes, y censuraba gestiones ministeriales, hoy
ha sido reducido a cenizas, al ser cercenadas 55% de sus facultades, a través
del TSJ, por un régimen de abierta vocación fascista.
Estas notas son el
reconocimiento de un amigo y un discípulo, inspirado en la pose del irreverente
Moleiro, “porque me da la gana”, su manera de enfrentar los molinos de viento
de la adversidad.
15-02-17
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