Por Froilán Barrios
Difundir la sensación de
poder, de control absoluto del ciudadano hasta la eternidad, se convierte en
obsesión permanente para dictadores y pichones de dictadores también; al mismo
tiempo, refleja la inseguridad del mandato y el sentirse aborrecido por el
pueblo que supuestamente lo ungió como caudillo, sea por la gracia de un dios
creado a su imagen y semejanza o por el sincretismo de una historia fabricada
de héroes patriotas que justifiquen sus tropelías y corrupción.
Cuando Francisco Franco
pronunció su famosa frase: “Todo está atado y bien atado”, en el mensaje anual
de diciembre de 1969, lo hizo con la intención de imponer la posteridad de su
régimen e igualmente para tranquilizar a quienes suponían que la dictadura
moriría con él, como en efecto así fue, al tono que, luego de su muerte
acaecida en 1975, en las fiestas patronales de pueblos y caminos de España el
juego preferido de niños y adultos era el del tiro al facha, donde el blanco
era su foto, su gabinete y doña Carmen Polo, su esposa.
La parentela de quienes hoy
gobiernan Venezuela no dista mucho de esa estirpe de regímenes, como se
desprende de sus anuncios de que sus mandatos irían más allá de 2021, 2051,
cual tercer Reich milenario, y reafirmado recientemente con el latiguillo del
25 aniversario del 4-F: “Ahora es cuando viene revolución”. Manifestando así,
en su estilo, que jamás entregarán el poder por la vía democrática consagrada
en la Constitución Nacional.
Todo con modales para nada
republicanos, acompañados de la pose mussoliniana, de la basura ideológica y
amenaza de ejercicios militares, de demostración de cuerpos combatientes de la
tercera edad, de civiles y militares activos, quienes no aguantarían el primer
petardo de guerras convencionales, todo resumido en una puesta en escena para
amedrentar a una mayoría de la población, que ya se manifestó el 6-D de 2015
por el fin del régimen y de la gestión Maduro.
La fragilidad del régimen lo
lleva a ufanarse de una autoproclamada estabilidad, cuestionada a diario en
pueblos y ciudades, en el Metro, la buseta, en la calle, en la cola del banco,
del automercado, de la bodega de la esquina, donde no hay debate que gane
ningún vocero oficialista; por el contrario, son repudiados al punto de que
prefieren callar que atreverse a asumir públicamente su militancia pesuvista.
Eso no sucedía poco tiempo atrás.
Lamentablemente, no se ha
contado con una dirección política opositora que interprete la intención de
cambio de la población, ante la política descarada del régimen de imponer con
un fórceps el Estado comunal de clara inspiración fascista, que constituye su
estrategia y meta privilegiada; le ha faltado trajín y concepto.
Entre tanto el proyecto
gobernante se ha paseado a placer obligando a aceptar la comuna como célula de
la sociedad, aunque no exista en la Constitución; aprobando leyes orgánicas del
Poder Comunal, todas inconstitucionales, aceptadas por alcaldes, concejales y
diputados opositores como legítimas y legales. Para muestra un botón, la Ley
Orgánica del Poder Público Municipal ha sido una sastrería gubernamental
orientada a su comuna, con el silencio administrativo opositor.
Por tanto, la estrategia
electoral opositora debe ser obligatoriamente acompañada de la más amplia
unidad nacional, donde no haya invitados de galería, sino parte componente y
decisiva del proyecto de país que debemos reconstruir. Solo así las sociedades
democráticas han superado las versiones de fascismos de derecha e izquierda que
han asolado la humanidad.
08-02-17
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