Por Luis Pedro España
No es sólo lo que hace, sino
como lo dice. Hasta en mute es desagradable. Verlo gesticular y mover la boca
en forma de hocico de puerco no es más que la antesala de algún disparate. Si
no fuera porque ha sido electo a la presidencia del país más poderoso del
mundo, sólo daría risa, sería un caso curioso (como alguna vez le escuché decir
a una profesora de la Universidad de Sofía en Tokio refiriéndose a Chávez),
pero no, este señor puede revivir muchos fantasmas y pesadillas que pensábamos
que nunca más reaparecerían.
Ha llegado a la Casa Blanca
como llegó el nuestro a Miraflores, hecho todo un carrito chocón, metiéndose
con todo el mundo, ya no sólo desde sus prejuiciados impulsos contra las
mujeres, los latinos o los musulmanes, se trata de todo un coctel explosivo de
proteccionismo, racismo y nacionalismo chauvinista.
No tiene 100 días y ya su
popularidad ha comenzado a caer. Europa, especialmente la ex comunista, le
tiene pánico por sus coqueteos con Putin. Hasta el presidente del Consejo
Europeo lo ha declarado “una amenaza externa”. ¿Quién es ese chiflado con pelo
amarillo?
Por lo pronto va a ser alguien
muy despreciado por la comunidad internacional. Su decreto de prohibición de
entrada a los nacionales de 7 países musulmanes, la insistencia en lo del muro
y el abandono de los programas de libre comercio, lo convierten en un peligro
para todos. Tampoco le va muy bien en su propio país. Tras la toma de posesión,
y las manifestaciones de rechazo que provocó, han seguido protestas anticipadas
en aquellos países que se propone visitar o de aquellos que tenían previsto
visitarlo.
Pero él también es la prueba
de que ningún país, ningún pueblo, por muy aventajado que sea política o
económicamente hablando, está a salvo de que un loco ponga el carro de la
historia en retroceso y acelere afondo suponiendo que esa es la forma de echar
hacia adelante. Los principios más nobles de Occidente están en peligro bajo la
administración de este señor. La libertad, el sacrosanto principio de la
América del Norte, está bajo la amenaza de un empresario que cree que se puede
manejar un país, desde las simples recetas con las cuales manejaba sus
negocios.
Desde nuestro país, el
flamante adalid de antimperialismo, el chavismo gobernante, guarda curioso
silencio. Por mucho menos que esto cualquier progresista ya habría roto lanzas
o clavado la espada de la confrontación en el suelo. Pero no, lo último que le
hemos escuchado es que hay que darle un chance al nuevo mandatario. Tanta
moderación sorprende, de seguro se trata de alguna otra cosa.
Independientemente de la razón
por la cual el gobierno de Venezuela no ha dicho nada y no ha reclamado con la
exageración que caracteriza su política exterior, deja bastante en claro que no
es por los principios ni por ideales que éstas se orientan.
El silencio frente al
desprecio que el “señor del pelo amarillo” ha mostrado contra mucho o todo de
lo que los revolucionarios dicen defender, sólo se explica por la expectativa
que tienen por un reacomodo en la correlación internacional, algún tipo de
nuevas alianzas entre poderosos que, por pura carambola, favorezca a la
Venezuela sin acceso a ayudas internacionales.
El gobierno, interesado en un
nuevo correlato, guarda silencio ante la afrenta que hasta ahora parece
representar la nueva administración de Washington contra América Latina. Con
toda seguridad esta espera favorable no terminará en nada. La pequeña nación
petrolera que somos no se favorecerá de las relaciones entre bocazas. Pero como
la esperanza es lo último que se pierde, puede que el gobierno impulse una de
esas etiquetas que su aparato mediático posiciona como tendencia.
Quizás dentro de poco veamos
en Twitter algo como #AquiNoSeHablaMalDeTrump .
02-02-17
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