Por Arnaldo Esté
Escribo en el marco de una
crisis general con un gobierno autoritario y dictatorial que pretende hacer
todo, sea legal o ilegal, para conservarse en el poder.
Hay una ruptura ética en
crecimiento. La ética se refiere a los valores y los valores son los grandes
referentes para las decisiones y proyectos de vida. Más grave que el hambre,
que ya es bastante, es la pérdida de sí mismo, el propio extravío que le quita
el sentido a todo gesto, a toda vida.
Venezuela ha seguido un
proceso de maceración ético-cultural ecológico, de conjunción de valores en un
cierto espacio que implica grandes esfuerzos de creación y producción. Pero
ahora el gobierno se enfrenta al país sustituyendo, otra vez, creación y
producción por limosnas proselitistas carnetizadas.
Los síntomas y dolencias son inocultables,
tan así, que llevan a ser documentadas. El carnet de la patria es un
certificado de agotamiento.
La matrícula en educación
media y superior, por primera vez en la historia cae. Profesores y estudiantes
huyen.
Uno se la pasa estudiando y
proponiendo calidad educativa, pero mucho más fuerte que esas propuestas es el
desgano, esa desintegración ética, esa desesperanza.
El gobierno triunfa, el país
está derrotado, con daños duraderos. Tan así que refuerza la imagen del
gendarme necesario: al ser improductivo e infértil hay que someterse a un
caudillo. Hay un millar de generales velando esa necesidad.
En nuestras propuestas
educativas ponemos énfasis en la formación, precisando que la formación atiende
al logro y establecimiento de valores y competencias: formarse en una cultura,
la que a la vez se profundiza con el arraigo y ejercicio de esos valores y
competencias.
Las competencias van mucho más
allá de lecciones y memorizaciones. Una competencia –pedagógicamente hablando–
resulta de la convergencia en una persona o en un grupo de saberes y
conocimientos, habilidades y destrezas, experiencias y actitudes para
desempeñarse en un cierto contexto. Atiende, por tanto, a la eficacia y
eficiencia de los aprendizajes, lo que supone una práctica, un hacer.
Pero el adecuado ejercicio de
una competencia debe estar referido a valores, más aun a un sistema de valores,
a una cultura, que es la que ha estado en maceración en Venezuela. Unos valores
aún no establecidos y, por lo tanto, no expresados en instituciones. En esa
débil condición se mete el santón con sus improvisaciones y pegostes mal
digeridos de origen europeo, y, como si eso fuera poco, designa unos herederos
eficientes en destrozos, como elefantes en cristalerías. Desfiles, disfraces,
días feriados, nacimientos y renacimientos de la desplumada Pdvsa.
04-02-17
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