Rafael Luciani 16 de diciembre de 2017
La
«mentira» y la «corrupción» son signos que revelan el estado de salud de las
personas, de las sociedades; afectan a la justicia, al bien común; fomentan la
desconfianza, el chantaje, el aprovechamiento de la buena voluntad; no nos
dejan ser honrados con la realidad de los pobres. Hemos escuchado: «no roben o
engañen, ni mientan» (Lev 19,11-12) porque «la verdad nos hará libres» (Jn
8,32). Sí, pero para ello hay que vivir «desechando la mentira, cada uno
hablando con la verdad con su prójimo» (Ef 4,25). La consecuencia es clara:
sólo es sujeto y por tanto verdaderamente humano, quien habla con la «verdad».
Juan
el Bautista criticó el sistema político de su época con la metáfora «raza de
víboras» (Mt 23,33). Esto le costó su vida. Jesús denunció el comercio que
existía en torno al Templo, donde confluían actores políticos, económicos y
religiosos; los comparó con una «cueva de ladrones» (Mt 21,13), dejando al
descubierto cómo vivían de la mentira, de la corrupción, manipulando las
conciencias de los pobres, quitándoles sus bienes (Mc 12,41-44). Al final lo
matan. Quien roba y miente le quita el pan, el futuro al pobre, y torna al otro
en dependiente, porque ha convertido al «dinero» en su ídolo (Lc 16,13).
Jesús
captó que su pueblo andaba cual «ovejas sin pastor» (Mt 9,36). Nadie lo
representaba dignamente ante esta situación: el poder político lo engañaba con
duras «cargas» que apesadumbraban la vida cotidiana, y el religioso había
olvidado hablar como «profeta» y «sanar» como pastor. Uno y otro justificaban
lo que sucedía. Tenían miedo (Jn 11,48). Jesús los llama hipócritas porque eran
«semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera lucen hermosos, pero por
dentro están llenos de huesos de muertos y de inmundicia» (Mt 23,37). Habían
hecho de la mentira un modo de vida para sostenerse en el poder, olvidando la
causa del pobre, el servicio fraterno.
La
mentira deshumaniza, perturba nuestras palabras, nuestros tratos, divide a las
personas (Jn 8,44) y destruye el bien común. Herodes engañó a los sabios para
matar a un inocente (Mt 2,1-12), así como algunas autoridades acusaron
falsamente a Jesús para poder ejecutarlo (Mt 26,59).
¿Es
posible vivir de otro modo? Sí, pero hay que «cambiar». Hablar con la verdad
significa dejar de engañarnos, no tratarnos con odio, denunciar la corrupción,
ser honrados ante la realidad, no descargar la propia ira sobre otros y «decir
sí cuando es sí, y no cuando es no; porque cualquier otra cosa viene del
demonio» (Mt 5,37), es decir, acciones y palabras que «dividen», «deshumanizan»
y producen «carencias».
El
reto está en recuperar la calidad de vida con la que Dios nos creó: que vivamos
de la «verdad» y no de la mentira, gozando de «abundancia» y no de escasez,
tratándonos «fraternalmente» y sin odio. Estos tres signos devolverán la salud
a nuestras vidas.
Rafael
Luciani
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