Francisco Monaldi 16 de agosto de 2018
El
sector petrolero venezolano está colapsando. La producción está cayendo tan
rápido que se ha convertido en un gran riesgo geopolítico para el mercado
petrolero. Como más del 90% de las divisas de la economía venezolana dependen
de la exportación petrolera, la caída de la producción está empeorando lo que
ya es la peor depresión económica de la historia de América Latina. El país
está en hiperinflación, y el colapso económico ha generado una masiva crisis
humanitaria y de refugiados en la región. Más de dos millones de venezolanos
han migrado en los últimos dos años. La “reelección” de Nicolás Maduro fue
considerada como ilegítima por la mayoría del hemisferio occidental y Europa, y
Estados Unidos y otros países occidentales están aplicando sanciones contra
Venezuela. El colapso difícilmente cesará hasta que ocurra una transición
política.
Cuando
Hugo Chávez llegó a la presidencia en 1998, la producción petrolera estaba
cerca de 3,5 millones de barriles diarios (MMbd). Cuando el presidente Maduro
fue elegido por primera vez en abril de 2013, la producción petrolera estaba
cerca de 2,7 MMbd; cuando su “reelección” en mayo de 2018, la producción
llegaba a la mitad de ese nivel, aproximadamente 1,36 MMbd. El colapso se ha
acelerado rápidamente; de hecho, la mayor parte de la caída (aproximadamente
1,25 MMbd) ha ocurrido en los últimos dos años. La producción operada
exclusivamente por PDVSA, la empresa petrolera nacional, ha estado cayendo más
rápidamente y actualmente se calcula que se encuentra en 600 mil barriles
diarios (Mbd), mientras que en el 2016 se encontraba alrededor de 1,5 MMbd, y
en 3,1 MMbd para 1998. La producción operada por empresas mixtas, con socios
extranjeros, también han ido cayendo recientemente, pero menos intensamente, a
750 Mbd, de 1,1 MMbd en 2016. Incluso la producción operada por las empresas
petroleras estatales rusas y chinas han caído, aun cuando estos países le han
otorgado un financiamiento importante a PDVSA. El colapso en la producción
convencional ha sido más significativo, pero, recientemente, la producción
extrapesada también ha estado cayendo. Cerca del 60% de la producción total,
alrededor de 800 Mbd, es de petróleo extrapesado, y el país está importando
cerca de 125 Mbd de diluyentes para mezclar y reexportar el crudo diluido. Este
petróleo pesado se vende a un precio menor que el petróleo más ligero y los
márgenes de ganancia en su venta son generalmente más bajos.
Una
espiral de la muerte
Menos
de la mitad de la producción total de PDVSA, aproximadamente 550 Mbd, generan
liquidez. Más de 350 Mbd se consumen en el mercado interno subsidiado, son una
pérdida masiva; más de 400 Mbd se utilizan para pagar deudas con Rusia, China y
otros acreedores, y alrededor de 50 Mbd se venden a precio subvencionado a
Cuba. El colapso del flujo de caja ha resultado en un colapso de la inversión,
generando una espiral mortal. Los taladros operativos han caído a 28 en mayo de
2018, un nivel que no se había visto desde la huelga de 2003, menos de la mitad
del nivel en 2014-2016 y menos de un cuarto del nivel alcanzado en el pico de
producción en los años 90. Asimismo, la producción por taladro es
aproximadamente un tercio de lo que era entonces. Se estima que PDVSA debe más
de 15 mil millones de dólares a empresas de servicios y socios, además de más
de 40 mil millones de dólares en deuda financiera. A excepción de la deuda con
Rosneft, la empresa petrolera rusa, PDVSA ha incumplido con todas las demás.
Hasta no hace mucho, con pocas excepciones, los acreedores han sido pacientes y
no han demandado para cobrar, pero la paciencia está empezando a agostarse.
Venezuela y PDVSA incumplieron los pagos de algunos bonos a finales de 2017 y
es probable un incumplimiento total en 2018. Los tenedores de bonos se están
organizando para desarrollar una estrategia legal para cobrar y algunos
proveedores y clientes comenzaron recientemente a tomar acciones legales por
incumplimientos del contrato, pero las malas noticias no terminan aquí.
Recientemente, a ConocoPhillips le ha sido adjudicado un pago por 2,04 mil
millones de dólares de PDVSA, por un tribunal arbitral de la Cámara de Comercio
Internacional, como compensación por la expropiación del 2007 de sus bienes en
Venezuela. Se movieron rápidamente para embargar los bienes y cargamentos de
PDVSA en las islas holandesas del Caribe. Como consecuencia, más del 20% de las
exportaciones venezolanas se han entorpecido porque PDVSA dejó de enviar buques
petroleros a esas instalaciones y había cerca de 80 buques en aguas venezolanas
a finales de mayo, un inventario masivo acumulado. Reuters reportó que las
exportaciones venezolanas bajaron a 765 Mbd en la primera mitad de junio de
1,13 Mbd en mayo. Este tipo de problemas legales es probable que incrementen
cuando los acreedores con incumplimientos de pagos también intenten obtener bienes,
cargamentos y fuentes de ingreso. CITGO, la subsidiaria de refinación de PDVSA
en EE. UU, es un posible blanco de litigación.
El
peso internacional de las sanciones
El
Gobierno estadounidense le impuso sanciones financieras a Venezuela y PDVSA,
limitando su capacidad para emitir, reestructurar o refinanciar deudas, vender
bienes, incluyendo créditos, o para obtener dividendos de CITGO. Las sanciones
le han dificultado a PDVSA la compra de diluyentes en EUA sin pagar de contado,
obtener cartas de créditos o acumular atrasos con compañías de servicios. Las
sanciones también implican que cualquier programa de ajuste macroeconómico con
renegociación de la deuda requiere de la aprobación de Estados Unidos. Este
último se ha abstenido de aplicar sanciones petroleras; no han limitado la
exportación de diluyentes y productos refinados ni han prohibido la importación
petrolera desde Venezuela. Aunque las autoridades estadounidenses han anunciado
que estas sanciones están todavía sobre la mesa, parece poco probable que las
implementen, especialmente la prohibición de importación. La industria
petrolera venezolana se está hundiendo sin estas sanciones, así que ¿por qué
aceptarían la culpa del colapso y su impacto en el mercado petrolero,
especialmente cuando hay otras prioridades como las sanciones iraníes?
El
mercado interno
Aunque
el mercado nacional, actualmente por debajo de 400 Mbd, ha colapsado en menos
de la mitad de cuando estaba en su pico, sobrepasando el colapso en el PIB,
éste aún representa una pérdida masiva para PDVSA. El combustible de transporte
y la electricidad son “gratis” y no se llegan a cubrir ni los costos de
distribución. Refinerías nacionales están operando a menos de un tercio de su
capacidad y Venezuela ha estado importando cada vez más productos para el
mercado nacional. La producción del parque refinador nacional a principios de
junio estuvo por debajo de 500 Mbd, 144 Mbd menos que el año pasado, y el
contrabando a países vecinos continúa. A menos de que el país elimine los
subsidios energéticos, al ritmo al que la producción está bajando puede que
éste necesite racionar el consumo de energía para mantener un superávit por
exportaciones.
Una
lucha de supervivencia
La
catastrófica situación socioeconómica -el colapso del crecimiento, la hiperinflación,
el incremento de pobreza, el crimen desenfrenado y la hambruna- también está
jugando un papel en la industria petrolera. Los salarios reales, incluso
aquéllos para los trabajadores petroleros “privilegiados”, han colapsado. Los
empleados no se presentan en el trabajo, culpando la falta de transporte y la
incapacidad de PDVSA de proveerles comida, uniformes y condiciones laborales
seguras. Aquéllos que pueden, incluyendo algunos de los mejores ingenieros, se
van del país y, en total, han renunciado aproximadamente más de 20 mil
empleados en el último año. El robo de equipos se ha convertido en uno de los
principales impedimentos para operar. Desde cables y repuestos hasta equipos
multimillonarios, todo pareciera estar en riesgo. Los trabajadores han incluso
presenciado robos armados dentro de las instalaciones de la industria. La
corrupción también está muy presente, no sólo al inflar los costos, sino
también al retrasar la ejecución de incluso las tareas más sencillas. En 2017,
la administración de Maduro lanzó una campaña anticorrupción, la cual se ha
percibido como una purga de origen político, un ajuste de cuentas. Como
resultado, los últimos tres presidentes de PDVSA fueron imputados, al igual que
más de cien ejecutivos. El ya limitado equipo de profesionales con experiencia
ahora ha casi desaparecido. La “solución” de Maduro fue militarizar la
industria petrolera. Un general de la Guardia Nacional sin ninguna experiencia
relevante fue designado como ministro de Petróleo y el director general de PDVSA.
La
remota posibilidad de un plan de recuperación
En
junio, el Gobierno anunció un “plan” para incrementar la producción en un
millón de barriles diarios en un año. El objetivo es la reactivación de casi
mil pozos inactivos usando contratos de servicios. Los detalles son poco
claros, pero parece que los contratistas recuperarán costos con los nuevos
barriles de producción y recibirán una prima por los barriles adicionales a una
base de referencia. Propuestas similares han sido anunciadas en el pasado sin
ningún logro concreto y esta vez es poco probable que se generen resultados
mucho mejores. La situación de flujo de caja está peor y la compañía carece de
recursos humanos para supervisar apropiadamente dicho programa. El Gobierno
cambió la ley para darle al ministro de Petróleo poder absoluto para firmar y
modificar contratos sin la aprobación de la legislatura controlada por la
oposición. Esto podría otorgarles una oportunidad para desarrollar alguna
estructura “creativa” que garantice los pagos a los contratistas de maneras que
no estaban permitidas anteriormente. Pero, como cabe esperar, dado el registro
histórico de decepciones, hay escepticismo sobre la habilidad de PDVSA para
implementar el plan.
Las
incertidumbres del mercado global
Debido
al colapso de la producción, Venezuela está sobrecumpliendo con los cortes de
la OPEP en más del 700%. Eso ha ayudado a alcanzar los objetivos de la OPEP de
reducir el inventario acumulado, balanceando al mercado petrolero mundial y
ejerciendo una presión alcista en el precio del petróleo. Asimismo, es poco
probable que Venezuela revierta esa baja pronto. La situación de Venezuela,
junto al anuncio de EUA sobre nuevas sanciones a Irán, forzó a la OPEP a
revisar el acuerdo con Rusia y otros países no pertenecientes a la OPEC,
incrementando el tope de producción.
La
caída de producción de petróleo pesado en Venezuela, junto a la de México, ha
afectado la oferta de petróleo pesado a las refinerías en la Costa del Golfo de
EUA (USGC). Estas refinerías fueron diseñadas para una dieta de petróleo
pesado, y han estado buscando alternativas de suministro. Según Platts, USGC
importó de Venezuela aproximadamente 249 Mbd de crudo pesado en los primeros
cinco meses de 2018, disminuyendo de 530 Mbd en el mismo periodo de 2017 y 659
Mbd en 2016. La exportación del crudo canadiense al área de la USGC ha
incrementado de 336 Mdb en enero a 530 Mdb en junio, pero la falta de
infraestructura para transporte limita la capacidad de Canadá para cubrir la
brecha de suministro. Hasta que se construya el oleoducto de Keystone XL, el
cual le proporcionará alrededor de 800 Mdb de petróleo canadiense directamente
a la USGC, las importaciones de petróleo pesado desde el medio oriente,
particularmente Irak, tendrían que aumentar. Venezuela tiene incentivos para
exportar a EUA la mayor cantidad posible de su escasa producción porque es su
mercado más rentable y el único que genera flujo de caja significativo. La
mayor parte de las exportaciones a Asia, y especialmente a China, están
destinadas a pagar las deudas. De hecho, el CSIS informa que, desde marzo, las
exportaciones a China han disminuido, mientras que una gran parte de las
exportaciones se han enviado a USGC y a la India. Sin embargo, la realidad del
colapso de la producción venezolana, junto a las dificultades para obtener
diluyentes y los efectos negativos de las sanciones financieras, hace más
probable que haya un incremento en la escasez de petróleo pesado en USGC. Como
consecuencia, la divergencia de precios entre crudos ligeros y pesados
continuaría cayendo, potencialmente reduciendo la rentabilidad de las
refinerías de USGC. Reuters informó recientemente que Venezuela no estaba
cumpliendo la mayoría de sus compromisos contractuales con sus clientes. En
abril, el compromiso de suministro contractual con clientes estadounidenses fue
aproximadamente de 600 Mbd y PDVSA ni siquiera cumplió con la mitad. Los
compromisos contractuales con India y China también fueron parcialmente
incumplidos y sólo los compromisos con Rusia fueron alcanzados. Es
particularmente sorprendente que, según Reuters, Venezuela estaba comprando a
terceros para cumplir sus compromisos de crudo subvencionado con Cuba, una
decisión bastante costosa que sólo puede explicarse por intereses políticos.
Dos
caminos divergentes
De
cara al futuro, el régimen y la industria petrolera venezolana enfrentan dos
caminos radicalmente divergentes. El primero requiere un programa de
estabilización macroeconómica con una reestructuración de la deuda y el apoyo
del FMI y de la comunidad internacional. También requiere masiva inversión
extranjera en la industria petrolera. Para aumentar la producción en
aproximadamente 200 Mbd por año, Venezuela necesitaría invertir en promedio
cerca de 20 mil millones de dólares al año por una década y el Gobierno
venezolano sólo podría financiar una pequeña fracción de ese monto. Para atraer
inversiones extranjeras, se necesitaría una reforma petrolera que ofrezca
credibilidad institucional y contractual. Tal camino sería impensable sin la
cooperación de EUA y otros países occidentales, levantando sanciones a cambio
de pasos significativos para reestablecer la democracia constitucional. Sin un
plan de esta naturaleza, pareciera casi imposible parar la hiperinflación
reanudar el crecimiento económico y recuperar la producción petrolera. Por
supuesto, no hay ninguna señal de que el régimen estaría dispuesto a negociar
dicho trato, uno que debilitaría su control del poder.
En el
otro camino la producción petrolera continúa disminuyendo; los acreedores
arrinconan al país, incautando activos, cargamentos y flujos de ingresos; las
compañías occidentales tienen un papel decreciente en el sector petrolero;
Rusia y China incrementan su rol en la exportación de crudo venezolano y,
renuentemente, se convierten en los más grandes operadores de la declinante
industria petrolera; el país se aísla políticamente, y el masivo éxodo de
inmigrantes a la región continúa.
No
pareciera haber mucho espacio para un punto intermedio. Quizás un gran
incremento en el precio del petróleo podría hacer menos dramático el segundo
escenario. Incluso una transición dentro del régimen, la cual podrían ver como
favorable algunos aliado claves, requeriría moverse hacia el primer camino para
evitar el segundo. La pregunta, entonces, es ¿puede ser políticamente
sustentable el segundo camino? Parece inverosímil, pero no puede ser
descartado. La ruta electoral se ha cerrado, las conspiraciones militares
contra Maduro han sido decisivamente aplastadas y las presiones internacionales
parecen haber tenido poco efecto en el régimen. Por ende, el futuro de
Venezuela y su industria petrolera lucen sombrías.
¿Dónde
está el fondo?
Hasta
hace poco más de un año, la producción de empresas mixtas había demostrado
mucha más resiliencia que la de PDVSA. Además, la producción de petróleo
extrapesado, con poco riesgo geológico, había compensado parcialmente el brusco
descenso en campos petroleros convencionales. Como consecuencia, se esperaba
que la disminución de la producción se ralentizara y asintóticamente alcanzara
cierto nivel, por ejemplo, 800-900 Mbd, que está cerca de los niveles de la
“producción sostenible” de las empresas mixtas. Sin embargo, el año pasado ha
puesto a prueba algunos de estos supuestos. La producción de las empresas
mixtas está cayendo y la infraestructura para aumentar el crudo extrapesado
diluido no ha sido desarrollada. Todos los problemas descritos anteriormente,
de recursos humanos, los robos, sanciones, etc., no parecieran tener un fin
cercano. Por ende, ciertos analistas han empezado a hacer predicciones
apocalípticas: que Venezuela se convertirá en un importador neto de petróleo en
2019, que las refinerías en Venezuela operarán principalmente con petróleo
importado, que Venezuela deberá retirarse de la OPEP. El problema con esas
proyecciones es que si Venezuela no exporta, no podrá importar nada. Entonces,
el país no puede convertirse en un importador neto de petróleo. Así que, el
Gobierno tendrá que hacer todo lo que pueda para mantener las exportaciones y
cierto flujo de caja. Es una cuestión de supervivencia. Parece poco probable
que puedan estabilizar la producción, mucho menos revertir su caída, pero quizás
puedan ralentizarla y reducir el consumo interno para permitir más
exportaciones. Al ritmo actual de caída, la producción podría alcanzar el
umbral de un millón de barriles diarios para el fin de 2018. No está muy claro
dónde se encuentra el “fondo” del nivel de producción. Todo apunta hacia abajo,
pero el Gobierno deberá reaccionar o si no éste también colapsará.
Francisco
Monaldi
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