Por Henrique Capriles
Una vez más el aparato
comunicacional del régimen se ha encargado de desviar la mirada de la opinión
pública para ocultar su rotundo fracaso. Esta vez lo han hecho ejerciendo, con
una crueldad incomparable, la persecución, la incriminación e incluso el
secuestro de líderes políticos que forman parte de las filas en las que se
defiende el derecho a la democracia y a la justicia.
Teniendo el país a punto de
paralizarse, no por un paro general sino por la inoperancia y la corrupción del
aparato público, el régimen ha decidido emprender una torpe épica de la
violencia con incriminaciones y violaciones de los Derechos Humanos que
escondan bajo la alfombra la ingobernabilidad en que hundieron a la Nación.
Y es evidente que su
estrategia les da algunos resultados. Ejercen su Poder de una manera despiadada
y se benefician de la falta de articulación que padecemos en las fuerzas
democráticas, donde una unidad que no termina de concretarse es atacada con
acciones como éstas cada vez que al gobierno le urge fracturarnos.
Hemos manifestado nuestra
solidaridad con los Diputados Juan Requesens y Julio Borges. Somos personas que
hemos asumido el reto de confrontar políticamente a un régimen criminal con
apoyo de una cúpula militar que no quiere soltar el Poder. Eso es una decisión
que, históricamente confronta con circunstancias como las que ahora estamos
viviendo. Y no cesarán.
Por eso es importante
hacerle ver a cada venezolano que en Venezuela ya no es necesario ser un líder
ni un activista para ser un perseguido político. Debe saberlo cada una de las
personas que nos lee y que nos apoyan o critica. Debe saberlo todo aquel con
quien tengas la oportunidad de hablar, para que lo interiorice. Sostener esta
la lucha por los derechos y las libertades es una labor que nos pone a todos
bajo amenaza. Cuando eso sucede debemos enfrentarlo con cohesión, sin
mezquindades y con la consciencia puesta en que no existe otra manera, porque
en todo totalitarismo cada ciudadano es un perseguido político.
Son perseguidas políticas
las madres de familia, cuando los cómplices del partido de gobierno las
extorsionan para que puedan tener acceso a una caja de comida, que con
dificultad pueden pagar y de la cual depende la alimentación de sus hijos por
culpa de la escasez y la hiperinflación.
Son perseguidos políticos
los trabajadores de la salud y las enfermeras, a quienes han decidido matar de
hambre y de mengua, al pretender silenciar un paro nacional que cualquier gobierno
decente atendería como una emergencia prioritaria.
Son perseguidos políticos
los trabajadores de las empresas del Estado, a quienes no se les permite
reclamar salarios dignos ni denunciar las situaciones de corrupción e
incumplimiento de contrato, bajo la amenaza del patrono más cruel que puede
tener un obrero en Venezuela: el gobierno.
Son perseguidos políticos
los pacientes que dependen de un medicamento de alto costo y cualquiera que
tenga una situación de salud comprometida. Son perseguidos políticos los
abuelos y abuelas que dependen de una jubilación hambreadora que los somete a
episodios de maltrato. Son perseguidos políticos los empresarios expropiados,
los expropiables y los que padecen la incapacidad de producir en medio de la
crisis.
Son perseguidos políticos
los transportistas, los educadores, los funcionarios públicos, los obreros, los
sindicalistas honestos, los trabajadores de la cultura, los periodistas de
investigación, los analistas, los periodistas, los inversionistas, los emprendedores,
los activistas de ONGs, los estudiantes universitarios, los académicos, los
líderes comunitarios.
Cada uno de los ciudadanos
que queremos generar el cambio, sea de la tendencia política que sea, hoy es un
perseguido político.
El gobierno ha decidido
incriminar y perseguir a quien sea necesario, con tal de no poner en evidencia
el rotundo fracaso de un modelo político que sólo ha generado pobreza,
corrupción, miseria y hambre. La simple idea de perder el Poder les genera un
miedo enorme. El asunto es que no se trata de un miedo que los mueva a huir o a
renunciar, como quieren hacer ver muchos. Se trata de un miedo que los ha
llevado al punto de atacar con lo único que les queda a mano: la violencia.
Con violencia pretenden
fracturar nuestra lucha y cualquier coalición que se pueda generar en una
dirección común. Con violencia, empujan a nuestros hermanos a irse del país en
condiciones deplorables. Con violencia, violan sistemáticamente nuestros
Derechos Humanos para lograr sus objetivos. Con violencia, el aparato
propagandístico inventa una farsa tras otra. Con violencia, el aparato
comunicacional ha decidido crear un clima de opinión. Con violencia, los
responsables de la crisis han amenazado a Julio Borges. Con violencia, el
aparato policial se llevó al diputado Juan Requesens secuestrado de su propia
casa.
Y aquí es necesario hacer
una aclaratoria: además de que nadie tiene noticia de una orden judicial que
justifique una acción policial que no es otra cosa que un secuestro, se tiene
por nula cualquier declaración hecha en condiciones de desaparición, sin
presencia de abogados y bajo coacción de cualquier tipo. La grabación de videos
con declaraciones hechas en estas condiciones se ha convertido en una práctica
común por los esbirros del aparato parapolicial de Nicolás Maduro, pero siempre
con una intención comunicacional. Ni siquiera pueden utilizarlo como pruebas en
las comparecencias: lo único que les interesa es la bulla, lo mediático, la
humillación y la mentira.
En política existe una
máxima que ha sido confirmada por la historia: todo lo que se logra con
violencia sólo puede ser defendido y sostenido con violencia.
Ha quedado demostrado que la
violencia es el único mecanismo que les queda para hacernos ver que ellos “son
los que mandan”, como han hecho durante décadas las dictaduras africanas y
latinoamericanas, con la intención de instalar un mito terrible: que sólo ellos
estarán en el Poder para siempre y que todo está perdido.
Secuestros y detenciones
como los vividos por Juan, y por cada uno de los presos políticos que mantienen
en sus mazmorras de las policías políticas del régimen de Nicolás Maduro, son
pensadas para instalar en los venezolanos ese miedo que los haga creer que el
cambio no es posible.
Tanto logran instalar esa
idea que olvidamos sus fracasos rotundos: no pudieron hacer el Censo de
Transporte, les ha sido imposible aplicar la reconversión monetaria, han
perdido la mayoría del apoyo internacional, están a punto de perder un activo
tan importante como CITGO, el congreso de su partido fue un fracaso y el
intento de magnicidio que denunciaron, además de no haber despertado el apoyo
del Pueblo venezolano y la reacción internacional que deseaban, ha puesto en
evidencia su intención de perseguir y apresar a las piezas del juego político.
Y que no se nos olvide que
en el caso de Juan estamos hablando de un diputado, de una violación a su
inmunidad parlamentaria de alguien que fue electo por el pueblo de Táchira para
que los representara, hecha desde esa inconstitucional mentira llamada asamblea
constituyente.
Sabemos que en el gobierno
tienen terror de perder el Poder. Así que es la violencia lo que les permite
mantener sus guisos, pero el pueblo venezolano está por encima de eso. Desde
nuestras filas nadie está dispuesto a sacrificar su dignidad.
Aun así, hasta los más
crueles dictadores han sido derrotados. Sin embargo, sería una
irresponsabilidad, una falla estratégica inadmisible, no admitir que la
violencia es un terreno donde ellos son superiores a nosotros. Eso sería
mentirle a la gente. Y nosotros no estamos dispuestos a eso. Así digan algunos
que admitirlo es impopular. Es demagogia pura venderle al país el humo de una
rebelión armada, de una invasión, de un supuesto golpe militar. Es
irresponsable hablarle de renuncias y caídas a quienes hoy en día todavía
dependen de una bolsa de comida subsidiada. Es mentirle a la gente. Y eso en
política siempre se paga.
Si el efecto más
significativo de esa violencia con la que el gobierno nos persigue y amenaza es
el miedo, ese miedo sólo podrá ser vencido desde las fuerzas democráticas si
logramos demostrar que estamos listos para ser gobierno y que sabemos qué es lo
que hay que hacer.
Sin abandonar los otros
terrenos de lucha, como esos que implican denunciar las violaciones de los
Derechos Humanos, incidir en la opinión internacional, así como atender el
hambre, la violencia y la crisis de salud desde donde lo permitan nuestras
estructuras, ahí es donde debemos fortalecernos en este momento: en demostrar
que somos una mejor opción y que estamos dispuestos a poner en marcha una nueva
manera de entender la política que pueda revivir la esperanza de que el cambio
es necesario, pero sobre todo posible.
Sólo así espantaremos el
miedo que el gobierno insiste en sembrarnos. Y aquí me hago eco de unas palabras
del propio Juan: no permitamos que el miedo nos obligue a arrodillarnos ante
quienes quieren fracturarnos la moral. No lo permitamos: hagamos lo que sea
necesario para que ese cambio político por el cual llevamos años luchando se
transforme en una verdad incuestionable.
Si no lo logramos, si no lo
hacemos pronto, no habremos honrado cada esfuerzo sostenido, cada victoria
alcanzada, cada libertad perdida, cada esperanza sembrada, cada muerte
padecida.
Es nuestra responsabilidad.
Y sé que los venezolanos no estamos dispuestos a evadirla ni a dejarnos
intimidar. ¡Vamos venezolanos! Como dijo el poeta Mario Benedetti “No te
rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento. Aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños”.
¡Que Dios bendiga a nuestra
Venezuela hoy, mañana y siempre!
12-08-18
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