Papa Francisco 11 de agosto de 2018
Evangelio
según San Mateo 17,14-20
La
curación de un endemoniado epiléptico: "Cuando se
reunieron con la multitud, se le acercó un hombre y, cayendo de rodillas, le
dijo: "Señor, ten piedad de mi hijo, que es epiléptico y está muy mal:
frecuentemente cae en el fuego y también en el agua. Yo lo llevé a tus
discípulos, pero no lo pudieron curar". Jesús respondió: "¡Generación
incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que
soportarlos? Tráiganmelo aquí". Jesús increpó al demonio, y este salió del
niño, que desde aquel momento quedó curado. Los discípulos se acercaron
entonces a Jesús y le preguntaron en privado: "¿Por qué nosotros no
pudimos expulsarlo?" "Porque ustedes tienen poca fe, les dijo. Les
aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta
montaña: "Trasládate de aquí a allá", y la montaña se trasladaría; y
nada sería imposible para ustedes" Palabra del Señor
Reflexión
del Papa Francisco
El
Señor, ¿qué cosa nos responde? Responde: "Si tuvieran fe como un grano de
mostaza, habrían dicho a este sicómoro: "Arráncate y plántate en el
mar", y les habría obedecido".
La
semilla de la mostaza es pequeñísima, pero Jesús dice que basta tener una fe
así, pequeña, pero verdadera, sincera, para hacer cosas humanamente imposibles,
impensables. ¡Y es verdad!
Todos
conocemos a personas sencillas, humildes, pero con una fe fortísima, ¡que
verdaderamente mueven las montañas!
Pensemos
por ejemplo en tantas mamás y papás, que afrontan situaciones muy pesadas; o en
ciertos enfermos, incluso gravísimos, que transmiten serenidad a quien los va a
visitar.
Estas
personas, precisamente por su fe, no se vanaglorian de lo que hacen, es más,
como pide Jesús en el Evangelio, dicen:
"Somos
siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer" (Lc 17,10)
¡Cuánta
gente entre nosotros tiene esta fe fuerte, humilde, y que hace tanto bien!
[...] Cada
uno de nosotros, en la propia vida de cada día, puede dar testimonio de
Cristo, con la fuerza de Dios, con la fuerza de la fe.
Con la
fe pequeñísima que nosotros tenemos, pero que es fuerte, con esa fuerza dar
testimonio de Jesucristo, ser cristianos con la vida. ¡Con nuestro testimonio!
¿Y
cómo tomamos esta fuerza? La tomamos de Dios en la oración. La oración
es la respiración de la fe: en una relación de confianza, de amor, no
puede faltar el diálogo, y la oración es el diálogo del alma con Dios. (Reflexión
antes del rezo del Ángelus, 06 de octubre de 2013)
Oración
de sanación
Mi
Señor, quiero que vengas hoy con todo tu poder y aumentes en mi alma la
grandeza de amarte por encima de todo, que nada pueda separarme de Ti.
Que
pueda tener una cercanía profunda contigo en la oración. Fortalece mi fe de
manera tal que sea capaz de derribar muros y producir obras de amor.
Toca
mis sentidos y afínalos para que estén siempre atentos a cada milagro que pones
ante mí. Que mi vida vuelva a recobrar sus fuerzas para servirte.
Quiero
confiarme a Ti por entero, porque quien a tus brazos se entrega con fidelidad,
puede tener la certeza que no quedará defraudado.
Quiero
vivir una fe abierta desde el corazón, que arda de deseo hacia Ti y sea capaz
de calmar tormentas y cambiar situaciones difíciles en oportunidades.
Arranca
de mi corazón toda duda y temor que no me permita encontrarte en medio de las
circunstancias que a diario vivo.
Te
abro mi corazón para que tu Santo Espíritu venga y haga morada en él, que
purifique y sane todo dolor, frustración, desespero y miedo.
Oh mi
Dios, Tú mejor que nadie conoces que es lo que necesito. Bendíceme para que mi
fe sea firme y viva entregado en amor a Ti y a los demás. Amén
Propósito
para hoy
"Haré
un esfuerzo especial en mis conversaciones para no sólo evitar hablar mal de
los demás, sino que resaltaré sus cualidades
Frase
de reflexión
"Hemos
de cuidar la tierra para que siga siendo, como Dios quiere, fuente de vida para
toda la familia humana". Papa Francisco
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