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miércoles, 3 de abril de 2019

Maslow y el socialismo chavista, por @tulioramirezc




Tulio Ramírez 03 de abril de 2019

El psicólogo estadounidense Abraham Maslow (1908-1970) fue el fundador de la llamada Psicología Humanista. Entre sus aportes teóricos quizás el más reconocido sea el de la Teoría de las Necesidades. De acuerdo con ella la satisfacción de las necesidades más básicas (respiración, alimentación, descanso, sexo) da lugar al surgimiento de necesidades superiores como las de seguridad, afiliación, reconocimiento y autorrealización. Así, una vez cubiertas las necesidades fisiológicas más básicas, procuramos satisfacer otras como la seguridad, vivienda, salud, amistad, afecto, hasta las llamadas necesidades del espíritu como la creatividad, el arte, entre otras.

No pretendo en este artículo dar un tratado de psicología, ni mucho menos. La referencia a Maslow sale a colación debido a que los venezolanos estamos involucionando en la escala de necesidades, a los niveles básicos. El socialismo del Siglo XXI en poco menos de 20 años destruyó por completo un proceso de crecimiento cultural que, con sus altibajos y fundadas críticas, convirtió a Venezuela en una de las referencias regionales y, por qué no, mundiales, en las artes, la educación, la salud, la política, el deporte, la literatura y sobre todo en el don de gente de nuestro pueblo.

Hoy, la mayoría de los venezolanos emplean todas sus energías en la procura de la sobrevivencia. La búsqueda diaria del sustento alimentario ha dejado de lado la rica, extensa y diversa actividad cultural que siempre nos caracterizó como pueblo.

Algunas cifras son espeluznantes. Para 1998 Venezuela aportaba a América Latina el 4,8% de los artículos científicos producidos en la región, en 2019 este aporte es de menos del 0,1%. Hasta hace unos años el 80% de esta producción científica se generaba en las universidades nacionales, hoy estas instituciones están en un estado de precariedad calamitoso por efectos de presupuestos que no cubren ni el 10% de sus necesidades. En materia de salud cada vez son menos los egresados en medicina y la cifra de estudiantes de postgrado son ridículas. La industria editorial está prácticamente cerrada y la importación de libros es inexistente. Cada vez hay menos lectores de prensa no solo por los altos costos de los periódicos y las suscripciones digitales, sino porque la mayoría de los medios son folletos propagandísticos del gobierno. La rica vida teatral desapareció, quedan algunos héroes que hacen de tripas corazón para brindar algún espectáculo.

El Sistema de Orquestas Simón Bolívar, referencia mundial, es un programa que se mantiene porque el régimen lo utiliza como vitrina ganando indulgencias con escapulario ajeno. En materia deportiva, las medallas se nos alejan cada vez más. La malnutrición de nuestros deportistas amateurs está cobrando con creces en reveses deportivos. Subirse a un pódium es cada día más difícil. Nuestros pintores, escritores, investigadores, intelectuales y cantantes tuvieron que huir al exterior buscando mejores destinos.

Cada día vemos más gente comiendo directamente de los containers de basura. Ya no solo se observan a indigentes y niños de la calle, también gente de los sectores populares y clase media quienes, discretamente, hurgan en los desechos de los mercados populares para hacerse de algunas verduras en buen estado. Según la encuesta ENCOVI el venezolano ha perdido un promedio de 11 kilos de peso en los últimos tres años. Por las calles se ven los transeúntes famélicos y con la mirada perdida, la desnutrición hace mella en nuestra sempiterna alegría. Ya nadie invita a nadie a su casa, los pocos alimentos hay que conservarlos con celo. Esto ha pulverizado la malla social que durante siglos fue tejiendo eso que se ha llamado, la venezolanidad.

El socialismo del Siglo XXI ha sido un modelo que le quitó colores a nuestra forma de vida. Hoy día Venezuela es un país que va de gris a oscuro.

Esa imagen que nos vendió Hollywood para representar a los países ubicados tras la cortina de hierro con calles oscuras y desoladas, de alcantarillas humeantes y gente caminando rápido y alerta buscando la seguridad del hogar, definitivamente no era una exageración propagandista. Camine usted por Caracas a las 8 de la noche y constátelo.

Tulio Ramírez

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