Juan Guerrero 10 de octubre de 2019
@camilodeasis
El
entorno idiomático donde el venezolano de este siglo se desenvuelve es cada día
más grotesco, incoherente, soez y vulgar. Son estas y otras más, las
características que distinguen a todo régimen totalitario, que como el
chavizta-socialista impera en Venezuela.
El
lenguaje del venezolano de estos tiempos en su generalidad está siendo
sustituido por la vulgaridad de quien habita en las catacumbas de la
obscenidad. Es que el lenguaje que portamos refiere al sistema
ideológico-político que representamos. Porque el lenguaje del totalitarismo
ciertamente, constituido desde la arbitrariedad, conlleva un discurso aberrante
que asume la violencia, tanto de la palabra escrita como aquella oral, para
establecer la verdad única que debe ser obedecida y temida.
Por
eso el lenguaje del totalitarismo jamás construirá ciudadanía ni ciudadanos
libres para vivir y convivir en una sociedad democrática. Sólo es capaz de
permitir que el ser humano habite espacios controlados, como campos de
concentración donde el lenguaje es referente de actos de sobrevivencia.
El
venezolano está conviviendo desde hace poco más de 25 años con un lenguaje que
le es hostil y desnaturaliza sus actos de habla en su propia cotidianidad. El
neo lenguaje del totalitarismo progresivamente ha ido imponiendo usos y
costumbres de lo soez, vulgar y chabacano, tanto en el idioma como en gestos,
entonación y gesticulación, en niños, jóvenes y adultos.
El
hablante venezolano es un homofoneticus encarcelado en la banalización de un
lenguaje que lo niega como ciudadano. Una caricatura que desvirtúa la
tradición, principios y valores y le impide acceder, tanto a los instrumentos
de reflexión del saber como la posibilidad para librarse de ese encadenamiento.
El
entorno idiomático del venezolano no es el más favorable. Desde cualquier
ángulo donde el venezolano se pueda desenvolver, está expuesto a la degradación
idiomática. Esta fractura del idioma no está focalizada solo en los estratos
sociales más bajos, C-D, se observa en todas partes. Desde profesionales de las
ciencias médicas, docentes universitarios, artistas, deportistas, hasta
periodistas, y demás habitantes de la comarca nacional.
Como
hemos escrito antes, la fractura idiomática comporta el quiebre de valores y
supone la instalación de otros principios que son parte de ese canibalismo
idiomático que se llama régimen totalitario chavizta-socialista.
Son
actitudes, aptitudes, maneras y formas de comportamiento que asumen, tanto
quienes directamente apoyan políticamente dicho régimen, como muchísimos
opositores que lo adversan. Estamos hablando de una epidemia de vulgarización
de los actos de habla en el venezolano. Sea por descuido, por ruptura de los
procesos de comprensión y crítica en la lectura-escritura y su pragmática. Sea
porque ha sido un plan desarrollado a propósito para impulsar proyectos de
dominación sobre la población. Lo cierto es que la sociedad venezolana está
presentando en la actualidad un peligro evidente de desarticulación en su base
cultural, como consecuencia de su quiebre idiomático.
Esto
si bien no hará desaparecer a nuestro idioma, en lo inmediato sí le presenta
como realidad impuesta que trastoca el cultivo del ser nacional, en sus valores
y principios que han sido transmitidos ancestralmente.
Y
es que la carga de violencia que prevalece en el usuario del español
venezolano, rige como característica, sea usada como defensa a su condición
humana, sea para agredir al semejante.
La
agresividad en el lenguaje es un referente importante que se observa en el
hablante. Tanto en el uso de la obscenidad como lo soez para comunicarse. Si
bien puede comprenderse esta característica, por la violencia imperante que
viene marcada desde el mismo Estado a través de su dirigencia política e
institucional en general, no podemos justificar ni menos aceptar tanta afrenta
contra nuestra lengua nacional.
Es
lastimoso, doloroso que nuestro propio entorno familiar, profesional, de
amistades y conocidos esté penetrado por el lenguaje violento, agresivo y
denigrante, que humilla y degrada la condición humana.
Porque
la agresividad en el uso del lenguaje, la carga de violencia implícita en la
comunicación, sea verbal o no verbal, gestos y modismos, denotan a un hablante
que habita un universo idiomático medianamente comprensible. Ese usuario
idiomático ni es ciudadano ni mucho menos defensor real de una vida marcada por
valores y principios democráticos.
Esa
es la lógica idiomática de vulgarización y barbarismo del neo lenguaje del
totalitarismo que siempre busca controlar, rebautizando con terminología seudo
científica, lo que ya ha sido nombrado y asumido como valor en el lenguaje
nacional.
Volver
al rigor idiomático, su tradición de valores y principios, será el camino para
establecer un sistema de vida democrática donde el individuo asuma, como
ciudadano y hablante del español venezolano, la responsabilidad de defensa de
su destino cultural.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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