Luis Manuel Esculpi 15 de octubre de 2019
@lmesculpi
Es
innegable que Nicolás y sus aliados latinoamericanos hicieron todo lo posible
por incidir en la crisis política y social en el Ecuador, pretender negarlo
sería tan absurdo como atribuirle a una maquinación del Foro de Sao Paolo el
origen y desarrollo de los acontecimientos en ese país.
No
es verdad que la ejecución de planes de esas características funcionen como un
mecanismo de relojería, existe una especie de mito en cuanto a la capacidad de
organizar acciones masivas al detalle, desconociendo así las causas que
originan esas movilizaciones de gran descontento popular. La fantasía también
está presente en quienes al analizar “el caracazo”, pretenden asignarle a una
rigurosa planificación los sucesos de febrero del año 89, desconociendo el
carácter espontáneo de esa inmensa conmoción social.
A
ese mito también ha contribuido la versión del chavismo, cuando sitúa los
acontecimientos del inicio del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez como
antecedentes de la acción golpista de febrero del 92, nada más lejos de la
verdad, ese cuento solo es un pretexto para pretender justificarse, parte
importante de los oficiales que actuaron en el golpe, tres años antes
participaron de la sangrienta represión desatada en las zonas populares
caraqueñas.
En
Ecuador las protesta de los indígenas tenían un basamento real,
independientemente que a posteriori algunos sectores la han distorsionaran
efectuando actos de vandalismo, como suele suceder cuando se producen estas
explosiones sociales, donde la delincuencia intenta valerse del conflicto para
hacer de las suyas.
El
desenlace del conflicto ecuatoriano-hasta el momento- ha demostrado la
existencia de razones válidas que motivaron las protestas, la propuesta del
presidente Lenin Moreno de dialogar con las comunidades indígenas, hasta el
punto de llegar a un acuerdo para derogar el decreto cuestionado y diseñar uno
nuevo. En la negociación mediaron la ONU y la Conferencia Episcopal, donde se
designó una comisión integrada por representantes del gobierno y de los
indígenas para elaborar el nuevo decreto.
Con
esta inteligente flexibilización, el presidente da un paso atrás, que le
permitirá retomar la iniciativa política, avanzar en su proyecto obteniendo
consensos, poniendo fin a la confrontación y aislando a Correa quien pretendía
sacar provecho del cuadro político planteado.
La
comprensión de la naturaleza de las crisis, de la necesidad de propiciar
alternativas resulta fundamental en la resolución de conflictos, algunos de
ellos para no prolongarse causando perjuicios innecesarios requieren de una
salida negociada. No nos cansamos de repetir que en última instancia la
solución a la gravísima crisis integral de nuestro país será a través de un
proceso de negociación, mientras más tarde se produzca mayor será el
sufrimiento de los venezolanos.
Está
suficientemente demostrada la incapacidad de Maduro y compañía de producir un
cambio de rumbo que nos permita superar el desastre actual, ello sólo será
posible con el cambio político, las fuerzas democráticas de la Asamblea
Nacional que respaldan a su presidente formularon una propuesta en las
negociaciones de Barbados, que puede constituir la solución, ella está en sus
manos y se ha hecho del conocimiento público; al ser presentada se levantaron
de la mesa y hasta ahora -que se sepa- no han dado repuesta.
La
actitud inteligente del primer mandatario ecuatoriano debiera ser emulada por
estos lares, lamentablemente Maduro y el grupo más próximo, en su obsesión por
aferrarse al poder, pretenden -por ahora- seguir el ejemplo de quienes aún a
costa del sacrificio de sus pueblos, se enorgullecen de resistir a toda costa
en función de su más preciado objetivo. El panorama que se vislumbra no le
permitirá resistir y más temprano que tarde, se verá obligado a negociar una
solución como la que ha sido propuesta.
Luís
Manuel Esculpi
@lmesculpi
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