ALONSO MOLEIRO 01/06/2013
Las
pataletas de Maduro, Jaua, Cabello en contra de Bogotá no sólo han sido
expresadas en términos pobrísimos y rudimentarios: son inaceptables, tanto para
el gobierno colombiano, como para una cantidad gigantesca de venezolanos que
votaron por Caprilesi y que lo ven como su líder natural en esta circunstancia
¿Qué habría pasado en el alto gobierno
si a Colombia se le hubiera ocurrido plantearle al país una crisis diplomática
en virtud de las incontables ocasiones en las cuales Hugo Chávez recibió en su
despacho a Piedad Córdova o a los jefes militares de las FARC?
Las pataletas de Nicolás Maduro, Jaua,
Cabello en contra de Bogotá no sólo han sido expresadas en términos pobrísimos
y rudimentarios: son inaceptables, tanto para el gobierno colombiano, como para
una cantidad gigantesca, hoy mayoritaria, de venezolanos que votaron por
Henrique Capriles Radonski y que lo ven como su líder natural en esta
circunstancia.
Hablemos con claridad: el discurso de
Capriles en Bogotá está destinado, casi por obra de la gravedad, a
desenmascarar las muchas imposturas y engañifas que el gobierno de Venezuela le
quiere imponer a la opinión pública de la nación hermana, y que el presidente
colombiano Santos sobrelleva forzado por las obligaciones diplomáticas y los
intereses comerciales que cimientan parte fundamental de las relaciones entre
ambas naciones.
Circunstancia ésta que va bastante más
allá de desenmascarar la actitud especuladora y farsante de las autoridades
electorales de este país, y la complicidad descarada del resto de los poderes
públicos respecto a los dudosos resultados del pasado 14 de abril.
Capriles va a Bogotá a relatarle a los
colombianos, pero también, por añadidura, a la opinión pública internacional,
que vivimos en una nación millonaria incapaz de producir nada, saqueada por una
sórdida red de corruptelas con ropaje patriotero, en la cual no se consiguen
insumos fundamentales en los mercados, y que, luego de haber tenido un
envidiable entramado industrial, de infraestructura y servicios en la región,
hoy tiene que sobrellevar su cotidianidad con tres y cuatro cortes de luz por
día.
Un país que hace rato es bastante más
peligroso que la que hasta hace poco era la nación más peligrosa del mundo.
Toda la cursilería nativista que tanto maravilla al tren ejecutivo actual queda
desenmascarada ante la patética e inaceptable realidad que viven los
venezolanos hoy.
Pierden tiempo los medios de
comunicación del gobierno empleando hasta extremos inconcebibles de la
banalidad las acusaciones de fascismo.
El apuro por retratar a Capriles como
un criminal lo único que retrata es una enorme mortificación ante la
posibilidad de que el capital político del ahora madurismo termine de
derrumbarse por completo. Cualquier otro ciudadano que se hubiera atrevido a
plantearle al oficialismo el jaque político actual habría sido objeto de la
misma andanada de improperios. Capriles ha sido acusado de fascista, de
asesino, y también de ser una prolongación de capitales judíos.
Esta es, por lo pronto, además, una
señal desmelenada que le envía el gobierno de Venezuela al resto de la región:
nadie debe tomarse la molestia de intercambiar impresiones con la poderosa y
creciente disidencia venezolana, haciendo uso de su soberanía, so pena de
terminar siendo objeto de todas las iras de la Casa Amarilla.
Esfuerzos inútiles: el lobby que están
desarrollando en este momento las fuerzas organizadas de la Mesa de la Unidad
Democrática en el seno de muchos poderes constituidos de América Latina Uruguay,
Argentina, Paraguay, Colombia, México no sólo viene a llenar una de las
materias pendientes más urgentes de la oposición hoy en día, sino que va
estructurando, con lentitud pero método, una apreciable masa crítica que
comienza a mirar a Venezuela con otra óptica.
Capriles Radonski no es un antojo, una
impostura del Pentágono, un artificio o un engendro generado en un laboratorio:
es un liderazgo orgánico y completamente legítimo, la expresión de una marea
viva de venezolanos inconformes con la nación que tienen, el resultado de una
nueva voluntad que está a punto de imponerse definitivamente en este país,
ahora que el decadente ciclo histórico actual comienza a dar evidentes muestras
de agotamiento.
Por primera vez en años, América
Latina se expande económicamente, reduce la pobreza de sus naciones y fortalece
su democracia en el marco de un contexto económico mixto y una fortaleza
institucional inusitada. Venezuela sigue siendo, hoy, un pobre país petrolero,
que recicla una y otra vez modelos productivos fracasados, cuyos habitantes
sobreviven en medio de un espantoso y violento caos social.
A falta de una respuesta más completa,
en medio de las tormentas, Maduro declaraba hace poco que Roger Noriega y otros
espías, presumiblemente colombianos, estaban conspirando para envenenarlo
"inoculando un veneno", que lo mataría poco a poco, tanto a él como
a Cabello. La pobreza de sus declaraciones delata como nunca antes la
decadencia del momento venezolano actual.
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