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domingo, 2 de junio de 2013

Capriles en Colombia

ALONSO MOLEIRO 01/06/2013

Las pataletas de Maduro, Jaua, Cabello en contra de Bogotá no sólo han sido expresadas en términos pobrísimos y rudimentarios: son inaceptables, tanto para el gobierno colombiano, como para una cantidad gigantesca de venezolanos que votaron por Caprilesi y que lo ven como su líder natural en esta circunstancia

¿Qué habría pasado en el alto gobierno si a Colombia se le hubiera ocurrido plantearle al país una crisis diplomática en virtud de las incontables ocasiones en las cuales Hugo Chávez recibió en su despacho a Piedad Córdova o a los jefes militares de las FARC?

Las pataletas de Nicolás Maduro, Jaua, Cabello en contra de Bogotá no sólo han sido expresadas en términos pobrísimos y rudimentarios: son inaceptables, tanto para el gobierno colombiano, como para una cantidad gigantesca, hoy mayoritaria, de venezolanos que votaron por Henrique Capriles Radonski y que lo ven como su líder natural en esta circunstancia.

Hablemos con claridad: el discurso de Capriles en Bogotá está destinado, casi por obra de la gravedad, a desenmascarar las muchas imposturas y engañifas que el gobierno de Venezuela le quiere imponer a la opinión pública de la nación hermana, y que el presidente colombiano Santos sobrelleva forzado por las obligaciones diplomáticas y los intereses comerciales que cimientan parte fundamental de las relaciones entre ambas naciones.

Circunstancia ésta que va bastante más allá de desenmascarar la actitud especuladora y farsante de las autoridades electorales de este país, y la complicidad descarada del resto de los poderes públicos respecto a los dudosos resultados del pasado 14 de abril.

Capriles va a Bogotá a relatarle a los colombianos, pero también, por añadidura, a la opinión pública internacional, que vivimos en una nación millonaria incapaz de producir nada, saqueada por una sórdida red de corruptelas con ropaje patriotero, en la cual no se consiguen insumos fundamentales en los mercados, y que, luego de haber tenido un envidiable entramado industrial, de infraestructura y servicios en la región, hoy tiene que sobrellevar su cotidianidad con tres y cuatro cortes de luz por día.

Un país que hace rato es bastante más peligroso que la que hasta hace poco era la nación más peligrosa del mundo. Toda la cursilería nativista que tanto maravilla al tren ejecutivo actual queda desenmascarada ante la patética e inaceptable realidad que viven los venezolanos hoy.

Pierden tiempo los medios de comunicación del gobierno empleando hasta extremos inconcebibles de la banalidad las acusaciones de fascismo.

El apuro por retratar a Capriles como un criminal lo único que retrata es una enorme mortificación ante la posibilidad de que el capital político del ahora madurismo termine de derrumbarse por completo. Cualquier otro ciudadano que se hubiera atrevido a plantearle al oficialismo el jaque político actual habría sido objeto de la misma andanada de improperios. Capriles ha sido acusado de fascista, de asesino, y también de ser una prolongación de capitales judíos.

Esta es, por lo pronto, además, una señal desmelenada que le envía el gobierno de Venezuela al resto de la región: nadie debe tomarse la molestia de intercambiar impresiones con la poderosa y creciente disidencia venezolana, haciendo uso de su soberanía, so pena de terminar siendo objeto de todas las iras de la Casa Amarilla.

Esfuerzos inútiles: el lobby que están desarrollando en este momento las fuerzas organizadas de la Mesa de la Unidad Democrática en el seno de muchos poderes constituidos de América Latina ­Uruguay, Argentina, Paraguay, Colombia, México­ no sólo viene a llenar una de las materias pendientes más urgentes de la oposición hoy en día, sino que va estructurando, con lentitud pero método, una apreciable masa crítica que comienza a mirar a Venezuela con otra óptica.

Capriles Radonski no es un antojo, una impostura del Pentágono, un artificio o un engendro generado en un laboratorio: es un liderazgo orgánico y completamente legítimo, la expresión de una marea viva de venezolanos inconformes con la nación que tienen, el resultado de una nueva voluntad que está a punto de imponerse definitivamente en este país, ahora que el decadente ciclo histórico actual comienza a dar evidentes muestras de agotamiento.

Por primera vez en años, América Latina se expande económicamente, reduce la pobreza de sus naciones y fortalece su democracia en el marco de un contexto económico mixto y una fortaleza institucional inusitada. Venezuela sigue siendo, hoy, un pobre país petrolero, que recicla una y otra vez modelos productivos fracasados, cuyos habitantes sobreviven en medio de un espantoso y violento caos social.

A falta de una respuesta más completa, en medio de las tormentas, Maduro declaraba hace poco que Roger Noriega y otros espías, presumiblemente colombianos, estaban conspirando para envenenarlo "inoculando un veneno", que lo mataría poco a poco, tanto a él como a Cabello. La pobreza de sus declaraciones delata como nunca antes la decadencia del momento venezolano actual.


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