FERNANDO MIRES 11 de agosto
de 2013
Aparte de que con el sustantivo
candidato me refiero también a candidatas, será importante destacar que así
como en los tiempos de la pre-modernidad política el personaje central era,
según Maquiavelo, el Príncipe, en la post-modernidad política es el candidato.
En tiempos maquiavélicos la política
carecía de participación popular. El poder era obtenido mediante el recurso de
la guerra. La política comenzaba recién en el momento de la gobernabilidad. Hoy
día, en cambio, en las naciones donde existen usos democráticos las elecciones
han substituido a la guerra en la lucha por el poder. Es la razón por la cual
el momento más político de la política es hoy ocupado por las elecciones.
Si Maquiavelo viviera, no daría
entonces sus consejos solo a los príncipes, también a quienes quieren serlo.
Pero como Maquiavelo murió hace
tiempo, el presente escrito tiene el propósito de entregar algunos consejos al
sujeto principal de la política de nuestros días: el candidato.
A continuación una lista de consejos
post-maquiavélicos.
* Si aceptas ser candidato debes tener
presente que tú eres un elegido, pero no de los dioses, sino de quienes
decidieron que tú los representes. Eso
quiere decir que el candidato es
un representante que no se representa a sí mismo sino a los representados. En cierto modo el candidato es un
espejo de quienes lo eligieron como representante. Por lo tanto, en una elección
tu lealtad primaria no es contigo, sino con quienes representas.
Se trata, para que me entiendas, de un
contrato no escrito entre representantes y representados. Es por eso que si un
candidato rompe acuerdos con las fuerzas que dice representar, estas tienen el
derecho, incluso el deber de destituirlo. Así como en la guerra ningún oficial
actúa por su cuenta, sino bajo la dirección de un comando central, en la
política, que es guerra sin armas, ha de ocurrir lo mismo.
La deliberación y el debate interno en
torno a la representación, sin los cuales la política no existiría, termina
cuando el candidato es elegido por el comando (partido o bloque de partidos)
que lo representará, aunque dicha decisión aparezca a más de alguno errónea.
Desde ese momento la lucha será en contra del enemigo político principal, vale
decir, en contra de el o los candidatos del campo adversario; y contra nadie
más.
* Tu deber principal como
candidato es enfrentar y derrotar al enemigo.
Aunque muchos digan que no tienes
opciones, has de hacer todo lo posible por obtener una victoria absoluta. Quien
va a una elección con la idea de obtener una victoria relativa o una derrota
aceptable no sirve para la política. Tampoco sirven las victorias morales.
La victoria cuando no es matemática será siempre derrota. Luego, de lo que se
trata, es de ganar los votos de los indecisos y obtener el máximo de quienes
votaban por tu enemigo. A ambos tienes que convencerlos de que voten por ti.
Para eso no bastan argumentos ni habilidades retóricas, ni siquiera tu imagen.
Tú tienes que ofrecer algo a cambio del voto. Esos ofrecimientos son las
llamadas promesas.
* Cada candidato debe ser un
prometedor.
No se trata por cierto de prometer el
oro y el moro. Antes de prometer tienes que informarte no sólo de lo
que la gente no tiene sino de lo que desea. No siempre es lo mismo.
Luego tienes que comprobar la factibilidad del deseo. Si el deseo es factible,
no solamente tienes que prometerlo sino, además, explicar como lo vas a
realizar. De otra manera nadie va a creer en tu promesa. Es por eso que el
primer convencido de que la promesa puede ser cumplida tienes que ser tú mismo.
Si no estás convencido no vas a convencer a nadie.
* No olvides nunca que la
elección está sujeta a condiciones de tiempo y lugar. Eso significa, las
elecciones ocurren AHORA Y AQUÍ.
No gastes tiempo en referirte al
pasado ni te pierdas en elucubraciones sobre un futuro lejano. Mejor dicho:
solo refiérete al pasado o al futuro cuando estén íntimamente ligados con lo
que está sucediendo AHORA Y AQUÍ.
El tiempo de la política -a diferencia
del tiempo histórico que es el del pasado, y del tiempo religioso que es el de
la eternidad- es el presente, es decir, el tiempo del lugar donde estamos
existiendo, AHORA Y AQUÍ. Por eso mismo busca contactar tus discursos con los
hechos que están sucediendo en el tiempo y en el lugar donde estás hablando y
te están escuchando. Te prestarán más atención, ya verás.
* Si tú eres un candidato nacional
nunca olvides referirte a los problemas de cada localidad. A la inversa, si tú
eres un candidato local nunca olvides referirte a los orígenes nacionales de
los problemas que enfrenta la localidad.
La contradicción entre nación y la
localidad no existe, y si existe, en la política es muy leve. Cada nación está formada por
localidades y cada localidad se encuentra en una nación. De ahí que las
referencias a lo uno o a lo otro es solo un problema de acentuación.
Hay que terminar de una vez por todas
con la falsa idea de que solo los grandes temas nacionales son políticos. Todo
lo contrario, mientras más local más concreto, mientras más concreto menos
ideológico y mientras menos ideológico más político es un tema.
Un gran candidato debe ser, es lo que
quiero decir, un buen traductor: Ha de saber traducir los problemas del mundo a
escala nacional y los problemas de la nación a escala provincial, y así
sucesivamente, hasta presentarlos en su dimensión más reducida, la familiar. Si
la gente no se siente aludida en carne y hueso con los temas que presentas,
mejor no hables.
* Por la misma razón, cuando te
refieras a un tema, nunca lo presentes en forma general sino en su modo de
expresión más particular. Por ejemplo, si dices, la inflación bajo este
gobierno es muy alta, nadie te va a prestar atención porque es lo mismo que se
escucha o lee en los medios. Pero si preguntas ¿cuánto costaba hace un año un
kilo de pan, cuánto cuesta hoy día? Y si después explicas en idioma sencillo
las razones por las cuales a la gente el sueldo no le alcanza, tanto mejor.
No te olvides, la política
tiene un carácter pedagógico. Los que te van a escuchar no solo quieren
verte y oírte; además quieren aprender. De modo que si explicas bien un
problema, usando ejemplos reales y visibles, la gente te lo va agradecer.
* Pero antes que traductor y pedagogo,
recuérdalo bien, tú eres un combatiente de la palabra.
Lo que digas no solo debe ser dirigido
a favor de tu público sino en contra de tus adversarios. Ellos son tus enemigos
existenciales. Eso quiere decir, la política, sobre todo en tiempos
electorales, debe ser polémica o no ser. A través de tu discurso tú estás
polemizando incesantemente con el del otro. Por eso nómbralo directamente,
denúncialo, acósalo con palabras. No le des cuartel ni tregua.
Nunca te refieras a tu enemigo usando
el pronombre impersonal. Es un error fatal. Por ejemplo, no digas jamás
"Se dice que ..." "Se cree que .....". Tampoco uses
formas elusivas como "Hay quienes creen que....... "Hay algunos que
piensan que ......".
Recuerda que la política es lucha de
ideas, pero ideas representadas por personas. La política, sobre todo
la electoral, es una práctica inter- personal. Y las diferencias políticas
son también diferencias personales. Son muy pocos quienes van a votar por
una gran idea. La gran mayoría va a votar por una persona, con rostro, nombre y
apellido.
* Polemizar no quiere decir, por
cierto, insultar.
Pero lo cortés no quita lo valiente.
No olvides jamás que la polémica está hecha para marcar diferencias. Si las
diferencias no están marcadas muchos se preguntarán si da lo mismo votar por
uno o por el otro, o simplemente no votar.
Acuérdate que las grandes victorias
solo se obtienen despertando entusiasmo. Y sin diferencias, vale decir,
sin lenguaje polémico, no puede haber entusiasmo.
El dialogo amistoso y el lenguaje
conciliatorio forman parte de la diplomacia. Pero en la política electoral
están de más. Son, si se quiere, elementos de la política post-electoral, no de
la electoral.
Nunca te dejes, por lo mismo,
ningunear por el enemigo. Si el enemigo te insulta, responde con dureza, aunque
sin exabruptos. Si te acusa con infundios, desafíalo a presentar pruebas en
público. Si te dejas intimidar, estás perdido. A los pueblos le gustan
los candidatos valientes. Machos o machas.
Busca el foro y el debate, desafía a
tu adversario, oblígalo a discutir. Hay tiempos de paz, hay tiempos de guerra.
Las elecciones son tiempos de guerra gramatical y sin armas, pero de guerra al
fin.
* Suele suceder que en no pocas
ocasiones el candidato enfrenta a neo-dictaduras electoralistas en donde hay
que competir no solo con otro candidato, sino con toda la maquinaria del
estado. Si ese es el caso recuerda que las elecciones no solo son un medio,
son también un fin "en sí".
Cada elección es una ventanilla
abierta al mundo desde donde puedes dar a conocer la violaciones a la
constitución, la represión y -como en el Zimbabwe de Mugabe y en la Venezuela
de Maduro- las persecuciones que tienen lugar en tu país. No desperdicies esa
oportunidad.
Pero no debes limitarte a denunciar.
Lo importante, reitero, es ganar. No han sido pocas las veces que, bajo
condiciones desventajosas, las elecciones -sobre todo cuando tienen un carácter
plebiscitario- logran desatar una dinámica popular que los sectores dominantes
no pueden controlar.
Así como en la economía rige el
principio de la optimización de los recursos disponibles, en la política
también hay que trabajar con lo que se tiene, aunque sea muy poco. Eso quiere
decir, si el enemigo tiene la televisión, oponle la internet y el twiter. Si el
enemigo controla la prensa, oponle el panfleto repartido mano a mano. Si el
enemigo controla la propaganda, oponle tus artistas, cantantes y poetas. Si
controla la radio, oponle el rumor boca a boca.
Suele suceder que un rayado mural
ingenioso, a la vista de todos, surte más efecto propagandístico que mil
televisiones.
* En ningún caso des la
elección por perdida o por ganada hasta el mismo día de la elección. En
política la mesa nunca está servida.
Recuerda siempre que, como todo en la
vida, las elecciones están sometidas al principio de contingencia. Un desastre
natural, una revelación fortuita, el destape repentino de un escándalo y hasta
una frase ridícula dicha por el adversario, pueden cambiar el curso de las tendencias.
Eso significa que durante una elección tu capacidad de reaccionar frente a
"lo nuevo" deberá ser puesta a prueba cada día.
Por la mismas razones, no otorgues
demasiado crédito a las encuestas. Muchas de ellas son pagadas. Pero aún las
honestas, sobre todo si en tu país rigen condiciones represivas, no tienen
demasiado valor. Más todavía, en los países más democráticos las encuestas
captan solo un momento de un tiempo que tiene muchos momentos. La única
encuesta válida es la propia elección.
* Desconfía de las empresas de
marketing electoral. Tampoco des valor excesivo a las técnicas de comunicación.
Ni tu peinado ni tu sonrisa, ni una frase aprendida de memoria son garantías de
triunfo. Las elecciones no prescinden por cierto del espectáculo. Pero ese
espectáculo será dado mucho más por lo que dices que por el como lo dices.
Recuerda siempre: el estilo eres tú.
Por supuesto, la política es
representación. Pero si no te representas a ti mismo estás perdido. La
impostura se notará tarde o temprano. La autenticidad, no solo en política,
será siempre bien gratificada. No digas siempre lo que piensas -sería absurdo-
pero lo que digas deberá ser pensado por ti mismo.
No intentes ser otro que no eres.
Harás el ridículo. Si toda la vida te has vestido bien, no aparezcas en público
como papagayo, o disfrazado de aborigen, con plumas y colmillos colgantes. Y si
siempre has vestido ropa ligera, no se te ocurra aparecer vestido de frac. Por
cierto, en cada elección hay que ser algo populista; a veces cantarás, recitarás,
jugaras fútbol o béisbol, si eres varón besarás a chicas lindas y feísimas, y
hasta bailarás con ellas. Es parte del oficio. Pero hay que saber dosificar. Tu
arma principal será siempre la palabra.
Los grandes políticos han sido quienes
han logrado hacer coincidir, o por lo menos, aproximar, lo que son con lo que
representan ser.
* La política es retórica, de esa
definición nadie escapa. Sobre todo si estamos hablando de política electoral.
Un candidato sin retórica es como un soldado sin armas en medio de la batalla.
Lo que no está claro en todo caso es qué es lo que significa ser buen orador.
Hay diversos tipos de buenos oradores,
y todos son muy distintos entre sí. Para no cansar a nadie, me limitaré a
nombrar solo a tres, los que me parecen principales. Son los siguientes:
1.
El
orador mesiánico quien apela a la inconciencia de las masas haciéndolas delirar
de entusiasmo. Sin embargo de esos ha habido pocos en la historia. Son contados
con los dedos de las manos. En América Latina el último fue Chávez. En Europa
ya se extinguieron. No te aconsejo bajo ningún motivo asumir el rol del orador
mesiánico. Para eso hay que estar algo loco. Si no lo estás, serás solo un
imitador. Y no hay nada más grotesco que el discurso de un imitador.
2.
2. El orador racional, quien
apela al consciente de las masas. En Europa son los que más abundan, aunque en
América Latina también están apareciendo. Por lo general son poco espontáneos,
sus discursos son casi siempre leídos, y hablan tanto de cifras que para
entenderlos es a veces preciso tener una calculadora al lado.
3. El orador verdaderamente político
quien busca el inconsciente pero para transformarlo en consciente. A primera
vista parece una tarea difícil, digna de un eximio sicoanalista. Pero es quizás
la más fácil de todas. Se trata simplemente de decir la verdad. Nada más. Eso
no significa que debas convertirte en un buscador de la verdad. Para eso están
los filósofos y los comisarios de los thrillers televisivos. Se trata
simplemente de que todo lo que digas sea verdadero o por lo menos cierto.
Significa también revelar las mentiras de tu adversario.
No estoy hablando aquí, entiende, de
un imperativo moral. La verdad tiene, además de su sentido moral, un enorme
sentido práctico. La verdad es atractiva y en cierto modo es erótica, pues hay
que desnudarla. Y para decirla no se requiere de grandes técnicas oratorias.
Basta pronunciar más o menos bien, hacer una que otra pausa, y encadenar una
frase con otra. Nada más.
He aquí entonces algunos de mis
consejos. Con eso no te aseguro el triunfo. Hay otros factores que también
juegan, entre ellos el destino. Y “frente al destino nadie la talla”.
Así dice por lo menos un famoso tango.
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