Domingo Fontiveros Lunes, 13 de enero de 2014
Hacer
prospectiva en forma numérica sobre inflación, crecimiento, empleo y otras
variables clave en el análisis económico, en las actuales circunstancias, se ha
convertido más en un ejercicio de predicción de la información que hará pública
el gobierno, porque al fin y al cabo es el gobierno quien controla el flujo de
estadísticas más o menos a su antojo
La perspectiva económica venezolana
quizá como nunca en los últimos 100 años se encuentra tan constreñida por el
hecho político. En lo fundamental, el gobierno ha anunciado, con un caradurismo
extremo, que para superar las múltiples expresiones de la crisis en desarrollo
no hace falta otra cosa que aumentar la dosis de socialización de la economía
nacional. Asistido por la peor asesoría económica que pueda encontrarse en el
mundo, el gobierno acentuará, siguiendo este derrotero, el grado de control
político de las variables económicas y ampliará su dominio para anexar
territorios de la economía al manejo de su burocracia mercenaria.
Hacer prospectiva en forma numérica
sobre inflación, crecimiento, empleo y otras variables clave en el análisis
económico, en las actuales circunstancias, se ha convertido más en un ejercicio
de predicción de la información que hará pública el gobierno, porque al fin y
al cabo es el gobierno quien controla el flujo de estadísticas más o menos a su
antojo. Es decir, la economía del país va por un lado, y las mediciones oficiales
van por otro. Así se da el caso, por ejemplo, de que en el transcurso de la
crisis más honda de este siglo, el desempleo oficializado descienda a la tasa
más baja en décadas, cortesía de las metodologías políticamente autorizadas.
Es verdad que el aparato oficial de
controles ha prevenido hasta ahora el colapso total de la economía en medio de
los desequilibrios financieros más extravagantes de la historia patria, aunque
ello se haya logrado con graves costos sociales y productivos. Sin embargo, la
amenaza de colapso continúa como un espectro acechando en el futuro, a pesar de
las ventajas coyunturales que brinda la riqueza petrolera. El interés chino por
el petróleo venezolano ha sido realmente una carta jugada varias veces por el
gobierno para salir de aprietos. Pero en toda baraja hay un número limitado de
"monos" o "jokers" como éste.
Sin correcciones de fondo en el ámbito
macroeconómico, las manifestaciones inflacionarias continuarán y con ellas la
presión social y las diversas formas en que la población trate de protegerse,
buena parte de las cuales son llamadas ahora delitos económicos. La orientación
oficial a este respecto es bastante clara. Represión, acoso y control en lugar
de corrección, incentivo y liberación.
Es difícil asegurar hasta dónde
llegarán unas autoridades que no dan visos de reconocer límites al ejercicio
del poder del Estado. Cuentan con la infraestructura "legal", con la
cual ya fiscalizan y controlan una miríada de actividades, están montando ahora
la burocracia para controlar el comercio exterior, y probablemente pasen a
instaurar lo que puede convertirse en un sistema de indización y otro que
establezca un esquema de "racionalización" de compras y ventas, mejor
conocido como "racionamiento".
Estos no son buenos augurios. No
obstante, reflejan lo que es la continuación lógica de un modelo perverso de
dominación. Algo parecido a lo que hicieron los Castro a pesar de que en la
isla no tuvieron reservas petroleras comparables a las venezolanas. Ciertamente
es un problema político más allá de lo económico. Ojalá que el discurso de los
entes pensantes finalmente incorpore el terrible dilema que enfrenta la nación
"con todos los hierros", como dicen.
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