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miércoles, 8 de enero de 2014

Los CDR de Cuba, @Yusnaby


Por Yusnaby Perez, 04/01/2014

Hay un señor que cada semana visita la casa de mi vecina Mercy. Lo único que sabemos es que después de la visita siempre alguien en la cuadra recibe una mala noticia: un puesto de trabajo negado, un viaje rechazado, una licencia no otorgada o simplemente un teléfono fijo solicitado jamás asignado, etc.

Mercy es la presidenta del CDR en mi calle, una organización creada en plena efervescencia del socialismo en 1960 con siglas que responden a: Comité de Defensa de la Revolución. En cada rincón de mi país hay un CDR; un sistema de vigilancia continua entre vecinos.

En mi casa cuando se cocina camarones debemos tener las puertas y ventanas completamente cerradas. El olor puede delatarnos con Mercy. Al día siguiente, los restos de comida no puedo tirarlos en el latón de basura de la esquina, tengo que arrojarlos cuatro cuadras después para que Mercy no nos descubra. Así mismo hace mi vecino Luisito con la habitación que renta en las noches: espera a que Mercy se duerma para dejar pasar a los inquilinos en busca de pasiones nocturnas.

Todos nos cuidamos de ella. Cuando la vemos le sonreímos y la saludamos, pero sabemos que está apuntando en su mente cada detalle delator de nuestras sonrisas. Ella se encarga de informar al policía jefe del sector, a investigadores del Partido Comunista y a los agentes del Departamento de Seguridad del Estado o G2 (policía política) nuestra vida en pluralidad de detalles. Mercy apunta nuestras preferencias sexuales, nuestra actitud y opinión política; apunta si trabajamos o estudiamos, y si no hacemos ninguna de las dos, nos denuncia y nos aplican la ley de peligrosidad. Mercy está al tanto de con quién nos reunimos, quien visita nuestra casa y sus respectivos nombres. Si algún extranjero duerme en nuestra propiedad, ella llama a inmigración y nos multan con varios miles de pesos convertibles.


Mercy ha elaborado un listado de todo vecino que tiene familiares en el extranjero; ese es un punto muy investigado. Se le ha orientado organizar actos de repudio, o sea, convocar a la mayor cantidad de vecinos posible para ir a las viviendas de “contrarrevolucionarios” y tirarles piedras, gritarles consignas “revolucionarias” y provocarles un bochorno violento público. Los días de elecciones, ella va casa por casa controlando quién votó y quién no. A los que no han ido a votar ella les obliga y hasta le trae la boleta a casa para la comodidad del elector. Quien se niegue a ejercer su derecho al voto, Mercy le inscribe en la odiosa lista de “desafectos de la cuadra”.

El futuro de un estudiante o trabajador, está supeditado al veredicto de una persona encargada de vigilar, que de forma secreta colabora con organismos políticos. La opinión de Mercy, sólo por declararse fiel a los principios de la “Revolución” está por encima de todo mérito personal, docente o laboral demostrado por el individuo en causa.

Esta vigilancia continua delata al anciano que vende “ilegalmente” bolsas, al maestro que en su tiempo libre da clases particulares, al vecino carpintero que no tiene licencia, al amigo que come carne de res o al ciudadano que piensa políticamente “diferente”… Por eso, existe la doble moral en Cuba. Por eso las personas cuando critican al gobierno lo hacen en voz baja, porque saben que alguien puede estar escuchando a través de la pared.

Mi amigo Lachy no pudo obtener carrera universitaria porque el presidente del CDR “informó” que su familia era católica. En los primeros 30 años de esta organización, fue duramente denunciado todo religioso, homosexual o cubano con familia y amigos en el extranjero.

Cuando cumplí 14 años, Mercy automáticamente me agregó a la lista de “cederistas”. ¡Jamás me consultó! Los que se niegan a formar parte son vetados y son cerradas sus puertas a toda oportunidad cotidiana.

La efectividad de la policía política cubana y el Departamento Técnico de Investigaciones descansan en la existencia de los CDR, que les ofrece información cercana, detallada y permanente de los objetivos a investigar.

Ahora pretenden implantar en Venezuela las llamadas “comunas”; objetivo fijo para implantar el miedo, la autocensura, la desconfianza entre vecinos y eliminar de raíz todo brote de oposición o activismo ciudadano. Práctica que funcionó y funciona aún en Cuba.

Muchos preguntan: ¿por qué en mi país nadie se queja o exige sus derechos? Porque siempre hay un ojo cercano que te ve, te denuncia y te desgracia la vida. En mi caso está Mercy, presidenta del CDR y encargada de la “vigilancia revolucionaria” como dice el cartel pegado en su puerta.


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