VÍCTOR FLORES GARCÍA México 28 SEP 2013
Entrevista a HÉCTOR
PÉREZ MARCANO / EXGUERRILLERO VENEZOLANO
El antiguo
revolucionario repasa la penetración cubana en su país al cumplirse 50 años de
la primera acción de la guerrilla venezolana, el ataque al Tren del Encanto
La historia de la injerencia cubana en
Venezuela se remonta a los años 60, cuando Fidel Castro y Ernesto Guevara, el
Che, organizaron dos desembarcos guerrilleros en 1966 y 1967 que terminaron en
fracaso meses más tarde. Las travesías marítimas fueron inspiradas en la mítica
expedición del yate Granma que partió de las costas de
Veracruz a la isla caribeña para comenzar la revolución. Las acciones militares
abiertas comenzaron en 1963, y este domingo 29 de septiembre se cumplen 50 años
de la acción más recordada de la primera gran campaña guerrillera en Venezuela:
el malhadado ataque al Tren del Encanto, un asalto armado al tren turístico
realizado en un domingo por las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, donde
fueron ejecutados siete guardias nacionales y varios turistas fueron heridos de
bala. Este es el testimonio, a través de una larga conversación telefónica, de
uno de los protagonistas de aquella guerrilla, Héctor Pérez Marcano, autor del
libro autobiográfico La
invasión de Cuba a Venezuela. Del desembarco de Machurucuto a la revolución
bolivariana. A pesar de su complicidad y confesa admiración por Fidel, este
militante de 82 años se ha opuesto a la intromisión abierta de La Habana en su
país, desde la era de Hugo Chávez a la actualidad.
Pregunta.
En su libro narra que se reunió con el Che Guevara y Fidel Castro en la famosa
suite privada del Hotel Habana en los años 60. ¿Cómo ocurrió aquel encuentro?
Respuesta. Yo formaba parte de la delegación
del Frente de Liberación Nacional de Venezuela, que agrupaba a los partidos que
estaban en la lucha armada a la Primera Conferencia Tri-Continental de La
Habana, para unificar el movimiento revolucionario de Asia, África y América
Latina, en enero de 1966. Fidel Castro se había instalado en la suite del piso
25 del Hotel Habana. Allí nos entrevistamos con Fidel para planear un
desembarco conjunto. Para entonces, el ala izquierda se había separado de
Acción Democrática [AD, partido socialdemócrata, fundado por el ex presidente
Rómulo Betancourt], y constituido el Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR, clandestino). Fui copresidente de ese congreso en Cuba.
P. ¿Cómo fue su
primer encuentro con Fidel?
R. Había conversado con él por primera vez durante el
Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes que se realizó en julio de 1960
en La Habana, meses después del triunfo revolucionario. En esa oportunidad me
tocó tener una entrevista con Fidel y con el Che Guevara, con motivo de un
incidente que se presentó en el acto inaugural del evento. Al
Che le tocó el discurso de apertura. Las relaciones de Cuba con Venezuela
bajo la presidencia de Betancourt ya habían empezado a agriarse; y el Che dijo
en su discurso inaugural que Betancourt era un prisionero de los militares
venezolanos. La delegación del gobernante partido AD que, como todos los
partidos de América Latina habían asistido, se retiró del acto en protesta.
P. ¿Qué hizo usted
para mediar entre el Che y los venezolanos de Betancourt?
R. El Che quiso atribuirles una conspiración a los
militares reaccionarios y golpistas del dictador venezolano Marcos
Pérez Jiménez (1914-2001). Hubo que hacer una reunión con el Che, a
petición de él mismo para enderezar las cosas. Es la única que vez que he
sabido que el Che haya retrocedido en una posición. A Cuba le interesaba que la
delegación de AD no se retirara del evento, porque eso iba a tensar aún más las
relaciones entre Cuba y Venezuela, en los albores de la Revolución, que
terminaron con la
expulsión de Cuba de la OEA en 1962, con el voto de México en contra. En
esa oportunidad el Che nos dio algunas concesiones y se retractó de lo que
había dicho. Su objetivo era que la delegación venezolana de AD permaneciera en
el evento de La Habana.
P. ¿Cómo fue aquel
choque de personalidades entre Castro y Betancourt, que también tenía formación
socialista?
R. Betancourt había empezado una política de
hostilidad hacia la Revolución Cubana. Curiosamente, el primer viaje de Fidel
al extranjero luego de tomar el poder fue a Venezuela. Pero ya Betancourt iba
inclinando su Gobierno a ser la contraparte socialdemócrata en América Latina
del revolucionario Fidel Castro.
P. ¿El petróleo
venezolano estaba en la mira de Fidel desde su llegada al poder?
R. Sí, desde 1959. Fidel hizo aquí algunas peticiones,
las cuales el presidente Betancourt no quiso resolver, incluido un pedido
relacionado con los suministros del petróleo. Fidel entró el 6 de enero a la
Habana; y en Venezuela se celebraba el 23 de enero un año de la caída del
general Pérez Jiménez. Fidel vino entonces a Caracas en agradecimiento a
Venezuela, que le había apoyado mucho en sus
tiempos de la Sierra Maestra. Wolfang Larrazabal, presidente de la Junta de
Gobierno que derrocó al dictador venezolano en 1958, le había enviado un
embarque de dos aviones con armas para la revolución.
P. ¿Cuáles fueron los
planes del Che y Fidel para Venezuela?
R. Al Che Guevara comenzó a hacérsele incómoda su
situación en Cuba, porque no estaba de acuerdo con el rumbo de la Revolución,
según lo que conversé con él. En alguna oportunidad me dijo que no estaba de
acuerdo con el dominio de la penetración soviética sobre Cuba, ni con las
condiciones políticas que le imponía por la solidaridad y el subsidio que le
daban los soviéticos. Después, el Che quiso venir primero a Venezuela, a
incorporarse a la lucha armada; pero para esas fechas el Partido Comunista de
Venezuela (PCV) ya atendía la línea pro-soviética y estaba en retirada de la
lucha armada. El PCV rechazó la idea de que el Che viniera a Venezuela; y
Guevara se fue al Congo. Después de pasarla muy mal en África, y al no poder venir
a Venezuela, decidió irse a Bolivia.
P. ¿Cómo organizaron
ustedes con Fidel Castro los desembarcos?
R. Para esa época, Fidel ponía muchas esperanzas en la
lucha revolucionaria venezolana; por eso adopta, atiende y chequea
personalmente esas operaciones con nosotros, incluido el simulacro en lanchas.
La confianza era tal que, antes de partir a Venezuela, Fidel nos hizo una
revelación íntima que nos sorprendió: nos confesó que el Che estaba en Bolivia.
La lucha revolucionaria en Venezuela y el proyecto del Che en Bolivia y
Centroamérica, formaba parte de lo que he llamado el proyecto continental de
Fidel.
P. ¿Cuándo termina
aquella etapa de la expansión continental armada cubana?
R. Cuando el Che es derrotado y muere
en Bolivia en octubre de 1967 y la lucha armada en Venezuela da
muestras de debilitamiento y visos de derrota. Los cubanos que vinieron a
Venezuela, como la primera expedición de julio de 1966 dirigida por el cubano
Arnaldo Ochoa [quien llegaría a ser general, Héroe de Angola y Nicaragua,
fusilado por narcotráfico en 1989 en Cuba]; y otros que vinieron con nosotros
al segundo desembarco, el de Machurucuto, del 8 de mayo de 1967, comienzan a
regresar a Cuba. Ese desmoronamiento hace que Fidel tenga que rendirse a las
presiones soviéticas, que provocan un viraje importante. Era evidente que Fidel
no había abandonado la idea, siempre buscó por otra vía el desarrollo continental
de su revolución. Esa otra vía es la que ahora vemos desplegarse en América
Latina en la era de Hugo Chávez y sus herederos.
P. ¿Fidel se anticipó
a lo que pasaría en Venezuela?
R. Sí. Tanto es así que cuando vino
a Caracas en 1989, a la inauguración del segundo mandato de Carlos Andrés
Pérez, el Presidente convocó a una charla con Fidel en el Aula Magna de la
Universidad Central de Venezuela (UCV), a la cual fui invitado. Me sorprendió,
en esas cinco horas que habló, el grado de conocimiento de los problemas
sociales del país. Incluso llegó a decir que la revolución cubana se había
mantenido por el equilibrio entre las dos potencias, Washington y Moscú; y que
otra revolución como la cubana no era posible en Latinoamérica. Ocurrió una
cosa en aquel banquete, cuando el presidente Pérez vio cierta efusividad en el
trato de Fidel con nosotros, le dijo en tono de broma: “No los abraces mucho,
porque a lo mejor tengo que volver a perseguirlos” (risas). Esto ocurrió tres
años antes del golpe
de Estado de Chávez. Fidel tuvo una muy buena relación con Carlos
Andrés Pérez. Ambos y el general Omar Torrijos de Panamá, apoyaron el
derrocamiento de la dictadura de los Somoza en Nicaragua en 1979. El 4 de
febrero de 1992, Fidel condena el cuartelazo de Chávez y le da su apoyo al
presidente Pérez. Cinco años después, el ojo de Fidel captó la potencialidad en
el militar golpista, que lo hizo seducir políticamente a Chávez. Cuando viajó
por primera vez a Cuba en 1994, Hugo Chávez era una especie de arcilla en
las manos de un artesano como Fidel, tan buen orfebre.
P. ¿Quiénes fueron
los exguerrilleros que apoyaron a Chávez en el golpe?
R. Sólo algunas individualidades, como Douglas Bravo,
exlíder del PCV, estaban comprometidos en el golpe a través de Adán Chávez;
pero la izquierda como movimiento no. Incluso algunos de ellos en el momento
del golpe fueron apartados por Chávez. Ellos fueron dejados afuera de la
conspiración de 1992. Después Douglas Bravo le reclamó a Chávez, que le
respondió: “Es que los civiles molestan en una situación como esa”.
P. ¿Todo lo verde
olivo le causa ahora cierta aversión?
R. Algo de eso hay. Por eso los dirigentes del PCV
hicieron esfuerzos para que me incorporara a la campaña de Chávez en 1998 y me
entrevistara con él. Y lo rechacé. Ya desde mediados de 1998 advertía lo que
ocurriría y alerté del peligro.
P. Usted afirma en su
libro que casi nadie atendió su advertencia del regreso del proyecto
continental de Fidel, luego de la reelección de Chávez en 2006. ¿Cuáles fueron
sus fuentes?
R. Así es. Nadie me hizo caso. Veía la conexión a
partir de información de un agente de inteligencia cubano que trabajó en la
Embajada de Cuba en Venezuela en las décadas de los años 70 y 80. Yo sabía que
él era del G2 [espionaje político] en aquel tiempo, cuando yo por supuesto era
solidario con la revolución cubana. Él salió de Venezuela, ya no reside en Cuba
y ha seguido trabajando en Centroamérica para la inteligencia cubana;
preferentemente vive en México. Viene con frecuencia a Venezuela. Esa fue mi
fuente.
P. ¿Puede dar su
nombre?
R. No.
P. ¿Qué contactos
tiene en Venezuela ese espía cubano?
R. Viene con frecuencia a Venezuela. Tiene excelentes
relaciones con los sectores políticos de Venezuela, tanto de derecha como de
izquierda, con movimientos políticos de todo tipo. Es un cuadro político
importante, influyente que desarrolla una labor muy útil para los cubanos.
Cuando viene se entrevista con todo el mundo. Y una de las personas con la que
se reúne siempre es conmigo. Fue a través de él que supe detalles de la
presencia cubana, ya como una intervención en Venezuela. Me di cuenta que se estaba
armando lo que califiqué de nuevo proyecto continental cubano. Teniendo el
poder por la vía electoral, busca promover la expansión de estos movimientos en
América Latina. Él tenía contactos con Ramiro Valdez, el sucesor de Manuel
Piñeiro, Barba Roja, el principal responsable de la subversión
cubana en Latinoamérica en la era de Fidel.
P. ¿Cuáles son sus
objeciones al papel de los cubanos en Venezuela hoy?
R. Ellos controlan el servicio de identificación
nacional de los ciudadanos venezolanos Está vinculado con el registro electoral
permanente. Ese registro tiene un crecimiento que no se corresponde con el
crecimiento vegetativo de la población venezolana. Allí hay varios millones de
electores virtuales. Los cubanos son los artífices del fraude en Venezuela.
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