Por Isaac Villamizar, 15/01/2014
A raíz de la muerte de Mónica Spear y su esposo he notado en algunas personas cierta desesperanza, entrega y resignación. Convencidos de que ya no hay más nada que se pueda hacer ante esta zozobra y clima de permanente inseguridad, muchos desearían irse del país, y los que están afuera no volverían por lo pronto. Yo comparto la tesis según la cual lo que está ocurriendo no es improvisado. Esta anarquía, esta violencia contra la vida, este ataque contra nuestra integridad física y moral, este saqueo, este caos que impide el avance y progreso de la nación, están perfectamente planificados. Basta un solo ejemplo para confirmarlo. La memoria no puede quedar cortita y tenemos que recordar que el difunto comandante expresidente justificó de manera pública y ante altos funcionarios el hurto famélico, infeliz inducción, en vez de exaltar el trabajo digno y honesto. También pienso que aún no hemos digerido lo grueso de la crisis. Aún no hemos tocado el fondo subyacente. Caeremos más profundo de lo que estamos. Pero esa crisis será necesaria, al decir de Einstein, porque sólo así recogeremos aprendizaje.
El derecho a la vida es el más esencial. Si bien es cierto que los derechos humanos son indivisibles, interdependientes, complementarios y no jerárquicos, sin la vida no podemos entender ni ejercer el resto de ellos. El ser humano tiene un derecho irrenunciable de exigirle al Estado la protección de su integridad física, en cualquier circunstancia en que se encuentre; y el Estado tiene una obligación ineludible de proteger a los ciudadanos. Así, en nuestro caso, lo afirma el Artículo 55 constitucional. Pero al Estado venezolano, junto con sus instituciones secuestradas, no le interesa la seguridad del pueblo. Al Estado venezolano, para mantenerse en el poder a sus anchas, le interesa inocularnos el miedo, conducirnos a la mengua espiritual, quebrantar nuestros valores y principios, mantenernos encerrados en nuestros hogares, someternos bajo la presión del desenfreno delincuencial. No en vano, a pesar de tantos supuestos planes de seguridad, las cifras de muertes violentas, en 15 años, ha ido in crescendo. Es oportuno recordar que también, en su momento, el difunto comandante expresidente llamó infructuosamente a los malandros a convertirse en “bienandros”. Para el Estado y Gobierno venezolano los valores y principios aceptables son la muerte, la mentira, la esclavitud, el crimen, el saqueo, la expropiación de hecho, el pensamiento sojuzgado, el silencio con las armas. De la indiferencia e impotencia estamos pasando a la capitulación.
Yo no me rindo. Yo no claudico. Yo no me entrego. Yo no negocio mi moralidad. Yo seguiré luchando, exigiendo, protestando, escribiendo y trabajando en favor del rescate de los preceptos que orientan el buen vivir y accionar. Yo creo que cada quien debe seguir haciendo lo que mejor sabe hacer, con esfuerzo, con convicción, con fe, con esperanza. Yo pienso que esta generación de gobernantes forajidos y de estos delincuentes desalmados está perdida. No hay rehabilitación posible con ellos. Por eso, requerimos construir una nueva generación, una que no esté contaminada con este veneno inmoral y corrosivo. Es un trabajo a mediano y largo plazo. Y es una labor que únicamente es factible lograr con frutos sanos en el hogar y con la educación. En el hogar fomentando y cultivando la premisa de que el bien, a la final, siempre triunfa sobre el mal, aunque sea una amenaza potencial. Con el amor y con el ejemplo los padres tenemos una responsabilidad inmensa. Y con la educación para fortalecer las conductas ciudadanas del respeto, del cumplimiento de los deberes sociales, de la solidaridad, del orden, del bien común.
Yo seguiré cumpliendo con mi conciencia, con mi familia, con mis alumnos, con mi comunidad, con mis lectores, con mis oyentes, con mis relacionados, con mi entorno, con mi país. Si todos los venezolanos honestos pensamos así, estoy seguro que aún hay esperanza de una luz cuyo haz nos alumbre la ruta, en medio de esta tomentosa oscuridad.
isaacvil@yahoo.com
http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/8144047.asp
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