NELSON CASTELLANO HERNÁNDEZ jueves 16 de enero de 2014
Excónsul de Venezuela en París
Presidente de Venezuela-Futura, Francia
El problema no es que una tonta diga
públicamente que hacen falta los malandros para la construcción de Venezuela...
grave es que la afirmación de la joven sea expresada en una actividad
organizada por el Gobierno, bajo la consigna "movimiento por la paz"
y que nadie la corrija.
En presencia de Maduro y como parte de
un acto de su "Gobierno de calle", la afirmación es un ejemplo claro
de las nefastas consecuencias de una política gubernamental destinada a formar
a las nuevas generaciones, dentro de un proceso educativo que promociona
antivalores.
En una sociedad democrática y
respetuosa de la condición del ser humano, los valores se enseñan y trasmiten,
para que las personas que la conforman, asuman una escala de actitudes sociales
consideras correctas, acordes con nuestra esencia, costumbres y condición
humana. Constituyen los pilares para lograr una sociedad donde impere el
respeto, la justicia, la paz y la libertad.
Que la "camarada Manuela"
considere que los malandros son "vitales" para la construcción del
"proceso" que adelanta el régimen, no es más que una muestra de lo
que pretende construir este gobierno, dentro de su torpeza desenmascara el
proyecto colectivista que acertadamente define como "inteligencia
colectiva", evidentemente vital para imponernos su proyecto
inconstitucional de comunas comunistas.
En Venezuela, todos sabemos que
malandro es sinónimo de delincuente. Un sujeto con un trastorno antisocial de
la personalidad.
A diferencia de otros malhechores el malandro busca destruir los
valores y estructuras de la sociedad, intenta crear un sistema donde ejercer su
poder, generalmente a través del terror.
Normalmente establece un territorio,
donde impone su ley, posee armas y recursos provenientes de sus actividades
delictivas, donde se destacan el tráfico de drogas, hurtos, robos y secuestros.
Malandros que pasaron al acto fueron
los que mataron a los hermanitos Faddoul, ajusticiados con un tiro de gracia en
la nuca. Malandros con uniforme asesinaron impunemente al hijo de la exministro
Haydee Castillo de López. Malandro es el
portugués Joao de Gouveia utilizado para masacrar la oposición venezolana en la
plaza Francia de Altamira y quien supuestamente se encuentra laborando en una
representación diplomática.
Malandros son la banda de motorizados
armados que seguían a una histérica decolorada sin ley, que atropelló emisoras de
televisión, que allanó la Nunciatura Apostólica, sede diplomática del Vaticano,
¡que Dios la tenga donde se merece!
Malandros son los que han segado la
vida de 200.000 venezolanos.
Todos infractores, agresores,
bandoleros, puro producto de la revolución bolivariana. Que traiciona con su
prédica el objetivo de convertirnos en buenos ciudadanos, sentido que la
educación debe tener cuando moldea al ser humano.
En las cárceles venezolanas el
malandro se organiza en pranes, extendiendo su actividad delictiva dentro y
fuera de los centros de reclusión.
Todo como consecuencia de un régimen
que promueve antivalores: la corrupción, la deshonestidad, la envidia, el
egoísmo, la soberbia, la avaricia, el odio, la venganza. Características de
muchos de los personajes que nos gobiernan o de sus cómplices enchufados.
La arrogancia, el irrespeto, la
irresponsabilidad, la intolerancia, el divisionismo, se promueven como
parámetros de gobierno, sumiendo al pueblo venezolano en una angustia
existencial, indefensa frente al Estado forajido.
La desigualdad legal, la injusticia,
la vulgaridad, la ignorancia, nos conducen en sentido contrario a la
civilización. Dejando de lado la verdadera educación, la que nos eleva, enseña,
nos forma y nos guía.
El futuro de Venezuela debe centrarse
en la formación, tenemos que enseñar que otro mundo es posible, que si logramos
más ciudadanos educados tendremos menos prisiones.
Siguiendo el antiguo consejo del
escritor y hombre de Estado Romano: "como un campo, aunque sea fértil, no
puede dar frutos si no se cultiva, así le sucede a nuestro espíritu sin el
estudio". (Cicerón)
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