Fernando Mires 08 de enero de 2014
No es demasiado original decirlo pero
es la verdad. El año 2014 será muy complicado en el Oriente Medio. La región no
solo seguirá viviendo réplicas contra-revolucionarias surgidas como respuesta a
los movimientos del 2011. Además han aparecido nuevas alianzas, nuevas
constelaciones y nuevos actores. Una evaluación más precisa podrá recién
hacerse después de la Conferencia sobre Siria, a fines de Enero de 2014.
En Túnez el Islam moderado se mantiene
a duras penas en el poder presionado por fracciones radicales suníes, por un
lado, y por un ejército que, como ya ocurrió en Egipto, intenta regresar al
poder.
Egipto vive los luctuosos efectos de
la restauración militar. Por el momento los principales opositores a la
dictadura son las hermandades musulmanes las que cuentan con una enorme
capacidad organizativa más el apoyo de los sectores empobrecidos del país. Los
sectores medios urbanos que derrocaron a Mubarak se encuentran políticamente
divididos entre quienes intentan pasar a la resistencia en contra de la
dictadura militar y quienes buscan todavía negociar con ella.
En Libia el poder central es solo una
ficción y los poderes locales continuarán disputados entre tribus locales y
milicias regionales.
En Siria, con armas químicas o sin
ellas, continuará la guerra civil. La autocracia rusa seguirá apoyando al único
peón que posee en el ajedrez de la región, el dictador Al Asad, y EEUU evaluará
si vale la pena apoyar a una oposición en la cual sus enemigos más declarados
ganan cada vez más terreno.
Lo cierto es que el gobierno
norteamericano no puede bailar en dos fiestas. Sobre todo cuando ya terminó el
momento en el cual la contradicción principal del Oriente Medio estaba marcada
por la línea que separa a las dictaduras de los sectores democráticos de cada
nación islámica. Hoy Obama tiene que elegir entre la peste o el cólera. O apoya
a dictaduras militares como la de Egipto, e incluso la de Al Asad en Siria, o
apoya a sus más declarados enemigos, los islamistas suníes, entre ellos miles
de combatientes de Al Quaeda establecidos en Siria e Irak.
La penetración de las milicias de Al
Quaeda en Faluya y en la provincia de Al Anbar agrega por cierto un
problema adicional.
Evidentemente el gobierno de Irak no
está en condiciones de repeler por sí solo a las tropas de Al Quaeda. Tampoco
EE UU, aunque solo sea por razones de política interna, puede darse el lujo de
hacer regresar a las tropas que ya retiró desde Irak. Eso significa que la única
alternativa viable para los EE UU es delegar la pacificación de Irak a Irán,
aunque sea al precio de aumentar sus tensiones con sus aliados
"históricos": Arabia Saudita e Israel. Irán, Irán es por el momento
la variable fundamental en el peligroso juego.
El acuerdo entre EE UU e Irán puede
ser leído sin ninguna documentación. Irán cederá puntos centrales en su
programa atómico. A cambio recibirá desde EE UU las llaves para abrir las
puertas de Irak y anexar religiosa y políticamente, aunque no territorialmente,
al país vecino y, por si fuera poco, derrotar militarmente al sunismo radical
representado (no solo) por Al Quaeda e indirecto aliado de Arabia Saudita. Más
aún, si EE UU logra incorporar a Irán a la mesa de negociaciones sobre el caso
sirio, podría incluso ser configurada una entente internacional muy provisoria
formada por Rusia, Irán y los EE UU. Si esa entente puede trascender s las
negociaciones sobre Siria, nadie puede predecirlo.
Si se toma en cuenta de que ni
siquiera hemos hablado de Turquía país cuyo gobernante hará todo lo posible
para que en el país no se repita la historia reciente de Egipto, el panorama
hacia el 2014 no puede ser más confuso. Quizás las negociaciones sobre Siria
arrojarán algunas luces sobre las tinieblas del Oriente Medio. Esperemos.
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