Por German Carrera Damas 10 de enero de 2014
Escuela de Historia
Universidad Central de Venezuela
La frecuencia con que se menciona el
término diálogo. Las virtudes que se le atribuyen. Las esperanzas que se cree
representa y que ciertamente despierta. Los discursos pro diálogo, tan diversos
en sus términos como crudamente contrarios entre sí, y en cuyo favor se invoca
la realización del diálogo. Todo pareciera indicar que se trata de un concepto
diáfanamente percibido, a la par que de una panacea política recién
descubierta. No obstante lo fundado que puedan resultar estos motivos y
sentimientos, quizás vengan al caso algunas precisiones, tanto conceptuales como
históricas.
Advierto, de inmediato, que como
producto intelectual que soy de la hoy
asediada democracia venezolana, sólo alguna vez me he sustraído,-más que
negado-, a dialogar. Un elemental respeto por mi oficio de historiador, y un
absoluto acatamiento del sentido histórico y del ejercicio del espíritu crítico
aplicado al estudio y comprensión de la Historia, me han prevenido, por
ejemplo, de dialogar con alguno de los monosabios de la oficina del Ministerio
del Poder popular para la policía interior, denominada Centro Nacional de
Historia, -encargada de minar la conciencia histórica de los venezolanos-,
acerca de los méritos del cacique “Guaicaipuró” como defensor de la
nacionalidad venezolana. Respecto de ellos, he defendido y defiendo su derecho a
decir torpezas; pero igualmente defiendo mi derecho a calificar de tales sus
desatinos ideológicos.
No es nueva para mí la preocupación
sobre el significado del concepto de diálogo, puesto que el ejercicio de la
docencia activa, la investigación sobre temas y cuestiones sensibles, y la
expresión escrita de mi pensamiento, no han sido tibios en propiciar el
diálogo ni en suscitar polémica.
Valgan estas advertencias para ayudar
a situar críticamente lo que sigue, sobre mi concepto de diálogo y sobre su papel
en la historia contemporánea de Venezuela.
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* *
El diálogo ha sido definido como una
discusión o trato en busca de una avenencia. De no ser así, en lugar de diálogo
se trataría de una conversación, de una confrontación de puntos de vista o de
pareceres; o, pura y simplemente, de una controversia sin trascendencia
razonable admisible por las partes que la escenifican.
Por esto los demócratas vivimos el
diálogo. Por esto mismo los no demócratas, sean seudo socialistas, sean pura y
simplemente militaristas, no practican el diálogo, ni pueden practicarlo sin
dejar de ser lo que son.
Así, mientras el demócrata se realiza
en el diálogo, porque éste es consubstancial con la práctica de la democracia,
tanto el régimen seudo socialista como el militarista se escudan tras su adoctrinamiento
totalitario para apartar de sí todo contagio de diálogo, por considerarlo
propicio al fomento de la disidencia.
El régimen seudo socialista teme al
diálogo porque tiene razones históricas para temer toda fisura del
totalitarismo, por la cual pueda colarse la disidencia. Del totalitarismo
socialista del siglo pasado han sobrevivido los regímenes que se han resistido
a toda modalidad de diálogo con sus respectivas sociedades, como lo han hecho
las antediluviana dinastías fidelista y norcoreana.
El régimen militar-militarista teme al
diálogo porque sus jefes han sido
amaestrados en le relación mando-obediencia; y por lo mismo temen, tanto o
más, que los del régimen seudo socialista, la disidencia delatora del
para ellos detestable prejuicio denominado autonomía de pensamiento.
Como a esas mentalidades abstrusas no les
cabría concebir un diálogo sin que éste fuese portador de la justamente temida
disidencia, ahogan la sola posibilidad
de ésta última en el pantano de servidumbre del que nutren su prepotencia.
En consecuencia, visto el diálogo, en
Democracia, como un despliegue de razón regido por el propósito de avenencia,
ello supone el ejercicio, en primer lugar, de una voluntad de convenio o de
transacción; y en segundo lugar de conformidad y hasta de grados de unión. Por consiguiente,
el que sea viable un genuino diálogo depende de que sean satisfechos los
siguientes supuestos básicos:
La identificación de los dialogantes:
tanto en su condición de individuos, de grupos o de partidos, como en su
representación, individual o colectiva.
La igualdad de los dialogantes:
fundada en un respeto básico, que pone a un lado las respectivamente
reconocidas jerarquía y ubicación institucionales.
La identificación de las cuestiones
sobre las cuales dialogar: lo que requiere una agenda establecida; salvo que se
convenga en una fase de agenda abierta, generalmente una vez terminado el
diálogo, propiamente dicho, y le siga una conversación, eventualmente
propiciatoria de un nuevo diálogo.
La formulación de objetivos: por
considerarse que el sólo enunciado de áreas o cuestiones no felicitará la
eventual realización del propósito de avenimiento. Los objetivos deben ser
reconocidos por los dialogantes como amplios, evidentes y comunes, aun cuando
difieran los procedimientos para lograrlos.
El acuerdo sobre la necesidad o la urgencia de tomar medidas:
democráticamente concebidas y acordadas de manera transparente, y formuladas en
términos precisos y accesibles al entendimiento común.
Es obvio que el cumplimiento de estos
requisitos para el diálogo compromete no sólo la buena disposición de las partes, sino también la legitimidad de
su respectiva actuación, tanto en la concertación del diálogo como en su
realización y producto final; y tal legitimidad sólo puede provenir, en la
República, del pleno respeto de la soberanía popular.
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* *
En Venezuela contemporánea la
experiencia del diálogo, así concebido, ha sido parte necesaria y fructífera de
la transición desde la República liberal autocrática, en su fase degenerativa:
la Dictadura liberal regionalista, hacia la República liberal democrática. Ello
es prueba de que la noción de diálogo, -así concebida, lo subrayo-, es
consubstancial con la vigencia de la Democracia.
En un Mensaje histórico sólo es
posible mencionar, muy sucintamente, tres ejemplos de diálogo particularmente
significativos: uno de diálogo político circunstancial, otro de diálogo político
institucional y otro de diálogo político
global.
Fue un significativo diálogo político
circunstancial el realizado entre el último representante de la Dictadura
liberal regionalista, el Presidente General Isaías Medina Angarita, y la
surgente oposición democrática, representada por el Partido Acción Democrática
y su fundador Rómulo Betancourt. El temor compartido de que pudiese retornar al
Poder el ex Presidente General Eleazar López Contreras,-apreciado por ambos
como retorno al gomecismo, y por la opinión democrática como una acto del
denominado continuismo alternativo-,
propició un diálogo en el cual
los enunciados supuestos esenciales fueron resumidos en la procurada
instauración de un gobierno civil comprometido a rescatar la soberanía popular,
reconociéndola como el único criterio de legitimidad en la formación, el ejercicio y la finalidad
del Poder público. Este diálogo condujo a la candidatura concertada del Dr.
Diógenes Escalante a la Presidencia de la República.
El más trascendental ejemplo de
diálogo político institucional retomó los objetivos del diálogo político circunstancial frustrado.
Corrió en el lapso 1946-1948, y consistió en la participación amplia y diversa,
en el proceso de formación del Poder público correspondiente a la instauración
de la República liberal democrática. Tanto la convocatoria de una Asamblea
Nacional Constituyente, bajo la conducción de un organismo electoral
ampliamente representativo y autónomo, como la ampliación insuperable del
universo electoral y el desenvolvimiento mismo de la Asamblea, dieron
testimonio de una voluntad de diálogo demostrada por todas las fuerzas civiles.
El tercer ejemplo, el de diálogo
político global, partió de la designación de la Comisión Presidencial para la
Reforma del Estado (COPRE), durante la Presidencia de Jaime Lusinchi, por
Decreto de 17 de diciembre de 1984. Integrada con la más diversa pluralidad,
sin predominio de corriente alguna, política o ideológica, sus treinta y cinco
miembros dimos una altísima demostración de capacidad de diálogo al formular el
Proyecto de reforma integral del Estado, orientado hacia la modernización del
Estado y la profundización de la Democracia; cuyos primeros logros en el
fortalecimiento de la soberanía popular padecen hoy vanos intentos de
destrucción de parte de un régimen militar-militarista que reúne lo atávico con
lo arcaico y que, por lo mismo, subestima el arraigo de lo históricamente
adquirido por las sociedades.
* * *
*
El reclamo de diálogo, actualmente
presente y en forma creciente, se corresponde con nuestra experiencia histórica
en el rescate de la soberanía popular, y en la garantía de su plena vigencia.
Esta legitimidad histórica le da al reclamo de diálogo el respaldo obligante
requerido para que sean respetados los requisitos del diálogo, consubstancial
con el ejercicio de la Democracia.
Caracas, 1º de junio de 2009.
Mensajes precedentes: Primer Mensaje
histórico: “En defensa de las bases históricas de la conciencia nacional”. 2º
Mensaje histórico: “La Larga marcha de la sociedad venezolana hacia la
democracia”. 3º Mensaje histórico: “Recordar la democracia”. 4º Mensaje histórico: “¿Zonas de tolerancia de
la libertad y guetos de la democracia?”. 5º
Mensaje histórico: “El ‘punto de
quiebre’ ”. 6º Mensaje histórico: “Entre
la independencia y la libertad”. 7º
Mensaje histórico: “El discurso de la Revolución”. 8º Mensaje histórico: ¿Reanudación de su curso
histórico por las sociedades aborígenes?
O ¿hacia dónde llevan a Bolivia? 9º Mensaje histórico: Cuando Hugo se
bajó del futuro. 10º Mensaje histórico: ¿La historia ha caído en manos de gente
limitada e imaginativa? 11º Mensaje histórico: Las falsas salidas del temor.
12º Mensaje histórico: ¿Hacia dónde quiere ir Venezuela? 13º Mensaje histórico:
Defender y rescatar la democracia. 14º Mensaje histórico: Sigue la marcha de la
sociedad venezolana hacia la democracia. 15º Mensaje histórico: En el inicio
del 2007: un buen momento para intentar comprender. 16º Mensaje histórico: Las
historias de Germán Carrera Damas. 17º Mensaje histórico: República liberal
democrática vs República liberal autocrática. 18º Mensaje histórico: Sobre los
orígenes y los supuestos históricos y doctrinarios del militarismo venezolano.
19º Mensaje histórico: El vano intento de enterrar el Proyecto nacional
venezolano. 20º Mensaje histórico: Demoler la República. 21º Mensaje histórico:
La reducción civilizadora socialista de las tribus indígenas. 22º Mensaje
histórico: Lo que no se puede dar ni quitar. 23º Mensaje histórico,
extraordinario: Mis razones para decir No. 24º Mensaje histórico: La nueva
política como intento de burlar la historia. 25º Mensaje histórico: Sobre el 23
de Enero de 1958, en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela. 26º
Mensaje histórico: La presencia activa de Rómulo Betancourt. 27º Mensaje
histórico: Librarnos del Siglo XIX. 28º Mensaje histórico: Repetición del 8º
Mensaje histórico. 29º Mensaje histórico: “Lo que fuimos, lo que somos y lo que
seremos”. 30º Mensaje histórico: “Los ciudadanos pasivos están en vías de
extinción”. 31º Mensaje histórico: “La revancha de Fernando VII”. 32º Mensaje
histórico: “Las migraciones no controlables”. 33º Mensaje histórico: “El 23-N
el régimen militar chocará con el legado de Betancourt”. 34º Mensaje histórico:
La Democracia: un asunto de los pueblos. 35º Mensaje histórico: “Mi voz de
alerta: !La República está amenazada! 36º Mensaje histórico: …”nada pudre más a
una nación“… 37º Mensaje histórico: “El conflictive porvenir de la República”.
38º Mensaje histórico: “El peligro de no saber leer la Historia”. 39º Mensaje
histórico: Sin título. 40º Mensaje histórico: “En desagravio de la mujer
venezolana”.Nota: Estos mensajes, hasta el número 13, fueron recogidos en un
pequeño volumen intitulado Recordar la democracia (Mensajes históricos y otros
textos). Caracas, Editorial Ala de
Cuervo, 2006.
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