Por Simón García
Los rumores siempre han sido
el más sabroso y mayoritario deporte nacional. No siguen reglas, circulan
libremente por toda la sociedad y nadie les pide prueba sobre su verdad. La
fórmula, una amiga del sobrino de fulano me dijo que , basta para
desplazar la lógica y envolvernos en la magia de lo posible.
Para tener éxito, los rumores necesitan que quienes los escuchan los retransmitan. La repetición es su premio. Por eso el arte del rumor consiste en disparar el mecanismo psicológico que nos incite a sorprender cualquier oreja cercana para ampliar el círculo privilegiado de los enterados. El rumor dispensa el pequeño honor de la confidencialidad.
En estos tiempos revueltos resultaría conveniente no comportarse, con los rumores, como esos bateadores que se van con cualquier lanzamiento. Hay que pensar por dónde vienen, qué nos incitan a hacer y dejar pasar los rumores que perjudican nuestra causa para concentrarse en los que nos permitan agrandar la ventaja sobre el régimen.
Los rumores forman parte de la campaña electoral que lleva a cabo desesperadamente el Gobierno. En su catálogo existen rumores para distraer, para atemorizar, para inducir la abstención, para restablecer los viejos términos de la polarización o difundir la idea de que el Gobierno no pierde elecciones.
¿Por qué la oposición en vez de entretenerse con ellos e incluso reproducir los que fortalecen al actual poder, no se ocupa de la labor más emocionante de fabricarlos? ¿Podrían imaginarse a cien mil personas repitiendo, cada una poniéndole su propia narrativa, una información similar durante una semana? Sería una forma eficaz de romper la hegemonía comunicacional y evitar que la imposición de una versión sesgada sea la que alimente la formación de la opinión pública.
El rumor puede constituir una herramienta de comunicación alternativa para enfrentar el secreto, la desinformación, la manipulación de los hechos o la institucionalización de la mentira llevada a cabo por este régimen. Podría exhibir la ventaja ética de compartir una verdad difundida persona a persona dentro de un entorno afectivo y con la convicción de transmitir una noticia de conocimiento restringido. Tanto que pocos medios de comunicación publicarían.
El rumor debe ser un arma para conseguir votos mediante una conspiración democrática perfecta. Un sistema de información puesto en marcha por ciudadanos comunes, en forma personalizada, sin vinculación orgánica entre sí, pero conscientes de lo que hay que fortalecer y lo que hay que debilitar en el escenario de una campaña parlamentaria caracterizada por el ventajismo de Estado y una parcialidad del CNE que irá en ascenso.
No se trata de montar un inadmisible laboratorio de guerra sucia o de una olla para devolverle al Gobierno las infamias que arroja contra la oposición. Basta con desplegar la verdad sobre sus incumplimientos, ineficacias, corrupciones y responsabilidades en los problemas que el país no quiere seguir soportando.
Solo es necesario que aparezca un particular, apegado a principios cívicos y valores humanos universales, con disposición a contar, de modo atractivo por qué hasta los propios seguidores del régimen son hoy partidarios de votar por candidatos de la Unidad.
Fue lo que aseguró en el mercado, un señor de franela roja, cuando le cobraban un kilo de cebolla. No hablo de algo que me dijeron, lo presencié directamente. Acuérdense de mí: la gente está harta. Nadie va a votar para que esto continúe empeorando.
05-09-15
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