Por José Guerra
Este mes veremos estallar
con fuerza la crisis de efectivo que se viene gestando desde 2014, cuando le
ordenaron al BCV archivar los estudios técnicos que recomendaban la emisión del
billete de 500 bolívares. Hoy día, además del de 500, se necesitaría emitir
billetes de mil y dos mil bolívares, si se quisiera mantener un cono monetario
con el mismo poder adquisitivo de enero 2008, cuando se lanzó aquella fútil
reconversión monetaria. Pero ya es tarde, los billetes de 500 no saldrán y el
inventario de billetes frescos del actual cono monetario tocará fondo este
álgido mes de septiembre. El resultado será una innecesaria crisis de efectivo
que se suma a la ya grave crisis de inflación. Me explico.
Un gobierno irresponsable
podría desatar una inflación galopante y, al mismo tiempo, elevar
periódicamente la denominación de sus billetes para conveniencia de los
consumidores. Ese es generalmente el caso y es así como el gobierno de Mugabe
no tuvo empacho en emitir el muy conveniente billete de 100 billones de dólares
para permitirle a la población de Zimbaue lidiar con la hiperinflación. Pero un
gobierno que, como el de Maduro, además de irresponsable es errático, no
se conforma con empujar la tasa de inflación por encima del 10% mensual sino
que ordena congelar el cono monetario, para que tengamos que arreglárnosla con
los mismitos billetes que mes a mes van perdiendo valor aceleradamente.
Las consecuencias de tamaña
estupidez ya se están viendo: tenemos que gastar cada vez más tiempo frente a
los cajeros, pensionados y obreros son obligados a cobrar su dinerito en
billetes de 5, 10 y 20 bolívares, bodegas y panaderías cobran comisiones de
hasta 15% por “sacar” efectivo de las tarjetas de débito y en algunos
establecimientos ya no cuentan el efectivo sino que lo pesan, tal cual: unos
1.800 bolívares en un kilo de billetes de 2, 4.500 bolívares en un kilo de
billetes de 5 y así sucesivamente. Solo es cuestión de tiempo para que se
extienda al resto del país lo que ya se registra en los estados fronterizos,
donde un billete de 100 bolívares vale más que su equivalente en billetes de
menor denominación, con lo que se generan los incentivos para el arbitraje
(bachaqueo) de billetes de 100.
Ciertamente, el madurismo se
ha caracterizado por la inacción en materia económica y en muchos casos se
puede inferir cierta lógica detrás de dicha conducta. Así, no se unifica el
tipo de cambio para no afectar la mafia de la sobrefacturación, no se sincera
el precio de la gasolina para no afectar la mafia del contrabando y así con el
resto de controles que asfixian la economía. Pero lo que si no parece tener
lógica alguna es el empeño por mantener congelado el cono monetario. Me
comentan de cierta “teoría monetaria del pajarito” según la cual emitir
billetes de 500 o más equivaldría a admitir una inflación que oficialmente no
existe, de modo que la línea del Gobierno sería no publicar cifras de inflación
y no emitir billetes de mayor denominación para que la gente “no se dé cuenta”
que suben los precios. Me resisto a pensar que alguien podría postular
seriamente semejante teoría pues, de ser cierto, indicaría un grado de
desconexión con la realidad digna del bunker de Hitler en la primavera de 1945.
En cualquier caso, sea cual
sea el pasticho mental que paraliza al alto gobierno, se nos viene encima una
crisis de efectivo para la cual no hay forma de protegerse a nivel individual,
sino que más bien, por tratarse de un problema macro, reclama de la acción
colectiva. Hay que exigir una administración responsable de las especies
monetarias de las cuales depende el comercio cotidiano, o de lo contrario nos
saldrán luego con una reconversión chimba como la efectuada en la Nicaragua
sandinistas, donde simplemente aplicaron un sello húmedo al stock de billetes
existentes para cambiarles su denominación. Eso sí sería un final poético para
el efímero bolívar fuerte.
06-09-15
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