Por César R. Gallo P.
I
La disminución de la
desigualdad y la pobreza de ingresos en Venezuela, ocurrida particularmente
entre 2004 y 2009, ha sido mostrada como uno de los logros más importantes de
la llamada Revolución Bolivariana. Tanto ha sido así que se ha usado como
bandera política de campaña en los numerosos procesos electorales a los que
hemos asistido, arrojando una buena cantidad de votos a favor del gobierno.
Desafortunadamente la tendencia no fue sostenible y a partir de 2010 comenzó un
proceso de reversión de esa tendencia decreciente que podemos constatar
oficialmente sólo hasta 2013, ya que durante los dos últimos años el INE no
publica resultados en su página y por supuesto tampoco pone a disposición la
base datos de la Encuesta de Hogares en la que nos basamos quienes trabajamos
sobre este tema.
Si tomamos en cuenta la
fuerte crisis económica que estamos viviendo, que se expresa en una gran
escasez de productos básicos y en un nivel de inflación que no habíamos
experimentado antes, no es difícil especular que los niveles de pobreza de
ingreso deben haber alcanzado ya niveles sin precedente, así como es de esperar
que la desigualdad haya igualmente revertido su tendencia. El gobierno actual
responsabiliza de esta situación a una guerra económica que no ha podido
demostrar, siendo este un argumento poco convincente aún para sus más fieles
seguidores, guerra que según su parecer ha destruido en corto tiempo los
“exitosos” resultados de las políticas sociales a favor de los sectores que,
hasta la llegada al poder de la “Revolución”, habían sido excluidos de los
beneficios del crecimiento económico.
Se mostró a Venezuela como
un modelo exitoso en la lucha por reducir la desigualdad y la pobreza,
presentándolo como inédito y ejemplo a seguir. No obstante, cuando se revisan
las estadísticas del Banco Mundial y diversos trabajos sobre el tema, se
constata que el decrecimiento de la pobreza y la desigualdad no se ha
registrado exclusivamente en Venezuela. Todos los países de América Latina
registraron en el mismo período tendencia decreciente de sus cifras de
desigualdad y pobreza, incluso aquellos países de orientación ideológica opuesta
a la del gobierno venezolano como fueron los casos de Chile, Colombia, Panamá,
Paraguay y Perú (World Bank, 2013; Gasparini and Lustig, 2011; Lustig, López y
Ortiz, 2012; Azevedo, Inchaust y Sanfelice, 2013; Ferreira, Firpo y Messina,
2014; Canavire y Rios, 2015). El Banco Mundial (2013) reporta que hubo
una mejora económica relevante en América Latina en la última década, la cual
implicó un aumento de la prosperidad en todos los niveles de la sociedad,
destacando que la ganancia de los grupos más pobres ha sido más rápida que la
de los que ya estaban en mejor situación económica. Esto sin duda explica la
reducción de la desigualdad que se registró en la mayoría de los países de la
región, la cual, según el reporte, se ha dado en medio de una prosperidad que
ha beneficiado a todos los grupos sociales. ¿Podemos afirmar que esto ha
ocurrido también en Venezuela? ¿Podemos incluso afirmar que la reducción de la
pobreza y la desigualdad registrada en Venezuela hasta 2009 fue realmente el
resultado de políticas sociales eficaces? Es de hacer notar que el reporte del
Banco Mundial no incluyó el caso venezolano en su estudio porque el gobierno no
les suministró las bases de datos correspondientes, según me informaron los
coordinadores del proyecto que produjo el referido reporte.
II
La efectividad de las
políticas sociales implementadas por el gobierno venezolano a partir de 2003
para reducir la pobreza y la desigualdad es cuestionable no sólo por producir
resultados no sostenibles en el tiempo, sino que además ni siquiera se les
puede atribuir responsabilidad directa de la reducción registrada entre 2004 y
2009. Lustig y McLeod (2009, 2011) presentan evidencia econométrica de que la
disminución de la pobreza y la desigualdad en los casos de Venezuela y Argentina
puede ser explicada sólo por el aumento de los precios de sus productos de
exportación (Petróleo en el caso venezolano) y ninguna conclusión se puede
extraer en relación a la efectividad de las políticas de sus gobiernos.
En relación a la
insostenibilidad es fácil concluir que al ser políticas populistas y
efectistas, más que efectivas, que se apoyan en un crecimiento económico no
sostenible, tampoco lo son sus resultados. Sin embargo, podría pensarse que
esas políticas sí tuvieron responsabilidad indirecta en tales reducciones
porque ellas representaron el canal a través del cual se transfirió parte del
beneficio del crecimiento económico del país a la población en general y en
particular a las más pobre.
Ahora bien, hay que tomar en
cuenta que la desigualdad de ingresos puede disminuir por diferentes razones.
La reducción puede ser el resultado de una mayor ganancia de los grupos más
pobres, tal como destaca el reporte del Banco Mundial que ha ocurrido para el
resto de América Latina, o por el contrario podría deberse a una mayor pérdida
de los grupos más ricos ¿Qué ocurrió en Venezuela entre 1999 y 2013? También
cabe preguntarse si cualquier reducción de la desigualdad es siempre un
indicador favorable y deseable para la economía. Por ejemplo, la desigualdad de
ingresos puede disminuir en medio de un ambiente de desmejora económica
generalizada de toda la población en la que los grupos más ricos pierden más
que lo que pierden los más pobres (todos pierden), llegando incluso a una
situación extrema en la que todos sean igualmente pobres. En tal situación
teóricamente el coeficiente de Gini reportaría valor cero. ¿Es esta una
situación deseable? ¿Podría considerarse esto un éxito de política económica?
A lo anterior hay que
agregar que aún existe un debate no concluido en torno a si cierto nivel de
desigualdad de ingresos es favorable o no para impulsar el desarrollo
económico. Algunos autores sostienen que la reducción de la desigualdad a
través de favorecer más a los grupos de menores ingresos incrementa la demanda
de productos básicos lo que incentiva la producción, esto a su vez trae un
aumento del empleo y así se estimula el crecimiento. Pero otros argumentan que
un cierto nivel de desigualdad a favor de los más ricos es conveniente, ya que
estos son los grupos que están en condiciones de ahorrar e invertir lo que
también genera empleo y crecimiento. El objetivo no es abordar este debate
aquí. Lo que quiero destacar es que los gobiernos se plantean como objetivo la
reducción de la desigualdad en la distribución del ingreso per se, sin
importarles mucho cómo ni para qué. Sólo les interesa exhibirla como un logro
de su política, cuando muchas veces podría ser más bien una muestra de su
fracaso.
Los gobiernos populistas
muchas veces requieren de aplicar políticas efectistas, no necesariamente
efectivas ni mucho menos eficientes, que le den resultados rápidos que les
sirvan para obtener el apoyo popular que les garantice mantenerse en el poder.
Por eso sus políticas preferidas, cuando hay disponibilidad de recursos, son
las transferencias de dinero. En salud se prioriza la construcción rápida de
numerosos ambulatorios en los sectores populares, sin preocuparse mucho de
mejorar la red de hospitales existentes, construir nuevos, dotarlos de personal
médico bien formado y bien remunerado y dotarlos de los equipos modernos acorde
con el desarrollo actual de la tecnología en medicina en el mundo. En lo que
respecta a educación se recurre a la masificación, sin importar el efecto que
ésta tiene en su calidad y en consecuencia en su función de ofrecerse como una
opción para mejorar el nivel de vida de los individuos que reciben un mayor
nivel de educación, ya que además se descuida el estado de la demanda de mano
de obra calificada.
El presidente Chávez en
2003, en una de sus innumerables y largas cadenas, hizo un análisis bastante
acertado en relación a la regresividad del gasto público en educación superior,
fenómeno que no es exclusivo de Venezuela. Esta regresividad se da por el hecho
de que los grupos de menores ingresos ven restringido su acceso a la educación
superior debido al gran desbalance existente de calidad entre la educación
pública y la privada. Los egresados del sector privado están mejor preparados y
en consecuencia tienen ventaja para acceder a la educación superior pública. De
esta manera el gasto público que se realiza en la educación superior tiende a
favorecer a los grupos de mayores ingresos, tendiendo así a incrementar la
desigualdad en la distribución del ingreso. Nos anunció el presidente en ese
entonces la “gran solución” para revertir esa regresividad del gasto en
educación superior, la cual consistió en la creación de la Universidad
Bolivariana de Venezuela y a partir de allí se creó una red de universidades
bolivarianas, la cuales dan acceso a los estudiantes que carecen de recursos
económicos, pero sin exigirles mayores requisitos académicos para su ingreso.
Es decir, como cantaba Héctor Lavoe, la política fue: “entren todos que caben
cien”. Se exacerbó así una política populista de masificación de la educación
superior que ya se había iniciado desde los primeros gobiernos de la llamada IV
República. Se recurre al populismo en educación en lugar de buscar resolver la
regresividad del gasto público en el nivel superior prestando la atención que
demandan los deteriorados niveles primario y secundario de la educación
pública, donde realmente se origina el problema y no en una expresa política de
discriminación social por parte de las universidades, como lo da a entender
oportunistamente el gobierno.
III
Como ha sido costumbre en
estos gobiernos, se atiende al síntoma, a la consecuencia, no a la causa. La
razón es que los resultados positivos de una política que atendiera la
verdadera causa del problema dirigida a recuperar los niveles básicos de la
educación pública se ven sólo a largo plazo, toma mucho tiempo, por lo que se
prefiere el efectismo inmediato de ampliar el acceso a la educación superior
sin restricciones académicas. Esto genera aplausos complacientes y gran
cantidad de votos rápidos que son necesarios para seguir en el poder a costa de
un gran daño, de una gran estafa que se le hace a la población de egresados de
este nivel, quienes luego encuentran dificultad para insertarse adecuadamente
en el mercado laboral acorde a la formación adquirida y ven así frustradas sus
expectativas de lograr un mejor nivel de vida. Parte de ese mismo populismo en
educación superior es la exigencia que se les está haciendo actualmente a las
universidades autónomas en relación a sus mecanismos de ingreso.
Lo preocupante es que ese
populismo en educación logra de hecho un efecto de reducción de la desigualdad
en la distribución del ingreso, que se exhibe con orgullo como un logro en
“revolución”. Pero esa reducción no necesariamente es reflejo de una mejora en
el bienestar social ni de prosperidad en el caso de Venezuela, como al parecer
sí lo ha sido para el resto de América Latina según lo destaca el reporte del
Banco Mundial.
El efecto de la masificación
en educación sobre la desigualdad se produce a través de los ingresos
laborales. Alrededor de la mitad de la disminución promedio de la desigualdad
en América Latina en la última década se debió a cambios en los ingresos
laborales, mientras que las transferencias de dinero tuvieron un impacto mucho
menor, siendo así el mercado laboral la principal fuente de igualación en la
región (Azevedo, Inchaust y Sanfelice, 2013). En el caso venezolano la
educación y la ocupación resultan ser los factores con mayor poder explicativo
de la desigualdad de ingresos laborales (Gallo, 2011). Ambos
factores están estrechamente vinculados ya que las ocupaciones de los
individuos se asocian a su nivel educativo. La elevación del nivel de educación
de la mano de obra junto a una distribución de la educación más igualitaria
juegan un papel relevante en hacer a la distribución del ingreso laboral más
igualitaria (De Gregorio y Lee, 2002). Pero como nos advierten Lustig, López y
Ortiz (2012) en base a la experiencia de los Estados Unidos, mientras el logro
educacional se ha hecho más igualitario en América Latina, lo mismo no puede
decirse de la calidad de la educación y esto puede tener efectos adversos en el
tiempo.
¿Cuál ha sido el efecto de
la masificación de la educación superior en Venezuela en los ingresos laborales
entre 1999 y 2013? Veamos primero cómo cambió el perfil educativo de la mano de
obra ocupada y que recibe ingresos laborales en Venezuela entre esos dos años
(Cuadro 1) [1].
Ocupados que reciben
ingresos laborales en Venezuela. Fuente: INE, Encuesta de Hogares por Muestreo,
segundo semestre (Cálculos propios)
Puede verse que ha habido un
incremento muy importante del nivel educativo de la población ocupada y que
recibe ingresos laborales en Venezuela entre 1999 y 2013. El número
de ocupados con educación media, así como el de egresados del nivel superior,
se triplicó, mientras las correspondientes proporciones en la población total
se duplicaron. Visto de otra manera, en 1999 el 62% de la población ocupada
tenía a lo máximo educación básica, mientras en 2013 el 73% tenía como mínimo
educación media. La mano de obra ocupada graduada del nivel de educación
superior (con título) pasó de un 11.4% a ser casi 23% en 2013. Estas cifras por
si solas revelan un logro cuantitativo importantísimo en materia educativa de
la mano de obra ocupada, en un período relativamente corto, lo cual obviamente
proporciona dividendos políticos.
¿Qué ha pasado con la
calidad? Esta no es una pregunta fácil de responder, para la cual no se tienen
datos de medición directa de la calidad que pudieran respaldar la respuesta. Se
requiere de una investigación específica para obtenerlos y poder hacer esa
evaluación. Sin embargo, partiendo del supuesto de que el mercado laboral
remunera en base a la productividad del trabajador y asigna ocupaciones de
acuerdo a su calificación, se podría tener una idea de cómo este mercado evalúa
a los egresados del sistema de educación superior venezolano. Con este fin se
puede revisar información que suministra la encuesta de hogares del INE que nos
permite ver cómo han cambiado los ingresos laborales de los ocupados que
reciben ingreso laboral según su nivel educativo y cómo se han distribuido
estos en las diversas ocupaciones que ofrece el mercado laboral. El Cuadro 2
proporciona información sobre los ingresos laborales de la población ocupada
según su nivel educativo, expresados en términos de la Canasta Alimentaria
Normativa (CAN) del año correspondiente que con regularidad mensual suministró
el INE hasta noviembre de 2014.
Ingresos laborales mensuales
en CAN de la población ocupada según su nivel educativo en Venezuela. Fuente:
INE, Encuesta de Hogares por Muestreo, segundo semestre (Cálculos propios)
Una rápida mirada de las
cifras sugiere una situación de desmejora importante entre 1999 y 2013 para la
población ocupada. En primer lugar sorprende la reducción que registra el
promedio del ingreso laboral de la población total de ocupados, ya que el ingreso
total promedio per cápita mensual de los hogares aumentó de 3,6 CAN en 1999 a
4,3 CAN en 2013 (cálculos propios). Esto indica que la mejora del ingreso total
de los hogares no provino de los ingresos laborales sino de otros ingresos
entre los que se incluyen las transferencias de dinero. De hecho, con excepción
del grupo de ocupados sin ninguna educación, cuyo ingreso prácticamente
permanece igual, todos los grupos de educación lo reducen. Curiosamente las
mayores reducciones de ingreso las sufren los trabajadores egresados del nivel
superior de educación completa (con título). Para ambos años se constata que
los ingresos son mayores para los niveles de educación más altos, pero se
observa que las diferencias entre niveles para el año 2013 son muy pequeñas en
comparación con lo que eran en 1999. Esto sugiere que tener un título de
educación superior en Venezuela en 1999 era mejor remunerado de lo que era en
2013, lo cual indica una desvalorización importante de la educación superior.
Nótese que los técnicos superiores con título pierden 4 CAN mientras que los
universitarios con título pierden casi 9 CAN como ingreso laboral mensual.
No es difícil prever que un
comportamiento como el reflejado en el Cuadro 2 tiene que conducir a un nivel
de desigualdad menor en 2013 que en 1999. De hecho, al realizar el cálculo del
popular coeficiente de Gini para los ingresos laborales en Venezuela, en ambos
años, se obtiene un resultado de 0,427 en 1999 y de 0,338 en 2013. Esta es una
reducción bastante relevante, la cual se ha exhibido como uno de los grandes
logros de la “Revolución Bolivariana”. Sin embargo, se muestra que tal
reducción no es más que el reflejo de una situación de desmejora generalizada
en donde los de mayor nivel educativo han sufrido las mayores pérdidas.
Obviamente, esta disminución de desigualdad en los ingresos laborales conduce
también a la disminución de la desigualdad de ingreso total de los hogares
venezolanos, que anualmente publicó el INE hasta 2012. Como se dijo al
comienzo, más del 50% de los cambios en la desigualdad provienen de los
ingresos laborales y si a este hecho se le unen las transferencias de dinero
por parte del gobierno destinadas a elevar los ingresos de los hogares más
pobres, obviamente da como resultado una caída de la desigualdad agregada.
Según mis cálculos la desigualdad de ingresos agregada de los hogares
venezolanos disminuyó de 0,490 en 1999 a 0,415 en 2013.
IV
Para complementar este
análisis sobre el efecto que ha tenido la política populista de masificación de
la educación superior sobre la desigualdad de ingresos, es bastante útil dar
una mirada a cómo ha sido la distribución por ocupación de los trabajadores que
tienen nivel de educación superior completa (con título) entre 1999 y 2013.
Antes, es importante dar una mirada al Cuadro 3 que muestra la distribución de
la fuerza laboral con ese nivel de educación entre empleados y desempleados.
Ocupados y desocupados con
educación superior completa en Venezuela. Fuente: INE, Encuesta de Hogares por
Muestreo, segundo semestre (Cálculos propios)
Tal como lo ha informado el
INE, la tasa de desocupación en Venezuela disminuyó entre 1999 y 2013,
disminución que también se registra en el segmento de la fuerza laboral que
tiene educación superior completa. A pesar de eso, cuando se miran los números
y no sólo los porcentajes, sigue siendo preocupante que aun así es considerable
la cantidad de individuos con educación superior completa que permanecían
desempleados en 2013, número que llegó a superar los 250 mil. Ahora bien, la
cantidad de ocupados con ese nivel de educación también aumentó de manera
importante siendo el incremento de casi dos millones. El punto está en ver en
qué se ocuparon estos individuos, resultado de esta masificación. El Cuadro 4
muestra esa distribución.
Distribución por ocupaciones
de individuos con educación superior completa en Venezuela. Fuente: INE,
Encuesta de Hogares por Muestreo, segundo semestre (Cálculos propios)
Puede verse que tan sólo un
poco más de la mitad de ese incremento se ubicó en ocupaciones acorde con su
formación adquirida en educación superior (54%). En 1999 representaron el 74%
reduciéndose a 61% en 2013. El resto se distribuyó en ocupaciones que son
generalmente de más baja remuneración. En 2013 el 23% se distribuyó entre
empleados de oficina, vendedores en comercios y vendedores ambulantes (444 mil
individuos), mientras un 15% se distribuían entre servicios, conductores, artesanos
y operarios de fábrica (650 mil individuos).[2] Si a estas cifras agregamos el
número de desempleados en 2013, vemos que en ese año habían 1 millón 344 mil
individuos con educación superior completa que no pudieron insertarse en el
mercado laboral acorde a su nivel educativo, viendo posiblemente frustradas las
expectativas que tenían de poseer un título de educación superior.
El Cuadro 5 complementa esta
visión del efecto perverso de la masificación de la educación superior. Las
ocupaciones que generalmente requieren de un nivel de educación superior
reducen de manera dramática su ingreso laboral mensual. Es así como
puede verse que no es sólo que una proporción importante de egresados de este
nivel han pasado a ejercer ocupaciones para las que no se requiere el nivel de
formación educativa que supuestamente adquirieron, en las que reciben remuneraciones
más bajas, sino que además las ocupaciones que sí requieren de esa formación
también redujeron su nivel de remuneración de manera importante. Esto es una
consecuencia lógica cuando la oferta de mano de obra para esas ocupaciones
rebasa en mucho la correspondiente demanda. Ambos efectos explican la situación
de deterioro de los ingresos laborales para el nivel de educación superior
completa mostrada antes en el Cuadro 2.
Ingresos laborales mensuales
en CAN de la población ocupada por ocupación. Fuente: INE, Encuesta de Hogares
por Muestreo, segundo semestre (Cálculos propios)
Para finalizar no se puede
dejar de destacar un hecho curioso que muestra el Cuadro 5. Puede
notarse que todas las ocupaciones reducen su ingreso laboral promedio con
excepción de los diputados y los militares (los servicios registran un ligero
incremento poco relevante). En 1999 las ocupaciones de mayor remuneración eran
las correspondientes a directores, gerentes y propietarios, los directivos de
la administración pública, los profesionales y técnicos y los mineros, en ese
mismo orden, estando los militares y los diputados en quinto y sexto lugar
respectivamente. En 2013 los militares pasan a ser la ocupación mejor
remunerada por trabajo en el país seguida de los diputados. Cabe recordar que
los ingresos reportados son los provenientes del trabajo únicamente, usualmente
sueldos y salarios, no incluye los llamados “otros ingresos”, aparte de que
usualmente los entrevistados tienden a sub-reportar sus ingresos,
particularmente cuando estos son altos. Con esto quiero decir que probablemente
los incrementos de ingresos de esos dos tipos de ocupaciones sean aún más
altos. Esto sugiere un cambio importante de prioridades y de la valoración que
se hace de la educación a partir de 1999.
Por otro lado, debe tomarse
en cuenta que todos los cálculos cuyos resultados aquí se han presentado fueron
realizados en base a la CAN suministrada por el INE, cuyo valor ha sido
cuestionado por algunos economistas por no considerarlo fiel reflejo de la
realidad de precios que rige en la economía en los últimos años. El CENDAS
proporciona a su vez un valor de Canasta Alimentaria que en los dos últimos
años ha sido tomada como la principal referencia de precios y del costo de la
vida en Venezuela, dada la ausencia de información de cifras oficiales tanto
por parte del BCV como del INE. Como dato puede ser útil saber que en 1999 la
canasta reportada por el CENDAS era 1.96 veces la del INE, mientras esa
relación subió a 2.51 en 2013. El ejercicio de especulación es libre.
V
Este análisis sugiere que el
deterioro de las remuneraciones de los trabajadores ocupados con nivel de
educación superior es el resultado de un proceso de disminución de los retornos
de la educación en Venezuela, de desvalorización de la educación, debido a que
la demanda de mano de obra calificada ha estado muy rezagada en comparación con
la oferta. Esto es una consecuencia lógica de un proceso de masificación con
fines principalmente políticos, sin prestar la debida atención a la capacidad
de absorción del mercado laboral de mano de obra con ese nivel de calificación.
El proceso de masificación de la educación en Venezuela, y junto con ella el
deterioro de su calidad, comienza realmente en la época de los primeros
gobiernos de la llamada “era democrática”. Sin embargo, con la llegada de la
“Revolución Bolivariana” al poder en 1999 ese proceso se exacerba, en
particular a partir de 2003, conducido por la orientación populista del
gobierno, con el agravante de que no sólo se descuidó el estado real de la demanda
de mano de obra calificada en el país, sino que peor aún las políticas
económicas implementadas contribuyeron en gran medida a reducir esa demanda.
Las expropiaciones, nacionalizaciones, confiscaciones, control de cambio y de
precios, son todas políticas que ahuyentan la inversión privada nacional y
extranjera, aparte de destruir lo existente, con la lógica consecuencia de
reducción de demanda de trabajo tanto calificado como no calificado. Debido a
esto la gran masa de egresados del sector de educación superior se ve obligado
a ubicarse en ocupaciones que no corresponden a su formación educativa y a
aceptar niveles de ingreso muy por debajo de los que corresponderían a su nivel
de educación, mientras otros sencillamente engrosan las filas del desempleo.
Es así como ha operado una
gran estafa a la que han sido sometidos los grupos de menores ingresos de
nuestro país, llevando en efecto a una menor desigualdad de ingresos laborales
pero con un empobrecimiento generalizado de la población educada. Es así como
se les ha hecho creer que esta “revolución” los ha incluido y les ha concedido
poder. Se les ha creado la ilusión de poseer un nivel de educación superior,
cuando en realidad esa educación está devaluada, manteniéndolos en la práctica
excluidos del proceso de producción de riqueza, de su propia riqueza, que es la
única forma de lograr su verdadera liberación sin tener que depender de las
dádivas del estado.
Las políticas educativas
deben estar coordinadas con las económicas. Deben ser parte de un mismo proyecto
de desarrollo. El gasto en educación, incluido el sector superior, correlaciona
en efecto negativamente con la desigualdad de ingresos, como lo muestra la
evidencia empírica en la mayoría de los países. Definitivamente una mano de
obra más educada es más productiva si la educación se promueve acertadamente,
sin intereses populistas, en los sectores primario y secundario, lo cual se
traduce en una mayor prosperidad para los individuos que reciben educación y en
una mayor equidad en la distribución del ingreso.
En Venezuela se dio un
proceso de disminución de la desigualdad por la vía de desmejorar
económicamente a toda la población ocupada en términos reales, creando además
una ilusión monetaria a través de las transferencias de dinero, el cual cada día
pierde rápidamente valor. No se puede dejar de destacar que el análisis aquí
presentado se ha hecho en el período 1999 a 2013. Es decir, esta situación es
resultado de las políticas económicas y sociales implementadas durante el
gobierno del finado presidente Hugo Chávez. No recogen los efectos de los
desaciertos del actual gobierno, ni tampoco se puede atribuir este escenario a
la caída de los precios petroleros, ya que en 2013 dicho precio aún se mantenía
alto. Es fácil entonces especular que la situación en 2015 debe ser mucho más
frustrante que la aquí mostrada. Aún más si se toma en cuenta que todos los
cálculos se han hecho en base al valor de la CAN publicada por el INE, la que
para muchos dista bastante de la situación real de precios en el mercado de
alimentos básicos.
El populismo en educación a
través de engañar a la población con una masificación del nivel superior que
está divorciada de nuestra realidad económica hace un gran daño a la nación.
Cabe aquí recordar las palabras de Uslar Pietri citado en un trabajo de José
Alberto Montilla y María Cristina Parra (1992, p.87) al discutir la supresión
de muchos requisitos de ingreso al sector universitario:
“Otros han visto el problema
universitario desde un ángulo exclusivamente político, o mejor dicho
demagógico. Para ellos el problema se ha reducido a dar puerta franca en la
universidad, a establecer una lotería de títulos y distinciones académicas, a
creer que se abre una universidad dondequiera que se abre un edificio con este
nombre. A tomar siempre ante los problemas por la línea de menor resistencia,
sin percatarse de que el problema pospuesto hoy es problema doble para mañana.”
(Uslar Pietri, 1986:106).
Sería muy bueno para
Venezuela que los políticos que pretenden tomar las riendas de conducción de
este país en un futuro, que espero sea cercano, aprendan de nuestras sufridas
experiencias y renuncien en su ejercicio del poder a la demagogia, al
populismo, a no posponer los problemas, a saber tomar las líneas acertadas, así
sean las de mayor resistencia aunque den sus frutos sólo en el largo plazo. Que
renuncien a su ambición personal de pasar a la historia rápidamente y piensen
realmente en el futuro de este país, aunque no reciban hoy los aplausos de
aprobación que tanto desean.
♦♦♦
Referencias
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♦♦♦
[1] Hago
la salvedad de que se trata de los ocupados que reciben ingreso por trabajo
(ingreso laboral), ya que interesa analizar la desigualdad de ingresos
laborales y usualmente dentro del total se ocupados se consideran también a los
individuos que son ayudantes familiares no remunerados. Por otro lado, a pesar
de que los valores de desigualdad que reporto en estas notas son sólo los del
coeficiente de Gini, en el trabajo más amplio que estoy realizando, el que
incluye descomposición, utilizo también la familia de índices de entropía
generalizada, los cuales por definición no admiten los ingresos cero. De esta
manera mantengo la coherencia en cuanto a la muestra utilizada en todo el
trabajo.
[2] Como
empleados de oficina se consideran mecanógrafos, secretarios, cajeros,
ayudantes, etc. La mayoría de las ocupaciones incluidas en artesanos y
operarios de fábrica corresponden a la categoría de obreros. Los servicios
corresponden al servicio doméstico, de limpieza, peluqueros, conserjes,
porteros, ascensoristas, etc. Los conductores incluyen a pilotos, transporte
público, taxistas, arrieros, etc.
César R. Gallo P. Ingeniero
Electricista y Economista de la UCV. Trabajó para CANTV hasta 1980. Luego,
profesor dedicación exclusiva en la UCV-FaCES es jubilado. Actualmente,
investigador asociado al IIES-FaCES-UCV. Maestria de CENDES-UCV, Msc de
QMC-Londres y PhD en UCL-Londres.
09-09-15
http://prodavinci.com/2015/09/09/actualidad/la-estafa-de-la-masificacion-de-la-educacion-superior-en-venezuela-por-cesar-r-gallo-p/
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