Por Marino J. González R.
En dos semanas el
presidente Trump ha entrado en una franca crisis en el manejo de su gestión. Incluso
antes de la juramentación, la opinión mayoritaria sobre Trump no era positiva,
al contrario de lo que ha sido la rutina en Estados Unidos con el inicio de un
nuevo gobierno. El balance a la fecha es el de un gobierno que ha entrado en
conflicto con gobiernos de otros países (México, China, solo por mencionar
dos), con grupos dentro de su país (inmigrantes, estudiantes, universidades,
empresas líderes en tecnologías, y pare de contar), con el Congreso (los
demócratas ya han anunciado que no votarán a favor ningún otro candidato al
Gabinete), con el poder judicial (enfrentamientos con jueces que han dictado
sentencias desfavorables). La lista podría seguir un rato largo.
Tal parece que la aspiración
de Trump por un gobierno de ocho años se ve bastante lejana. Cabe entonces
preguntarse por las razones que influyen en que uno de los gobiernos más
sofisticados del mundo entre en una crisis de gestión originada por sus propias
decisiones. Vale la pena precisar esos factores, especialmente por las lecciones
que puede ofrecer.
Gobernar es fundamentalmente
conducir. Una buena imagen es la del timonel que guía la embarcación a través
de mares tranquilos y también agitados. El supuesto de esa imagen es que en la
embarcación viajan todos los ciudadanos y que la responsabilidad primaria del
timonel es garantizar la inclusión en toda la sociedad. Si los gobiernos
incorporan por su propia iniciativa elementos que conspiran contra acuerdos
fundamentales de la sociedad, la reacción que se genere va a limitar sensiblemente
la capacidad de gestión.
En el caso de Estados Unidos,
parte de esos acuerdos están relacionados con la garantía de los derechos
humanos, con el respeto a las minorías, con la preservación del espíritu de
libre empresa. Las acciones iniciales del gobierno de Trump apuntan a desplazar
lo que se entiende son privilegios de ciertos grupos sobre otros, por ejemplo,
de los inmigrantes sobre los nacionales, de los que transfieren empresas fuera
del país sobre los desempleados, de los grupos ambientalistas sobre las
empresas petroleras, y así sucesivamente. Entonces, se procede a aprobar
medidas con el afán de resarcir más que de construir espacios comunes, que
resulten de nuevas coincidencias.
En la misma perspectiva de
imponer una sola visión, el gobierno de Trump no se detiene en detallar la
política. También procede al interior del gobierno excluyendo a todas las
instancias que pudieran mejorar la implementación. Es por ello que los
responsables del diseño de las políticas, como por ejemplo en el caso de la prohibición
de entrada a los nacionales de siete países, no consultaron con los encargados
de varias de las agencias más importantes en la ejecución de estas medidas.
Al final de cuentas, es la
misma restricción, es decir, cuando se procede a excluir de la toma de
decisiones a grupos, sectores, instancias gubernamentales, el resultado siempre
será negativo. No se tomará en cuenta las perspectivas de otros, las buenas
ideas, las críticas, las sugerencias. Los gobiernos que proceden de esa manera,
sistemáticamente, conducen a sus países a crisis, promueven que se pierdan
oportunidades, polarizan las sociedades, y favorecen el clima de opinión
pública para que sean sustituidos en la primera oportunidad electoral que se
presente. Esa la tenemos.
08-02-17
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