Luis Manuel Esculpí 07 de febrero de 2017
@lmesculpi
Rumores
van y vienen. La tensión se respira en el ambiente. La protesta estudiantil se
extiende por el país. El gobierno está seriamente debilitado. El plan de ajuste
ha provocado una gigantesca manifestación de protesta. Inicialmente fue así,
luego el vandalismo se apoderó de la ciudad. Estos sucesos están registrados en
el excelente documental de Carlos Oteyza.
Se
inicia el mes de diciembre del 91, amigos vinculados a la Liga Socialista y a
Bandera Roja nos informan que es inminente una acción militar, se comenta que
será este mismo mes, el diez y siete. Sin darle total credibilidad -como suele
suceder con las murmuraciones- me reúno con Teodoro y Freddy Muñoz por separado
y trasmito la información. Pompeyo el tercer dirigente emblemático del
“liderazgo histórico” no se encuentra en Venezuela.
Entre
tanto Blanca Eekhout, Elias Jaua y Daniel Hernández, junto a otros militantes
de Bandera Roja renuncian a esa organización y a participar en la acción por
considerar que eran “militares de derecha”; de acuerdo al relato de líderes de
BR.
Nicolás
Maduro y otros dirigentes de la Liga Socialista también rechazaron participar
argumentando: “todo militar es gorila”; de acuerdo a las mismas fuentes. El
amigo y antiguo vecino de las residencias Savoy en El Valle Carlos Teixeira,
también amigo de Nicolas; relata que casualmente el 4 de febrero toma un
metrobus que conducía Maduro “como si nada”.
En la
página web de Bandera Roja están detallados estos hechos con un artículo
titulado: 4F la historia no contada del golpe ( Chávez el “héroe” sin batalla).
Entramos
en el año 92 y siguen llegando informaciones confusas pero insistentes de la
eminencia de un golpe, el lobo hace su aparición la noche del 3 de febrero. La
mayoría de los miembros de la Dirección del MAS establecemos comunicación y
acordamos reunirnos en un apartamento situado en los palos grandes, asiste
parte importante de quienes integrábamos el organismo y decidimos rechazar
-casi unánimemente-la asonada; nos distribuimos : Pompeyo, Teodoro y Freddy
para los medios de comunicación. Y los diputados hacia el Congreso. Me
correspondía como jefe de la bancada informar a los parlamentarios y asumir la
vocería en la sesión extraordinaria.
Al
concluir la reunión nos dispersamos por separado, recuerdo que deje el carro
-por precaución- a un par de cuadras del lugar de la reunión, cuando me dirigía
a buscarlo encontré a Aristides Hospedales quien me dijo iría a Miraflores.
Antes de tomar rumbo al Congreso decido pasar brevemente por el Palacio, pude
observar los destrozos y los rastros de sangre, converse brevemente con
Pompeyo, saludé al Presidente y algunos de sus acompañantes.
El
clima reinante en el Palacio Federal y en edificio administrativo era una
mezcla de tensión y confusión, sonaban disparos en los alrededores y la GN
reforzó la seguridad.
Se reúne
la Comisión de mesa (directivos y jefes de las fracciones) convoca la sesión
conjunta de ambas cámaras para la tarde, se propone un acuerdo redactado entre
otros por Henry Ramos, consulto a los senadores y diputados de MAS y resolvemos
respaldarlo, en la sesión se aprueba el acuerdo sin debatirlo, tal como se
había considerado en la comisión de mesa.
Al
iniciar la tarde nos enteramos que el expresidente Rafael Caldera había
solicitado la palabra y se le concedería después de aprobar el acuerdo, su famoso
discurso promovió el debate trasmitido en cadena, las intervenciones no
reflejaron la unanimidad antes expresada. Varios compañeros de bancada ya se
habían retirado, solicitando autorización para ir a descansar. Intenté en forma
reiterada de comunicarme con la dirección y resultó imposible, en la sede
nacional no respondían. Hace un cuarto de siglo los celulares no proliferaban
como hoy. Solo un diputado nuestro tenía un “ladrillo”, no estaba
presente,igual hubiese sido inútil.
A
partir del discurso inicial percibí dudas en nuestros parlamentarios, ya el MAS
se inclinaba por al apoyo a la candidatura de Caldera-confieso que también las
tuve- por lo que cuando me inscribí para ejercer el derecho de palabra ya
habían muchos oradores. Asumí la responsabilidad de mantener nuestra posición
fundamentada en la decisión de la madrugada y en nuestra propia convicción, al
intervenir rechazamos “sin ambages” el golpe de estado y así lo manifestamos.
Decisión
que fue severamente criticada en las distintas instancias del MAS, durante un
tiempo mi militancia se hizo sumamente incomoda, por la responsabilidad del
“error cometido”, soporté estoicamente el rechazo y los calificativos. Solo los
amigos Simón García (Lucas Leal) en reunión de la dirección y Víctor Hugo
D’Paola en uno de sus libros, reivindicaron nuestra conducta. Otros dirigentes
nacionales que fueron solidarios guardaron discreto silencio. Los comprendo.
Nunca me arrepentí de la conducta asumida, ni guarde rencor a mis críticos, los
más duros ahora sostienen otras posiciones. Recuerdo una frase en la carta del
Libertador a Tomás de Heres: “Tengamos una conciencia recta y dejemos al tiempo
hacer prodigios”
@lmesculpi
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