FÉLIX PALAZZI 04 de febrero de 2017
@FelixPalazzi
La
expresión original de nuestro título proviene de la ya expresión coloquial “con
la Iglesia hemos topado, Sancho” proveniente El Quijote. Esta expresión es
comúnmente usada para expresar alguna desavenencia entre la institución
eclesial o alguna autoridad y cualquier otro sector de la sociedad. En este
caso el origen de la molestia de la mayoría de los venezolanos no proviene de
los gestos y las palabras oportunas de los obispos de Venezuela o de la Iglesia
en sí. Pues, por más que el Estado se haya empeñado en descalificarla, no ha
logrado socavar el nivel de aprecio y alta valoración de la sociedad en general
hacia la Iglesia.
Recientemente,
luego de la ausencia de Monseñor Celli de la mesa de diálogo, la exhortación de
la Conferencia Episcopal Venezolana y la homilía de Mons. Antonio López en la
procesión de la Divina Pastora, se percibe un fenómeno extraño. Aquellos mismos
que invitaban a algunos curas que, por cierto, sólo asomaban sus cuellos
clericales en masivos programas de televisión apoyando las medidas del
gobierno, ahora consideran a estos curas y a los obispos personajes molestos
por sus opiniones “políticas”. Pero sobre esto no vale la pena argumentar, pues
ya es sabido que los argumentos lógicos no son tan lógicos en la política del
gobierno. Todo se basa en criterios de conveniencia y oportunismo.
En los
pasados días, la Iglesia ha sufrido varios ataques directos. También es
conveniente recordar la memoria de aquellos sacerdotes y religiosos que han
muerto a manos de la delincuencia común. Cosa que obviamente, nada tiene que
ver con las últimas agresiones a la Iglesia, sino con el grave deterioro de
nuestro tejido social, donde los parámetros cada vez más se desvanecen de
nuestro horizonte. Los recientes acontecimientos afortunadamente no han llegado
a cobrar la vida de ninguno de nuestros pastores. Los ataques a las residencias
de habitación de varios obispos y la toma de una iglesia por parte de
“colectivos” podría evidenciar dos cosas. Una: que los grupos del gobierno
quieran, por medio de la coacción, obligar a la Santa Sede a retomar su papel
en el diálogo, enfilando sus baterías hacia la Conferencia Episcopal
Venezolana, lo cual sería un grave error, ya que la Santa Sede (o el Estado
Vaticano) y la Iglesia venezolana no son entidades diversas, a pesar de la
pluralidad de opiniones que puedan existir entre ellas (teniendo por resultado
un reagrupamiento de los fieles en torno a la Iglesia y sus ministros).
Dos:
que estos actos no estén de alguna forma promovidos o no sean protegidos por el
gobierno, lo que demuestra una anarquía total en el control de estos grupos y
sus estrategias de acción (esto podría meter al gobierno y a la misma población
civil en un espiral de violencia difícil de sanar.
Sea la
una o la otra o cualquier otra razón por la que estos inconvenientes entre la
Iglesia y el Estado se han presentado, a la mayoría de la población lo que nos
queda es un profundo dejo de frustración ante la presencia de una dinámica
política que tiende a reducir la dignidad de la persona humana a un simple
objeto o medio para alcanzar su fin: la prolongación de su poder totalitario a
través del tiempo.
Mons.
Ovidio Pérez Morales ha recordado, en una entrevista en el programa a Tiempo
transmitido en Unión Radio, que a la Iglesia no se la puede catalogar como
oposición por defender “algo que está en la línea de la coherencia cristiana,
porque, moralmente, no se puede aceptar la violación de los derechos humanos,
ni tampoco que el Estado se conciba como dueño de las personas”. Por ello se
trata de mantener la coherencia cristiana y humana en medio de tanta
frustración. Quien lea algo de historia de la Iglesia y conozca su naturaleza
entenderá que coaccionar o tratar de callar a la Iglesia por medio de la
violencia causa el efecto contrario al deseado.
Félix
Palazzi
felixpalazzi@hotmail.com
@FelixPalazzi
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