ANGEL R. LOMBARDI BOSCAN 13 de febrero de 2017
El
cinismo y la burla, en el fondo: el desprecio. Es el estilo que utilizan los
principales voceros del oficialismo cuando declaran públicamente sobre la
actividad gubernamental en la que mediocremente actúan. Es como sí los
opositores y descontentos ante la actual tragedia histórica social, la inmensa
mayoría de los ciudadanos del país, fuésemos invisibles. Luego de la decepcionante
y desconcertante retirada de la MUD, prisionera de intereses subalternos, sólo
quedan en pie muy pocos líderes valerosos y respetados, algunos en la cárcel,
otros en el exilio.
Algunas
universidades autónomas apenas resisten bajo la vanguardia de sus estudiantes
combativos dedicados al estudio y que no se resignan a vivir en una Venezuela
sin futuro. Luego, están algunos medios independientes de comunicación que a
pesar de las presiones y adversidades siguen reivindicando un periodismo libre
y comprometido con una ciudadanía prisionera de la desdicha y desesperanza.
En
1992 la institución militar estaba entre las mejor valoradas por la opinión
pública; hoy, por el contrario, se comporta como la guardia pretoriana de un
régimen que adversa a la democracia y al pueblo. Sólo la Iglesia católica se
mantiene en pie. Los documentos de la Conferencia Episcopal Venezolana a través
de su jerarquía y acompañados por el resto de los sacerdotes y millones de
feligreses, son los únicos en el presente, con un mínimo de coherencia, que
están desnudando las miserias de un proyecto político arbitrario que se
comporta a espaldas de los preceptos constitucionales vigentes.
La
democracia son elecciones, instituciones y poderes libres e independientes que
se contrabalancean entre sí; la democracia es un sistema político abierto
basado en la justicia, la libertad y la prosperidad; además, no permite la
existencia de los presos políticos y de conciencia. En una auténtica democracia
el ciudadano no es un pordiosero al que se le roba su humanidad y se le hace
vivir al límite de la desesperación física y mental; por el contrario, es el
sujeto protagónico de la misma, el gran fiscalizador de los gobernantes de
turno.
Para
el Cardenal Urosa Savino: “He expresado mi opinión de que esto es una
dictadura. El bloqueo de la Asamblea Nacional elegida mayoritariamente por la
oposición es una muestra clara de ello. La suspensión de garantías económicas
con el decreto de excepción por periodos sucesivos sin aprobación de la
Asamblea es otra muestra. Retener presa gente con boletas de excarcelación es
otra. Y el atropello al pueblo con el manejo arbitrario e inútil de los
billetes de cien bolívares, ocurrido en diciembre, es una burla y una afrenta.
Y ahora el intento de cancelar las elecciones regionales”. Más claro,
imposible.
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