Por Ramón Guillermo Aveledo
Así se llama la cinta premiada
en Cannes sobre la vida del fotógrafo Sebastiao Salgado, dirigida por Wim
Wanders y Juliano Ribeiro Salgado, pero su título lo toma del Sermón de la
Montaña. “Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se hace insípida, ¿con
qué se le volverá el sabor?”, nos cuenta Mateo que dijo Jesús. La sal de la
tierra y la luz del mundo: hermosas metáforas que hablan de un compromiso
enorme e ineludible.
Es el mismo sermón de las
bienaventuranzas, resumen doctrinal del cristianismo. El de “Bienaventurados
los que padecen persecución por la justicia o por ser justos”. El de “Amad a
vuestros enemigos. Haced el bien a los que os aborrecen y orad por los que os
persiguen y calumnian”. Si lo recuerdo, no es para echármela de santo, que no
lo soy, sino para recordarme, recordarnos, la magnitud del compromiso asumido.
Si no nos atrevemos a intentarlo, se volvería insípida la sal de la tierra y no
habrá quien sea capaz de devolverle el sabor.
Porque esa, y no otra, es la
medida de nuestro humanismo. Las crisis, sobre todo estas tan anchas y
profundas como las que los venezolanos padecemos, pueden ser una tentación para
el egoísmo, pero también un incentivo para la solidaridad. Así lo he visto
y lo he sentido. He visto conmovedores testimonios de solidaridad en las
parroquias. Ollas solidarias para que la gente pueda comer. Recolección de
alimentos y de medicamentos, de ropa, de libros, compartir y ayudar a los otros
a resolver el problema que los angustia.
El mensaje cristiano es uno de
valores para la vida, no solo de fe. Pero esos valores han de ser vividos,
practicados, en la vida personal y en la cívica, para que la sal no se vuelva
insípida. La convocatoria, el desafío, es poliédrico. La solidaridad es una
faceta, la responsabilidad personal otra unida a la defensa activa de la
libertad, de la verdad, de la justicia.
El arzobispo de mi ciudad,
López Castillo, dijo palabras valientes de amor por la verdad y la justicia.
Atacaron su casa. “Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y
digan con mentira toda clase de mal contra vosotros…”. Igual han sido
escarnecidos los pastores de la Iglesia, cuyos voceros son los monseñores
Padrón, Azuaje, Moronta y el padre Basabé.
Hace unos años, el hoy
cardenal Porras puso como ejemplos de los obispos venezolanos de este tiempo a
Montesdeoca, mártir de los nazis, y a Arias Blanco, voz de la justicia social en
plena dictadura militarista. No es hipérbole.
09-02-17
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