Adriana Moran 12 de febrero de 2020
Termina
la muy reseñada gira internacional y quedamos a la espera del retorno. Un espacio
en blanco y expectante que cada quien rellena con lo que mejor le parece,
mientras el líder anuncia que viene a luchar por unas elecciones presidenciales
libres que se conseguirán con el aumento de la presión de los aliados y con la
fuerza de la gente en la calle. Y aunque ese mensaje consigue la solidaridad de
muchos, también despierta la furia de algunos, el descontento de otros, y lo
que es más grave, la indiferencia de muchos.
De
nada servirán el periplo y el apoyo conseguido en el mundo si al regreso solo
los incondicionales seguidores de la propuesta de la presión y más presión,
sanciones y más sanciones, salen a apoyar al líder. Sin tener la fuerza real
para convocar a esos comicios presidenciales limpios y definitivos que se
prometen, será difícil que los millones que caminamos entre los escombros de
este país destruido abandonemos nuestro ejercicio diario de supervivencia para
acompañar esa gesta libertadora.
Por
otro lado, en medio de la incertidumbre, tenemos tal vez la única certeza en
unas elecciones parlamentarias que el régimen convocará en el momento en el que
nos perciba más divididos, más enfrentados y más dispersos. Despreciarlas para
apostar a la reunificación de las fuerzas democráticas en torno a una promesa
sin bases ciertas y que depende de la acción de otros, puede seguir inclinando
la pendiente por la cual nos deslizamos hacia el abismo sin que ningún
obstáculo real surgido de la sensatez y de la civilidad que debería definirnos
como fuerza en oposición a la barbarie del que manda pueda detener la caída.
Y
no queda mucho tiempo para seguir improvisando. La apuesta del régimen es
fuerte y está dispuesto a seguir destruyéndolo todo porque ya comprobó que
puede sobrevivir medrando en el caos y que no pocos están dispuestos a acompañarlo
a cambio de algún beneficio aunque signifique un aumento en el hambre y el
sufrimiento de la mayoría.
Comienzan
a escucharse algunas voces que claman por avanzar en una ruta real que nos
devuelva nuestro papel de ciudadanos organizados para poder participar
pacífica, democrática y electoralmente y no perder la Asamblea Nacional.
Dependerá de las fuerzas políticas escuchar este llamado o seguir jugando el
juego del silencio conveniente, unos, o el de la amenaza cada vez más
increíble, otros. Esperemos el retorno.
Adriana
Moran
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