Pedro Benítez 10 de febrero de 2020
@PedroBenitezF
Nicolás
Maduro no va a cambiar la estrategia que ha venido desplegando hasta no ver si
en esta ocasión los Estados Unidos hacen algo más que dar declaraciones o
amenazar con incrementar las sanciones. También va a esperar a ver si las
potencias europeas van más allá de buenas palabras de apoyo moral a la causa
que encabeza Juan Guaidó. Asimismo va a esperar a ver qué oferta de apoyo
adicional le trae el canciller ruso Serguéi Lavrov en las próximas horas. Y
también está midiendo el impacto que los acontecimientos de los últimos días
tienen entre su propia gente a la que ofreció que la etapa de resistencia
estaba por terminar.
A lo largo de 2019 la estrategia de Nicolás Maduro
para sobrevivir en el poder se basó en cuatro premisas:
1) Donald Trump no cumpliría sus amenazas.
2) Su régimen se las arreglaría para sobrevivir a las
sanciones de EEUU con la ayuda de Rusia, Turquía y Cuba.
3) La comunidad democrática internacional (incluyendo
Estados Unidos) se cansaría del “problema venezolano” y tarde o temprano lo
reconocerían a él como el factor real del poder en Venezuela.
4) Incapaz de desplazarlo del poder, el liderazgo y la
capacidad de convocatoria de Juan Guaidó se diluirían y con él la Asamblea
Nacional (AN).
Maduro consiguió su propósito central, entre otras
cosas, porque el inquilino de la Casa Blanca no puso sobre la mesa
ninguna amenaza creíble. Tampoco ocurrió el apocalipsis económico que
pronosticaron economistas y analistas con la entrada en vigencia de las
sanciones económicas norteamericanas. No fueron tan duras ni tan estrictas.
Además, de manera sorprendente surgió en Venezuela una nueva economía.
Dolarización parcial de la vida cotidiana y libre importación. Estas últimas
como consecuencia del relajamiento de los controles económicos por parte del
régimen chavista que optó por este giro precisamente para huir de los efectos
de las sanciones. La economía venezolana sigue devastada. Millones de
venezolanos siguen padeciendo desnutrición. Pero una parte de la sociedad civil
se las ha arreglado para sobrevivir.
Para Maduro el camino parecía irse despejando.
Apostaba a que los venezolanos y el resto del mundo se resignaran. Entonces él
(o alguien dentro del chavismo) incurrió en un error el 5 de enero pasado.
Militarizar y asaltar la Asamblea Nacional (AN) fue el combustible, el
revulsivo que ha usado Juan Guaidó para desbaratar en cuestión de días las dos
últimas premisas.
La gira internacional de Guaidó ha demostrado sin
ninguna duda que la comunidad democrática internacional ni ha tirado la toalla
con el tema de Venezuela ni tiene intención alguna de reconocer a Maduro como
mandatario legítimo. De paso, el liderazgo y la capacidad de convocatoria de
Guaidó dentro de Venezuela se han fortalecido.
Los Estados Unidos ya empiezan a redoblar la presión
económica sobre un régimen con unas finanzas muy precarias en este preciso
momento. La ilusión de cierta estabilidad que se intentó crear con la economía
de Venezuela, en particular en Caracas, se desvaneció luego de pocas
semanas.
El juego ha vuelto a empezar
Esto ha colocado a Maduro ante una disyuntiva que
hasta hace sólo unos pocos días creía superada: negociar o resistir. Cada
opción implica sus riesgos y sus ventajas. Negociar sería en los términos que
desean Estados Unidos, la Unión Europea, el Grupo de Lima y la
AN. Esto es, aceptar unas elecciones generales (presidenciales y
parlamentarias) libres, justas, transparentes, acordadas con la AN y
reconocidas por la comunidad democrática internacional. Un proceso electoral
donde el grueso de la oposición venezolana iría unida y por lo tanto derrotaría
al chavismo. ¿La ventaja para Maduro y su gente? La salida ordenada del poder
con ciertas garantías. La transición clásica: Chile, Polonia, Suráfrica y
Nicaragua.
Por supuesto, esto no es lo que quieren Maduro y Diosdado
Cabello. Ellos le siguen vendiendo a su gente que no queda otra que seguir
resistiendo a todo evento. Seguir estirando la liga. Pero la dirigencia del Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y el alto mando militar de la FAN
no son los dirigentes vietnamitas ni cubanos de otras épocas. Un sector muy
importante se preocupa y presiona por la negociación. Se ven en el espejo de Delcy
Rodríguez en algún aeropuerto de cualquier parte del mundo. Se están dando
cuenta que las maniobras de Maduro no están dando resultado.
En los cálculos de Maduro la etapa de la resistencia
estaba por culminar y se acercaba el momento en el que Donald Trump negociaría
directamente con él partiendo de su reconocimiento. Echar tierra y olvidar lo
dicho y lo hecho.
No obstante, por ahora Maduro no va a cambiar su
estrategia, aunque los acontecimientos se están desarrollando con una velocidad
inquietante para él. En ese sentido la visita a Caracas del canciller
ruso Serguéi Lavrov será muy importante. Los aliados rusos e iraníes se
inclinan porque Maduro siga resistiendo. Les conviene que Estados Unidos tenga
un foco de conflicto a miles de kilómetros de distancia de ellos. Pero Rusia
va a tener que dar algo más de lo que ha dado hasta ahora y no limitarse a
cobrar deudas y brindar apoyo diplomático.
En cambio en América Latina la percepción y los
intereses son otros. La principal figura de la izquierda en la región, el
expresidente uruguayo Pepe Mujica, manda un mensaje entre líneas cuando
dice que Venezuela “no está lejos de la solución a la crisis”. No condena la
intervención yanqui. No dice que el chavismo resistirá hasta la última gota de
sangre y el imperialismo no pasará.
Mujica es pragmático. Los años no han pasado en vano
para él. En el Palacio de Miraflores (la sede de la Presidencia en
Venezuela) lo escuchan. Tiene ascendiente. El consejo del antiguo militante
tupamaro es evidente: es preferible negociar. Correr el riesgo de inmolarse no
tiene sentido Que el chavismo se vea en el espejo del kirchnerismo y del
sandinismo. Aún tiene capital político.
Después de todo Maduro le ha estado haciendo mucho
daño a la imagen de la izquierda latinoamericana. Porque esa imagen tuvo un
impacto en Bolivia. Porque en Brasil Jair Bolsonaro usó el
tema venezolano para golpear al PT. Porque en México la oposición
a Andrés Manuel López Obrador se empieza a reorganizar agitando el miedo
a que el país se convierta en otra Venezuela. Porque ese miedo existe en Chile
y Ecuador. En Colombia ni se diga. Hasta Trump usa a Venezuela para
agitar el rechazo al socialismo en Estados Unidos.
Incluso para los cubanos esta situación es un dilema.
Si el régimen de Maduro colapsa por la presión externa o por sus debilidades
internas es muy malo para el régimen comunista. Es entrar en el terreno de lo
impredecible. Pero tampoco quieren perder Venezuela por otras vías, aunque
pueden hacer poco para evitarlo.
A mucha gente en el continente le conviene que la
situación en Venezuela cambie. A otros que están a muchos kilómetros de
distancia les interesa todo lo contrario. Dentro del país la inmensa mayoría de
la población, incluyendo a los miembros de la burocracia cívico-militar
chavista, también desea un cambio. Sólo un puñado de la cúpula se aferra a
resistir y tiene al resto de la nación bajo secuestro. Maduro, sólo él, tendrá
que decidir entre seguir resistiendo o negociar.
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