Laureano Márquez 07 de febrero de 2020
@laureanomar
La
comparación con un perro fue recurrentemente usada en el pasado para denostar
formas de vida o de muerte lamentables. La relación de los seres humanos con
los animales -al menos con los domésticos- se ha ido volviendo más “humana”. En
algunos casos significativamente “humana” al punto de que hay gente que convive
mejor con sus animales domésticos que con los seres humanos.
«Lo
mataron como a un perro», o «una vida de perro», eran frases comunes que se han
ido desterrando en la medida en que los animales son tratados con afecto,
respeto y cariño, así como también eso de llamar «perro» a una mala persona. En
estos días, Pérez Reverte, refiriéndose a su perro, escribía que éste no
trabaja, vive como un rey, tiene comida de calidad, una casa que no paga y hace
lo que le da la gana; concluye el escritor, luego de pensarlo bien, que su
perro es del partido Podemos, ahora de cogobierno en España. Es decir, ahora
los perros son emblema más bien de buena vida.no ha escuchado cosas terribles
-incluso- de gente que entrena perros para crueles peleas en las que la gente
apuesta.
De
lo que si no había oído nunca, hasta el sol de hoy, es de dictaduras que
torturan a las mascotas por las opiniones políticas de sus amos. La tortura en
este caso no es para amedrentar al animal, que hasta donde sabemos ni vota ni
opina, ni “conspira”, ni trabaja para la CIA, sino para añadir sufrimiento a
sus dueños encarcelados y torturados también. Esta parece ser la novedad en la
crueldad desplegada ahora por el régimen.
Aparece
en los medios esta noticia: «Tres perros continúan bajo ‘custodia’ de la FAES y
el SEBIN, pues su dueños son acusados de conspirar contra el gobierno». Se
mutilan y masacran animales para después mostrar los videos a los propietarios
para sumar sufrimiento a su encierro. Nada sorprende ya en nuestra tragedia.
Quien hace daño a un semejante ya hizo
lo peor que puede hacerse, nada ya le frenará frente a ningún otro ser vivo en
su despliegue de maldad. Sin embargo, suele suceder, como cosa curiosa, que los
más crueles son capaces de amar a los animales, como Hitler, que adoraba a su
perra o Calígula que nombró cónsul a su caballo.
Leonardo Padura, el celebrado escritor cubano,
en su novela “El hombre que amaba a los perros”, retrata al cruel asesino del no menos cruel Trotsky, como un
hombre que adoraba a los perros, pasión canina que compartía con su víctima, el
revolucionario ruso al que Stalin mandó a asesinar.
Entre
las muchas cosas que se dirán del personaje que está detrás de todo esto, quizá
se le mente también como “el hombre que odiaba a los perros”.
Tomado
de: http://laureanomarquez.com/escritos/editorial-tal-cual/el-hombre-que-odiaba-a-los-perros/
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