Gladys Socorro 10 de julio de 2019
@gladyssocorro
Se
abrió la compuerta. El contundente informe que sobre la violación flagrante y
sistemática de los derechos humanos en Venezuela presentó la alta comisionada
de la Organización de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet, justifica y
acelera, directa o indirectamente, cualquier acción que el mundo emprenda para
sacar a Nicolás Maduro de Miraflores.
Esta
semana arrancó con dos vertientes: por un lado, el anuncio de la aprobación por
parte de la Asamblea Nacional del Tratado Interamericano de Asistencia
Recíproca (TIAR), y por el otro, la reanudación de las negociaciones de Noruega
que buscan definir las reglas para transitar una vía electoral que destrabe la
crisis política que mantiene a Venezuela sumida en la peor de las miserias.
Hacia ésta última están dirigidos todos los esfuerzos de la Comunidad Internacional.
Sí y solo sí las negociaciones en Barbados fracasan, se pasaría al escenario
bélico.
Quienes
intentan presionar al presidente encargado, Juan Guaidó, para que cierre el
capítulo Noruega e invoque inmediatamente una intervención militar, son pequeños
grupos radicales que además de ir en contra de todos los esfuerzos
internacionales quieren pescar en río revuelto, una vez que Estados Unidos ha
sido muy claro al respecto: esa decisión no está en manos de Guaidó sino
exclusivamente en las del presidente Donald Trump. Se trata de los mismos que
tienen como objetivo único acceder al poder por aclamación y no a través del
voto, tal y como se establece en un sistema democrático.
Insisto,
todo indica que el camino será el electoral. Aunque tomaría por lo menos 6
meses su organización, es el desenlace que avalarían Estados Unidos, Rusia,
China, el Grupo de Contacto, el Grupo de Lima, la OEA, la ONU y la comunidad
internacional en general. Para ello debe depurarse de manera exhaustiva el
Consejo Nacional Electoral. Los partidos políticos ya están activados y
reorganizando sus plataformas a fin de garantizar la victoria que saque
definitivamente a Maduro de Miraflores. Y lo más importante: hay un acuerdo
explícito entre las organizaciones más importantes para deponer cualquier
aspiración personal y designar por consenso a Juan Guaidó como candidato de la
unidad democrática. El varguense, que en 2 semanas cumplirá 36 años, cuenta con
el respeto y el respaldo mundial por el liderazgo ejercido en los últimos meses,
así como también porque ha logrado amarrar los demonios dentro de la amplia
gama política opositora.
Julio
será un mes de definiciones. La mesa de negociación en Barbados tiene fecha de
vencimiento. Las conversaciones no deben extenderse por más de 4 semanas.
Reitero lo que les anuncié en mi artículo pasado: fecha de elecciones
presidenciales, depuración del Consejo Nacional Electoral, supervisión y
acompañamiento internacional y garantías para que la diáspora vote en el
extranjero son puntos innegociables para la oposición. Por su parte, el
chavismo propondrá incluir en el mismo proceso la elección de la Asamblea
Nacional, lo que sería aceptado por el equipo de Juan Guaidó si supone la
eliminación inmediata de la Asamblea Nacional Constituyente. También
solicitarán algunas garantías ante la catástrofe que se les avecina. Si Maduro
seguirá en Miraflores mientras se dan las elecciones o si puede o no ser
candidato aún no se ha discutido, pero de entrada ninguna de las dos
posibilidades sería un obstáculo infranqueable para avanzar. Sin duda,
cualquier acuerdo que se logre no satisfacerá todos los gustos porque las
negociaciones perfectas no existen.
Lo
que sí es innegable es que el chavismo no tiene gane posible en elecciones.
Reglas claras, transparencia en el CNE y supervisión internacional serán
elementos clave para ello. Sin embargo, los dos factores fundamentales serán la
participación masiva de los venezolanos y la unidad de los partidos de cara a
este proceso.
Gladys
Socorro
@gladyssocorro
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