Francisco Poleo 09 de julio de 2019
El autor sostiene que la crisis humanitaria debe ser
la prioridad de la comunidad internacional a la hora de encarar la situación
del país.
Un sacerdote católico me dijo en Caracas: 'No se trata
de política, sino del sufrimiento de la gente'. Este informe tampoco trata de
política, geopolítica, relaciones internacionales o cualquier otra cosa que no
sea los Derechos Humanos a los que todo venezolano tiene derecho”.
Las
palabras son de Michelle Bachelet, la Alta Comisionada de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos, pronunciadas al publicar el informe
correspondiente a la evaluación realizada por ella y su equipo en Venezuela.
La chilena dejó claro desde un primer momento que no iba a entrar en la arena
donde se dirime la crisis política. Independientemente de si se reconoce como
presidente legítimo a Nicolás Maduro o a Juan Guaidó,
hay millones de personas sufriendo por una crisis humanitaria que debe ser la
prioridad de la comunidad internacional a la hora de tratar con la crisis
venezolana.
Por supuesto, a nadie escapa que la responsabilidad del
desastre actual radica en la crisis política. Mientras esta no se solucione,
cualquier medida será similar a aplicarle paños de agua caliente en la frente a
un enfermo casi terminal. Es ahí, precisamente, donde cobra importancia el
informe de la Alta Comisionada. Es en los Derechos Humanos donde encontramos un
punto mínimo de entendimiento y respeto que nos permite acordar en términos
políticos para preservar la paz.
Aunque las actuales Naciones Unidas tienen
mucho que corregir en su accionar, lo cual hemos reclamado en otras
oportunidades en este mismo espacio, desde su fundación ha habido un declive
significativo en materia de conflictos armados, según datos de un estudio
realizado por los científicos Max Roser de la Universidad de
Oxford y Steven Pinker de la Universidad de Harvard.
Precisamente en la mediación en conflictos es donde esta institución ha tenido
mayor influencia.
Este informe de Derechos Humanos puede ser la base de
una negociación política efectiva en Venezuela. El chavismo se
confió al permitir el ingreso de Bachelet. Creyeron que la cercanía de la ex
presidenta chilena con el Foro de Sao Paulo les aseguraba
benevolencia en la denuncia de sus atropellos. No fue así. La evaluación fue un
potente gancho a la mandíbula del régimen. Ahora deberán sentarse en la mesa de
negociación muy debilitados.
La política es de momentos. A principios de año,
la Asamblea Nacional venezolana tenía tomado el toro por los
cuernos, pero confiaron todo a una salida militar en aquel fatídico 30 de
abril. El embate fue resistido por Maduro, quien no se fortaleció pero sí
debilitó a Guaidó. Era ese momento el preciso para sentarse en la mesa de
negociación porque en política el orden de los factores sí altera el producto.
Ese cuadro nuevo envalentonó al régimen, que pensó que podía tomarse las
conversaciones con la misma falta de compromiso que en anteriores
oportunidades.
Pero llegó el Informe Bachelet. El estudio
considera que existen motivos razonables para creer que se han cometido graves
violaciones de los derechos económicos y sociales, incluidos los derechos a la
alimentación y la salud; que la crisis económica es responsabilidad del régimen
al no reconocer la magnitud de la situación hasta hace poco; que Venezuela
restringe el espacio democrático, debilita a las instituciones públicas y
menoscaba la independencia del poder judicial; que las autoridades atacan
especialmente a determinadas personas y grupos; que las fuerzas estatales
realizan ejecuciones extrajudiciales; que la libertad de prensa es coartada;
que la crisis sanitaria es grave: hospitales carecen de personal, suministros,
medicamentos y electricidad; que la impunidad campea a sus anchas; que más de 4
millones de personas se han visto obligadas a migrar por la crisis; que la tortura
a los detenidos es práctica usual, incluyendo la violencia sexual; que la
transparencia en las investigaciones gubernamentales no existe.
Esos son los principales puntos de la evaluación de
Bachelet y su equipo. Luego, las principales recomendaciones. Garantizar acceso
a alimentos y medicinas, que es permitir el ingreso de la Ayuda
Humanitaria; liberar a los detenidos arbitrariamente (presos políticos);
cesar la persecución política y la tortura; revocar medidas de clausura a los
medios de comunicación. Y muchas más, que se pueden resumir en respetar los
Derechos Humanos.
Si el régimen
acata esas recomendaciones, la transición a la democracia dará un paso de
gigantes. Maduro, entonces, deberá pactar una entrega organizada del poder. El
desastre humanitario venezolano ya no es una denuncia de actores políticos sino
de las Naciones Unidas, coincidencialmente gracias a un factor cercano a la
izquierda.
Tras el fracaso
del quiebre militar interno, y la poca disposición que hay en occidente en
acompañar a Estados Unidos en el uso de la fuerza, la
negociación en Oslo es la principal apuesta para restituir la libertad y la
democracia en Venezuela. Y es ahora que Guaidó debe presionar más para que esa
vía fructifique sin caer en trampas de los factores más extremistas.
Tomado de: https://www.elespanol.com/opinion/20190708/no-trata-politica-sufrimiento-gente/412078791_12.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico