Por Vladimiro Mujica, 06/06/2013
El chavismo trata de imponer su hegemonía en
las universidades
Es prácticamente ocioso extenderse en las
motivaciones que tienen los profesores universitarios para mantener un
conflicto con el gobierno. Salarios ridículos, incompatibles con la formación y
dedicación que se exige de los miembros del personal docente y de investigación
de nuestras universidades, están en el centro del reclamo, pero la lista de
agravios es mucho más extensa e incluye deterioro en las instalaciones;
inexistente reposición de cargos; ausencia de recursos para mejoramiento
profesional y deterioro en la protección social y médica a extremos
verdaderamente humillantes.
A pesar de que los profesores constituyen
quizás el sector más afectado, prácticamente el mismo grado de deterioro se
evidencia en los salarios y condiciones de trabajo de los empleados administrativos.
Por último, y aún más preocupante, quienes en última instancia sufren las
consecuencias de la destrucción del medio laboral universitario son los jóvenes
estudiantes que cada vez son formados por mentores y profesores trabajando en
peores condiciones. A ello hay que añadirle la inexistencia de recursos para
becas y bolsas de estudio para atender a los estudiantes de menores recursos.
De hecho, a pesar de que la educación superior en Venezuela es esencialmente
gratuita, en la práctica son las familias de los estudiantes quienes deben
correr con los gastos y manutención de los hijos en un ambiente económico
hiperinflacionario cada vez más apremiante.
El cuadro general de nuestras universidades
es profundamente preocupante y una de sus manifestaciones más catastróficas
para el futuro de la nación es que mucha de la gente más prometedora,
estudiantes y profesores, están buscando rumbos y oportunidades en otros
países, generando una descapitalización de recursos humanos que representará
una carga muy pesada en cualquier intento de enderezar el rumbo de Venezuela.
Lo primero que hay que entender es que la
política del gobierno hacia las universidades no es accidental. Creo que ya
nadie tiene dudas de que se trata de un intento continuado, comenzado durante
el mandato del fallecido presidente Chávez, dirigido a destruir el sistema
tradicional de educación superior y a sustituirlo por un modelo supuestamente
revolucionario cuyas definiciones no las entienden ni siquiera sus proponentes.
Se trata sencillamente de destruir lo que no han conseguido doblegar a través
de medios democráticos, sin ninguna alternativa creíble de sustitución. En un
sentido más profundo se trata de imponer la hegemonía cultural y política del
proyecto chavista a las universidades porque estas instituciones, conjuntamente
con los medios de comunicación, la iglesia y la escuela primaria y secundaria
son las formadoras de valores cívicos y ciudadanos que el chavismo está
obligado a controlar como parte del nuevo mapa del poder.
De la comprensión de la verdadera naturaleza
del conflicto entre las universidades y el gobierno se debería concluir algo
muy importante: Es necesario desechar la ilusión de que el mismo es puramente
gremial.
Sin duda que afecta al gremio, pero su
naturaleza es esencialmente política y cualquier intento por defender a las
universidades y lo que ellas representan para el país tiene que pasar por
actuar en el contexto, y con los mecanismos, que se derivan del agudo conflicto
político que vive Venezuela.
Tradicionalmente la respuesta de los gremios
universitarios frente a la intransigencia de los distintos gobiernos
venezolanos ha sido el llamado a paro. El éxito de los distintos paros
universitarios ha sido limitado y algunos de ellos han terminado en grandes
frustraciones. A ello hay que añadirle que en los casos de los gobiernos anteriores
existía la presunción de que a los mismos les importaba el destino de las
universidades y que, en consecuencia, eran susceptibles a la presión
universitaria. En el caso del actual gobierno venezolano, no es sólo que no
parece temerle al conflicto sino que lo está propiciando abiertamente.
Sin duda pensando, como bien lo expresó
Chávez cuando confesó que él había propiciado el paro de PDVSA, que luego fue
usado como excusa para despedir a más de 20000 trabajadores de la industria,
que llevando a una institución al punto de quiebre los enemigos del régimen, o
sea los universitarios y los petroleros, se exponen y son más fáciles de
diezmar.
Frente a esta lógica de arrase y destrucción
que parece indicar que a la oligarquía chavista no le importa arruinar a
Venezuela con tal de mantenerse en el poder, lo cual es cierto más allá de toda
duda, los temores de muchos universitarios por lanzarse a un paro indefinido de
consecuencias impredecibles no son completamente infundados. Sin embargo aquí
no termina la línea de análisis. Lo que puede ser cierto es que al gobierno le
vendría bien un paro tradicional universitario, que podría ser manipulado en
los medios y enfrentado con las bandas armadas locales. Pero el asunto
cambiaría profundamente si la conflictividad universitaria se manejara
conjuntamente con la de los sindicatos, la de los estudiantes y la del país en
general. Es decir convertir el conflicto universitario en el ariete de una
rebelión ciudadana pacífica y democrática que le eleve al infinito al gobierno
el costo político de pretender destruir a las universidades.
Por supuesto que esta visión del drama
universitario acarrea responsabilidades y compromisos muy distintos a los
convencionales asociados a un paro gremial. Significa no solamente instituciones
abiertas sino creando redes de participación ciudadana y voluntariado cívico
que involucren no solamente a los universitarios, estudiantes, empleados,
profesores y autoridades, sino a la familia venezolana y a otras instituciones
de la sociedad civil como los sindicatos.
En esta gran visión el conflicto
universitario se podría transformar en el epicentro de un gran conflicto social
por las prácticas autoritarias y depredadoras de la oligarquía chavista.
Quizás, como con muchas cosas a las que les llega su momento, los tiempos son
estos y ahora.
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