Por Piero Trepiccione
La situación económica actual
del país es demoledora. De cada diez venezolanos al menos ocho se quejan con
frecuencia de los impactos en su vida cotidiana provocados por la economía. Y
esta cifra sigue creciendo de acuerdo a las últimas mediciones que las
encuestadoras realizan en su monitoreo constante de la realidad nacional.
Pareciera que estuviésemos en un proceso de sobrecalentamiento de nuestro sistema
político y las respuestas frente a la coyuntura son extremadamente lentas por
parte del Estado.
Cada día el número de
protestas populares por problemas con los servicios públicos y la inseguridad
se acrecienta. El número de vías cerradas por los vecinos para reclamar a las
autoridades competentes la resolución de algún problema en particular está
volviendo complicada la circulación por las diferentes carreteras del
país. Se van sumando elementos y fenómenos que crean un clima de opinión
pública nacional difícil que pudiera comprometer la gobernabilidad en el corto
o mediano plazo. Lo más preocupante frente a este cuadro es la lentitud para
promover políticas públicas asertivas que destranquen la parálisis
institucional generada por posiciones ideológicas cerradas que en nada
contribuyen a “abrir el juego” o el compás para abordar con sabiduría los
problemas nacionales. Actuar así en términos folklóricos se le denomina “jugar
con candela”.
Las necesidades de la gente
aumentan y las respuestas deben producirse en un marco de consensos de amplia
escala que impulsen esquemas productivos en Venezuela. Este momento histórico
es propicio que el liderazgo político de la nación interprete cabalmente las
voces de los más humildes y desarrolle una reingeniería que sustituya de una
vez por todas “el rentismo” que tanto daño le ha hecho a nuestra economía y a
nuestra idiosincrasia. Con “candela” no se juega y mucho menos con las
necesidades de la población. Es la hora de los estadistas. Nuestra encrucijada
actual nos abre grandes oportunidades siempre y cuando actuemos con mucha
sabiduría.
05-02-16
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