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domingo, 7 de febrero de 2016

Mi ORACIÓN favorita, por @ClaudiodeC1



Claudio de Castro 06 de febrero de 2016

“Quédate con nosotros Señor, porque atardece” (Lucas 24, 29).

Esta es mi oración favorita  para ocasiones especiales.  Me da serenidad, la certeza que Jesús está conmigo y me acompaña.

También hago esa oración cuando estoy por enfrentar un problema del que no encuentro la solución.  Yo sólo soy un inútil. Conozco mis debilidades.  Pero con Jesús a mi lado, todo me parece sencillo. Todo lo veo claro. 

Su amor es una fuerza arrolladora, imparable.


Me encanta saberlo cerca.  Es mi mejor amigo.

No comprendo muchas cosas, soy un simple padre de familia con 4 hijos, casado desde hace 31 años, que procura vivir su fe.  Tal vez no debiera ni escribir, pero algo en mi interior me mueve a hacerlo. Es como si escuchara una voz en lo más hondo de mi alma que me urge:

“Escribe Claudio, deben saber que los amo”.

Siempre he pensado que mis libros calan en las personas y les sirven de apoyo porque narro las cosas sencillas, cotidianas, que a todos les son familiares.

En este momento, mientras escribo, me encuentro sentado en una de las bancas de la Biblioteca Nacional. Me encanta venir. Aquí puedo pensar, reflexionar y escribir con absoluta tranquilidad. A veces me coloco unos audífonos y escucho música mientras observo la naturaleza a mi alrededor.

Disfruto mucho estos momentos con Dios. Lo contemplo en su creación. Y le digo que “lo amo”. 

¿Y su plan en mi vida? Hace mucho dejé de  preocuparme por ello.  Ya no lo cuestiono, ni me enfado, ni lo pregunto por qué. Sencillamente confío.

Procuro abandonarme en sus manos, como el pequeño que se refugia en los brazos de su papá. Es un refugio contra todo.  Cuando eres niño, la cercanía de tu padre te da una seguridad extraordinaria.

“Quédate con nosotros Señor, porque atardece” (Lucas 24, 29).

Es el santo abandono.

Dejarme llevar por Dios me ha costado un poco. Como muchos tengo este carácter que ni yo lo deseo. Pero lo he amoldado a la voluntad del Padre después  de recibir muchos golpes en la vida, por mi terquedad.

Cuando experimentas a Dios y lo conoces un poquito más, comprendes que no hay nada por qué temer. Al final, todo será para tu bien, como Él lo planeó desde el principio.

Entonces, cada gesto, cada acción de Dios, cada caricia suya es como si nos dijera: “Yo soy. Y te amo. No tengas miedo”.

Él  ve tu dolor y quiere consolarte, mostrarte un mejor camino. Desea que lo conozcas y lo ames por voluntad propia. Quiere  llenarte de gracias, abrazarte,  estar contigo.

Cuando experimentes Su amor entenderás.

Todo será claro, transparente y ante ti se desplegará como un pergamino en el que leerás tres palabras:

“YO ESTOY CONTIGO”.

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