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domingo, 14 de enero de 2018

Tolerancia e indignación, por @FelixPalazzi ‏



Félix Palazzi 13 de enero de 2018

Tolerancia, resignación, perdón, olvido, indiferencia, resistencia… son, todas ellas, palabras que se entrecruzan fácilmente en el reino de la arbitrariedad. Cuando no pensamos los conceptos que usamos, corremos el riesgo de extraviarnos en la relatividad de sus significados. Una de nuestras grandes dificultades radica en aceptar que todo pensamiento implica repensarnos a nosotros mismos y a la realidad que nos circunda. Sin embargo, pareciera que la salida más fácil fuese una ideología, con su proliferación de ideas o consignas repetidas, más no pensadas ni asumidas, imposibilitando el encuentro, relativizando la realidad y lo verdadero. En fin, desvirtuando lo real.

La tolerancia es, para muchos, una palabra tan repudiada como la resignación ¿Qué sentido puede tener hablar de tolerancia a una madre o a un padre que han perdido a su hijo por la violencia? ¿podemos tolerar el hecho de vivir con violencia? ¿no será esto la forma más clara de resignación y claudicación? Si las madres de los hijos asesinados salieran a una plaza, sencillamente no hubiese plaza que pudiese albergarlas. Si comparamos la nefasta cifra de los asesinados en un año en nuestro país, casi alcanza a los asesinados o desaparecidos en los siete años que duró la dictadura argentina. Aquí no hay plaza ni mes de mayo, porque no hay lugar ni fecha en la que la violencia termine.

Tolerar no es olvidar o ignorar. Mucho menos es reducir a una persona a una cifra. Tampoco es resignarse. Antes bien, es sacar del olvido y de las sombras a los rostros concretos sin los cuales no podemos reconocer nuestra propia realidad. Es luchar por la justicia y hacer que ella sea una realidad para todos. Ello se traduce en que la vida sea posible, y tenga espacio en todos los niveles y a cada momento.

La justicia debe custodiar y proteger la vida, porque sin vida no hay justicia. La tolerancia se ha de dar en el marco de la justicia o no es tolerancia sino resignación, engaño, indiferencia o ignorancia. Primero se debe reconocer la existencia del otro porque la verdadera tolerancia protege la vida y la hace posible. Este sentido concreto de la tolerancia es el que debemos construir como discurso paralelo al de la violencia, el odio y la exclusión. Sólo así podremos recrear activamente todos los espacios que compartimos.

Ante los hechos de violencia cada vez más crecientes y evidentes, la reacción no puede ser la indolencia o el acostumbrarnos a la muerte. Al contrario, ha de ser la indignación, el espanto, el horror frente a lo que sucede, para poder reencontrarnos con los rostros de tantos que son sometidos a la injusticia. Cuando la tolerancia nace de la indignación nos impulsa a apostar y apoyar los esfuerzos en pro de la justicia y la reconciliación. Si la voz de la violencia pretende recluirnos en nosotros mismos, la voz de la paz y la justicia ha de impulsarnos a salir al encuentro del otro.

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