HUMBERTO SÁNCHEZ AMAYA 05 de febrero de 2018
El
padre Luis Ugalde ingresó hace dos semanas como individuo de número de la
Academia Nacional de la Historia de Venezuela, institución que elogia por la
labor que ha desarrollado durante años, especialmente en momentos en los que
desde el gobierno se ha querido minimizar los avances de la época democrática.
“Prácticamente
la historia ha desaparecido en el currículo de primaria y bachillerato. Con
Zamora llenan el siglo XIX y con Chávez el XX. Todas las cosas importantes que
se han hecho no existen. Buscan instaurar que no hemos hecho nada
significativo; si acaso Bolívar, pero después, nada. Zamora es un mito que ganó
un par de batallas y después lo mataron. Esa no es la historia de un país que
está lleno de realizaciones”, afirma el sacerdote jesuita, ex rector de la
UCAB.
—En su
discurso de ingreso a la academia habló de no ignorar los logros comprobados
del país. ¿Pero cómo mantener eso como motivo de esperanza?
—Has
puesto el dedo en la llaga. La palabra clave es la esperanza. Usemos una imagen
del campo: si un agricultor está convencido de que la semilla echada en tierra
no va a producir nada, bien sea porque va a llover o la tierra o la semilla
están malas, ese señor no puede trabajar. Sería loco laborar para algo que no
se va a producir. Esa es la diferencia de la esperanza. La
Biblia presenta al sembrador como el hombre de la esperanza. Se esfuerza
para ver la cosecha.
Hoy
día para recuperarla y lograr el cambio, necesitamos que esos cambios sean
perfectamente posibles y necesarios. Si es así, este año comenzará. La
Constitución exige unas elecciones, que no son las que tramposamente quiere
hacer la asamblea nacional constituyente, cuya existencia es también tramposa.
Tenemos en 2018 establecido las elecciones democráticas. Necesitamos que a
la mayor brevedad todos nos unamos en lo fundamental, exigiendo unas elecciones
y haciendo presión nacional e internacionalmente. Afuera están claros, hace un
año no. Han dicho que estas elecciones planteadas son dictatoriales. No hay que
gastar el talento en rebajarnos unos a otros entre demócratas. A lo mejor
alguien no piensa como uno, pero somos complementarios, en la misma dirección.
—¿Entonces
está de acuerdo con lo expresado por la Conferencia
Episcopal Venezolana la semana pasada?
—Absolutamente.
Empieza con algo que todo venezolano debe tener en la cabeza: que la asamblea
nacional constituyente es inconstitucional e ilegítima. Cuando dice que es
supraconstitucional, proclama su condición dictatorial. El CNE no puede estar
subordinado a la constituyente; además, debe ser neutral. Luego dice un par de
cosas más importantes, que es un despropósito ético y humano que en medio de
una situación de penuria como la actual, se privilegie y se monte un
espectáculo de distracción y alienación. Ahora, lo que dice la
Iglesia debe decirlo el mundo académico, empresarial, organizaciones,
sindicatos. Cuando veamos que en coro planteamos eso, amaneció la democracia.
—Pareciera
que este comunicado dice lo que algunos partidos de oposición no expresan con
la misma contundencia.
—¡Por
supuesto! Por lo general, en estos temas la Iglesia no suele meterse
directamente porque no es su oficio particular. Para eso están las
instituciones, pero estas se han violado todas. En el caso extremo se genera
una crisis humanitaria de proporciones como las actuales. Entonces la
Iglesia tiene que salir, porque si no está negando el Evangelio. El asunto
es de vida o muerte. No puedo hablar de amor al prójimo si dejo que la gente
muera. Mueren los millones que se van del país y los millones que están dentro
y no tienen comida, empleo o ingreso salarial que no pierda su valor. Todos saben
en el gobierno, y por supuesto la oposición, que esto no mejorará en seis
meses.
—¿Y
qué pasa entonces con la oposición?
—Tengo
la esperanza, por lo que he visto en los últimos meses y no ha salido al
público, de que eso se va a dar, y en los próximos días. Van cayendo en
la cuenta de que divididos no sirven para nada y que la población no les creerá
nada si no los ve unidos y centrados en los grandes problemas de la población.
Esto se debió haber logrado hace tiempo. Si los obispos pueden decir una realidad
clara del país, ¿por qué los partidos no, si ese es su oficio?
—¿Considera
entonces que el diálogo en República Dominica fracasará?
—Si
vas a jugar fútbol contra el Barcelona, lo más probable es que no le puedas
meter goles. Sabíamos todos, incluso los que han ido al diálogo porque no son
tontos, que el gobierno hará lo posible para no ceder en nada y lo ha
demostrado. Quiere las elecciones mañana para que no nos podamos unir y hacer
campaña, actualizar el registro, quitar las inhabilitaciones. Pero la oposición
ha sido inteligente. Este no es como los otros diálogos. Ha llevado a países
que no son aliados del gobierno. El mundo democrático es consciente de lo que
está pasando, de que acá hay un golpe de Estado por parte del gobierno. Sin
presión, el gobierno no va a ceder en nada. Entonces hay que reunir la presión
externa de los demócratas con la presión interna de los demócratas. No es
posible que siendo los venezolanos que queremos el cambio, más de 80%, nos
dejemos derrotar por el 25%.
—¿Qué
debe hacer el venezolano con estas elecciones convocadas por la constituyente?
—En mi
artículo de la semana pasada, dije no a la elección dictatorial y sí a la que
está determinada según la Constitución. Si digo que no voy a
elecciones porque me harán trampa, entonces no me movilizo. El país está
paralizado anímicamente por falta de esperanza, pero si al mismo tiempo todos
los grupos decimos que sí a la elección democrática, y apostamos por la unidad,
todo cambia. Es indispensable que la unidad no solo sea de partidos, sino de
toda la sociedad que defiende la democracia, los derechos humanos y valores
morales indispensables para rescatar la República, con una economía
sana, productiva y sin pobreza. En esta línea debe manifestarse el mundo
empresarial, el académico, las organizaciones gremiales y las iglesias, los
ortodoxos, luteranos, protestantes y rabinos. Así, la gente desengañada,
recupera la esperanza. El estado de ánimo del venezolano puede cambiar en una
semana.
—En el
acto de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela
asistió Lorenzo Mendoza. En los pasillos se decía que es su candidato.
—(Sonríe)
No, en eso no me he metido y nadie encontrará ni media página en la que yo haya
dicho eso. Sería un despropósito que me metiera en ese asunto. Además, hasta donde
yo puedo entender, él no quiere ser. Lo que sí puedo decir es que si mañana hay
una encuesta, arrasa. Es el candidato de los venezolanos, incluso de los
chavistas. Es el candidato de la población más pobre, también.
—¿Por
qué?
—Bueno,
aparte de las cualidades personales, que las tiene y extraordinarias, a él lo
han amenazado de forma bruta y descarada, y él no se ha ido. Tenemos un fracaso
productivo monstruoso. La gente ve que esa es nuestra enfermedad. No hay
empresa estatizada que funcione. ¿Y quién es exitoso productivamente? ¿Dónde
están las marcas de harina de maíz en poder del Estado? En cambio, la de Polar
está ahí. Además, las personas ven que es alguien que quiere a su país, que es
honesto, competente y exitoso; que es lo que necesitan. La población ha
descubierto que la única manera de salir de la pobreza es la productividad.
Este señor ha dado empleo y productos. No se trata del engaño de redistribuir
la riqueza mítica, sino de dar la oportunidad de empleo y buena educación, para
activar esfuerzo y talento para vivir de lo que se produce y no de la limosna.
Hay que potenciar al pobre para que surja
—En su
discurso en la academia habló también de la dictadura, pero le agregó un
calificativo ideológico: socialista, un proyecto que no todos cuestionan en la
oposición. ¿Fracasó la ideología de izquierda?
—La
tragedia venezolana es no haber sabido leer lo que ocurría. Es claro que
teníamos una crisis en los ochenta y noventa. Nuestra desgracia es que vino un
médico y recomendó un remedio que no funcionó en otros pacientes. No lo dijo en
el primer momento. Al comienzo habló de acabar con la corrupción, el abuso y
otras cosas. No usó la palabra socialismo, mucho menos comunismo. Luego, se
casó con una fórmula que no cura, con efectos colaterales. Yo lo dije en un
artículo de 1998, titulado “El gobierno de Chávez”. Fui a un mitin y afirmé que
él prometía los lugares comunes de la izquierda de los sesenta. Cayó el Muro de
Berlín por la desesperación de la gente, no porque lo tumbaron los gringos. El
bloque soviético se desmoronó después de tener el poder total. Cuba,
obviamente, está en la miseria. Corea del Norte es impresentable. ¿Cómo se me
ocurre a mí decirle a la gente que nos salvará una fórmula fracasada? Esa es
nuestra tragedia. Claro, es un disparate que le gusta a los oídos. Eso de
derrotar a los ricos, el imperio y los partidos que se apropian de la riqueza
del venezolano. Entonces, él pedía que lo apoyaran para derrotar a esos
enemigos y repartir esa riqueza. Eso es una gran mentira, que este país es
rico. Hay un potencial bajo tierra, pero solo el trabajo y el talento nos hacen
ricos o pobres. En estos momentos el talento está pisoteado y por eso pasamos
penurias. Estamos en la miseria.
—En
ese contexto, hay quienes reivindican en contraposición el libre mercado, el
capitalismo, como solución.
—Bueno,
todas las fórmulas unilaterales son malas. La sociedad tiene que tener dos
piezas fundamentales. La productiva y la que hace la convivencia: la
solidaridad. La economía debe ser de libre mercado, de iniciativa privada. Esto
da la condición humana y genera diferenciación en la sociedad porque unos
producen más y otros producen menos. Es indispensable esa libertad y
diferenciación para premiar la productividad. Si soy un vago y no produzco, y
tú trabajas y produces, pero ambos recibimos el mismo pago, hasta ahí llegamos.
Pero si tienes en un territorio mecanismos diferenciadores dejados por sí
solos, llegan un momento en el que la sociedad es invivible porque las
distancias son cada vez mayores y nos caemos unos a otros en guerras civiles y
conflictos sindicales. Una sociedad inteligente sabe que esto es una pieza
lógica; la otra es la solidaridad, que contribuye a que haya comunicantes. Por
ejemplo, Francia y Alemania vivieron guerras espantosas, hasta que cayeron en
cuenta de que si a los trabajadores no les va bien, no ocurrirá lo mismo con el
capital. A la sociedad le interesa que la pobreza se reduzca. Todas las
sociedades avanzadas tienen un pote común, en el que depositan un porcentaje en
impuestos para la salud, la educación, la seguridad, regulación del trabajo
contra los abusos. El liberalismo radical, sin el otro complemento, es un
suicidio. No hay un solo caso que demuestre lo contrario. La solidaridad
también son las instituciones, desde respetar el semáforo, pagar impuestos,
y la Constitución.
—La
clase media, factor determinante en una sociedad, está disminuida porque pierde
ingresos o se va del país.
—En el
marxismo es considerada traidora, pues piensa que el que era pobre ayer, quiere
salirse de eso y ser como los empresarios. En la visión del sentido común, la
clase media es el símbolo de la esperanza. Aquella cuyos padres tal vez no
pudieron ir a la universidad, pero sí los hijos. Ahí está la solidaridad, el
pote solidario, que ha hecho maravillas y eso hay que recalcarlo. Cuando la clase
media se incrementa, esa que cree en el esfuerzo y la oportunidad, ve en el
futuro de sus hijos la prosperidad. Pero varios ministros han dicho que si el
pobre deja de serlo, ya no es aliado de ellos. Claro, no dependerá de ellos.
Los
que se van
El
padre Luis Ugalde comprende las razones de los que deciden emigrar, pero les
dice: “Creo que hay mucho más porvenir activándonos acá. Claro, hay quienes se
han ido por amenaza o porque no encuentran oportunidad. Lo importante es que no
haya agresión ni división entre quienes se quedan o se van. También hay que
darle la vuelta, el país se internacionaliza. De pronto en un cambio político,
algunos retornarán, pero otros se quedarán y harán cosas que beneficien al país
desde afuera, como potenciar el turismo a Venezuela desde los países en los que
están”.
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