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lunes, 5 de febrero de 2018

Utopía por @ClaudioNazoa


Por Claudio Nazoa


Lograr una sociedad justa es difícil, más no inalcanzable. Esto podría encerrarse en una palabra algo desprestigiada pero que no es mala: utopía.

Las utopías son el combustible de lo que proyectamos. Su planificación es importante. Utopías, en su momento, fueron los inventos de Leonardo da Vinci, cuando en los años 1500 creyó que el hombre podía volar. No solo lo soñó, lo intentó y es el ejemplo de que todo aquello por lo que el ser humano lucha, puede lograrse aunque no parezca viable ni se alcance de inmediato.

Utopía es perseverancia, como la que tuvieron los constructores de algunas majestuosas iglesias de Europa, ya que entre el momento de iniciarlas y concluirlas, transcurrieron siglos, sin embargo, ahí están. Utopía es el sueño de Gaudí, el arquitecto más utópico e imaginativo que ha existido. Este genio, en Barcelona, España, diseñó una joya arquitectónica inigualable: la basílica de la Sagrada Familia. Templo que todavía está en construcción.

Utopía fue cuando, en Jerusalén, doce almas buenas predicaron ser discípulos de un hombre que revolucionó la historia. Utopía fue la novela De la Tierra a la Luna de Julio Verne, hecha realidad por científicos norteamericanos 104 años después. A principios de los años sesenta del siglo pasado, John F. Kennedy dijo lo que en su momento parecía una utopía: “En esta década vamos a llegar a la Luna, no porque sea fácil, sino porque es muy difícil”.

Existen líderes con utopías que han tenido éxitos increíbles, Gandhi es uno de ellos. Él un día soñó con vencer a un gigantesco imperio sin disparar ni un tiro. Por paradójico que parezca, meditando en pañales, comiendo lechuga y yogurt, lo logró. Un caso contrario, el Che Guevara, y aunque estemos bien lejos de sus ideales equivocados, murió luchando por su utopía. Conocemos a otro que, inspirado en un comprobado fracaso utópico de la izquierda mundial, conspiró contra la democracia e hizo que murieran inocentes. Al rendirse, él estaba seguro de que su vida y sus derechos humanos serían respetados.


Los soñadores que luchan y perseveran han cambiado el mundo. Debemos ser utópicos pero con los pies en la tierra para lograr lo que parece imposible. ¿Es esto un contrasentido? Sí, lo es. Pero es bueno tener sueños maravillosos aunque sea para contradecir la lógica imperante en un país lleno de utopías.

Y parafraseando a JFK, en Venezuela debemos seguir luchando para lograr recuperar la democracia este año, no porque sea fácil, sino porque es muy difícil.

05-02-18




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