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jueves, 13 de febrero de 2020

La diáspora venezolana en Bogotá por @froilanbarriosf



Por Froilán Barrios


En visita reciente a Colombia, concretamente a Bogotá, pude conocer puntualmente la situación actual de la población migrante venezolana que permanece en esa bella ciudad. El ambiente de esta capital hace soñar con la futura Caracas, cuando se logre superar el impasse histórico sufrido por los venezolanos, por los del éxodo y por quienes permanecemos en esta tierra agobiada por la gestión de la casta cívico-militar que destruye a nuestro país.

De la mano de las organizaciones no gubernamentales Solidarity Center y DD HH Defens pude abordar la calamitosa realidad de nuestros connacionales en el país andino. Debo agregar que Solidarity Center focaliza sus actividades en el apoyo permanente a organizaciones sindicales en Colombia, en un contexto donde se ha debilitado la representación de los trabajadores colombianos. Como dato adicional, la población sindicalizada en este país registra una tasa aproximada de 4%, que permite conocer la vulnerabilidad de este sector poblacional nacional calculada aproximadamente en 24 millones de trabajadores y una tasa de desempleo de 10,3%.

El ingreso migratorio que supera los 2.000.000 de venezolanos es una cifra considerable que impacta notablemente al mercado laboral del país vecino. Una situación que amerita urgentemente políticas públicas para atender el drama que están viviendo los connacionales, pues del lado de los trabajadores colombianos corresponde al gobierno del presidente Iván Duque impulsar las que sean necesarias, en un entorno en el que Colombia y Perú son los países de América Latina que identifican mayor crecimiento económico en 2019, con una tasa de 3,3%.

Entre tanto, los venezolanos que han partido de su patria huyendo despavoridos producto de una economía que ha decrecido 70% desde 2013 hasta 2019, una cifra que se considera récord mundial, derivan en vulnerables en cualquier lugar al que vayan al ser su objetivo prioritario simplemente sobrevivir. Su situación se agrava ante la ausencia de políticas públicas de envergadura, que le permitan a la mayoría del éxodo superar el amargo destino de la miseria humana y la sobreexplotación, con jornadas diarias de 15 horas de trabajo sin protección laboral alguna. Un contexto que bien puede observarse en otros países del área andina.


Los casos que pude conocer en Bogotá indican la ruda condición de vida de esta inmensa masa humana. La mayoría están abandonados a su suerte, aunque hay un grupo minoritario de privilegiados con suficientes recursos para disfrutar la dolce vita. Un segundo estamento numeroso lo forman los que tienen un techo, pero viven en condiciones de hacinamiento porque reciben a sus familiares por decenas; un tercer estamento sobrevive en las calles y bajo puentes en condiciones de indigencia; y un cuarto grupo que solo va de tránsito hacia el resto de los países de Suramérica, quienes al no tener representación alguna son víctimas de la xenofobia y la discriminación.

¿Qué refleja este drama? Que si bien es cierto que existen políticas puntuales de alcaldías, algunos organismos nacionales e internacionales, la tragedia de los venezolanos se puede calificar de abandono extremo. Una realidad crítica que merece ser reconocida y el principal foco de atención. Un ejemplo fue la posición asumida por la canciller alemana Ángela Merkel ante la migración siria, hasta el extremo que estuvo a punto de costarle el cargo.

Finalmente, como lo han señalado calificados funcionarios de las ONG que contacté, se pudiera pensar que la diáspora venezolana no le interesa a nadie, ni a Trump, ni a los gobiernos de Europa, ni a Maduro, ni a Guaidó, ni a Xi Jinping, ni a Putin, entre otros. Son una pieza más de la batalla política que se libra en el mundo, en la que estos millones de seres humanos son simplemente un daño colateral que los condena a la incertidumbre y en muchos casos a perder la vida, como lo sucedido a 378 migrantes venezolanos asesinados en tierra colombiana desde 2017. Es una dura realidad, se lee en numerosos reportajes pero más cruento es vivirlo.

12-02-20




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